jueves, 28 de julio de 2011

De bueno tonto y de mayor tonto solitario

La naturaleza es caprichosa, tiene la costumbre de asombrarnos con su impresionante poder haciendo que las cosas más inverosímiles se abran un pequeño hueco entre lo común, entre "lo normal". Un interminable compendio de sucesos no necesariamente espaciados en el tiempo, puede acabar produciendo un efecto totalmente opuesto al esperado y muchas veces se le atribuye el mérito a diversas hipótesis sobre causalidad o efecto mariposa, incluso hay quien juega en el terreno de lo divino o el azar.

Sin embargo, remarcando un carácter totalmente impersonal del asunto, siempre se esconde una molesta explicación (sea del tipo que sea) que desbarata el componente mágico, que inicialmente caracteriza a "la cosa" en cuestión.

Las personas no son la excepción que confirma la regla, pues atrapados por su índole natural, palidecen de estos mismos efectos. Aunque sí es cierto que existe un componente de éstas que tras mucho tiempo mantiene intacto ese carácter mágico; su raciocinio, su conciencia, su mente, lo que muchos llaman "el alma".

Y es en este punto donde haré un alto, para compartir mis reflexiones al respecto. Hace algún tiempo que un amigo me comentaba en una conversación normal y corriente que no existen los actos púramente altruistas, siempre existe un trasfondo que nos incita a llevarlos a cabo, intimamente relacionado con la satisfacción de una recompensa por su ejecución. Por algún motivo que no logro recordar, aquel debate quedó pendiente de ser resuelto en otro momento, pero ese momento nunca llegó.

Aún así, intentaré ofrecer una visión de lo que en mi opinión nos induce a hacer unas u otras cosas y no siempre empujados por algún tipo de beneficio. La primera parte de la entrada, ya hace gala un poco ese aire "natural" que intento imprimir en estas palabras, pero trataré de ser más explícito enfocándolo en el ya antiguo debate sobre si el hombre es bueno o malo por naturaleza.

Siempre he sostenido que el carácter de cada uno es algo que se moldea con el tiempo, no va impreso en nuestro código genético ni mucho menos está dirigido por un "principio de conducta humana", pues aunque partimos de esa misma semilla natural que caracteriza al ser humano, los hechos a los que cada cual se enfrente a lo largo y ancho de su vida, condicionan y mucho su actitud ante situaciones similares, o quizás no tan parecidas, ni con una influencia tan fácilmente perceptible, pero lo hacen.

¿Qué es lo que nos hace ser buenos o malos entonces? ¿se lo debemos al trato que recibimos de pequeños? ¿a nuestra educación? ¿o simplemente son un interminable compendio de sucesos no necesariamente espaciados en el tiempo, que puede acabar produciendo un efecto totalmente opuesto al esperado? Mi tendencia es a creer que su complejidad se extiende bastante más allá de estos factores, que sin duda pueden ser determinantes en algunos casos.

De este modo, sigo sin aceptar el condicionante implícito a una buena acción porque produzca algún tipo de beneficio, pues no siempre se espera una recompensa y sin embargo se llevan a cabo tales actos bondadosos, a pesar de que la experiencia puede indicar lo contrario incluso.

En ocasiones se trata de un comportamiento inherente a la persona en cuestión, casi instintivo, natural, tal vez en busca de una recompensa que no alcanza a comprender, o tal vez no. Tal vez sólo sea un acto por encontrar nuestra verdadera naturaleza, nuestra razón de ser, tal vez por eso anhelamos constantemente el calor humano, la cercanía, tal vez por eso entregamos nuestro corazón a otras personas sin pedir nada a cambio, casi sin querer, pero con toda la voluntad, tal vez con la esperanza de una prebenda similar o tal vez de forma inconsciente como consecuencia de esos instintos sin explicación aparente.

Tal vez seamos buenos, o tal vez seamos malos, pero sin duda, somos humanos.

viernes, 22 de julio de 2011

El sabor de la libertad

Cada vez más, estoy fieramente convencido de lo insulsos que somos, de cómo malgastamos nuestras vidas en rellenar perfiles en redes sociales, de nuestro inagotable afán por llegar a todas partes y al mismo tiempo a ningún sitio, creando una imagen sobre nosotros que jamás coincidirá con nuestra verdadera esencia, esforzarnos una y otra vez por redimir nuestras impurezas en un mundo donde todos parecemos perfectos.

Siento como ese arrebatador impulso digital se apodera de mi, me transforma, moldea cada uno de mis pensamientos para que cada vez más, sea uno entre seis mil millones, sin importar qué aspectos de mí difieren del resto, desdoblando mi personalidad hacia un oscuro ser, vacío por dentro y efímero por fuera.

En un descabellado intento por despertar de este sueño inducido, lanzo un fuerte aullido de desesperación por sentir el control y el inevitable hecho de estar atrapado por él. Exhalo hasta el último suspiro de la ira que invade mi ser, acumulada durante incontables horas frente a la fría máquina que actúa como portal entre este mundo y la realidad. Me alzo desgastado en busca de una salida; recuerdo que viejas y arraigas costumbres supusieron un gran alivio en el pasado y me pongo manos a la obra.

Camino hacia mi vieja máquina de dar pedales; comienzo rompiendo la cubierta de polvo que se cierne sobre ella como consecuencia de su desesperante letargo; observo fascinado su inquietante simplicidad, resultado de un complejo proceso de ingeniería. Allí está, imperante, aunque no exenta de esas manchas de óxido que delatan su veteranía, esperando con ansia el momento en que pueda volver a sentir la ruda textura de asfalto y grava a velocidades que harían palidecer a muchos.

Enfundado en mi armadura de jinete de las dos ruedas y a lomos de tan valiosa acompañante, pongo rumbo hacia mi destino, sin vacilar, dejando de lado toda preocupación más allá del incesante ritmo de los pedales automáticos que crujen como si fuesen a estallar en mil pedazos, producto de la tensión aplicada por mis desentrenadas piernas. Respiro la sangre de un sufrimiento contenido en cada fuerte pedalada, sintiendo como el sol y la ausencia de brisa alguna, abrasan mis pulmones, cuyo intenso sonido en cada espiración, compite con el atronador ruido de mis cascos.

El terreno se inclina, majestuoso, haciendo de cada metro un auténtico reto. El oxígeno parece escasear, y las gotas de sudor que caen sobre el cuadro, parecen precipitarse a cámara lenta. Levanto la vista oteando el lejano horizonte que conduce a mi meta, autoconvenciéndome de que cada tramo será el último de tan duro camino. De repente, puedo divisar la cima, lo que me incita a derrochar las escasas energías que me quedan en profundas y contundentes pedaladas en pos de alcanzar el final cuanto antes.

Cuando el camino concluye, noto como mi cuerpo reacciona fulgurante, como si la bestia hubiese salido de su jaula, libre para hacer cuanto le plazca, libre para dejar salir toda la potencia que encierra.

Resulta curioso cómo hace casi exactamente un año me sucedía algo similar (http://paraquepensarlo.blogspot.com/2011/06/porque-la-vida-puede-ser-maravillosa.html), aunque menos intenso, quizás como resultado de haber sucumbido más profundamente a la presión ejercida por el mundo digital... sólo quizás.

De lo que no me cabe ninguna duda es de la verdadera importancia que tienen estas sensaciones, son parte de mi, y yo soy parte de ellas, definen mi entorno y éste define mi persona, me hacen ser quien soy. Cada una de ellas es como una pequeña pieza del puzzle que me da forma, cada una sabe a victoria, una liberación.

"Tu corazón es libre, ten valor para hacerle caso" - William Wallace

lunes, 18 de julio de 2011

Mirando al cielo

Hacia arriba, alto, sin un horizonte aparente, lo que algunos denominan "mirar al infinito", un ejercicio de reflexión que permite un elevado grado de abstracción de todo cuanto hacemos, del tiempo que nos ocupa, e incluso del lugar en el que nos encontramos. Buscando en el fondo una respuesta a las preguntas que inconscientemente brotan de nuestras mentes, ajenos a nuestra naturaleza curiosa, inspirados por la más nimia alteración de nuestro entorno e inmutables, como si durante un instante, todo dejase de girar.

Atribuimos este estado a ciertos hechos concretos, normalmente asociados a la singular respuesta de nuestros sentimientos, pero no tenemos la costumbre de tratar de entender su esencia. Nos guiamos por su apariencia y por el "encasillamiento" constante al que nos sometemos, perdemos de vista su imponente realidad, alejándonos de la posibilidad de disfrutar de su absorbente poder.

Esa extraña fuerza que nos permite convertir la más ámplia de las distancias en escasos centímetros, para volver a sentir la más tierna de las caricias, que te ayuda a recordar aquella soleada tarde en la que una tímida brisa balanceaba su pelo mientras tus labios acariciaban los tuyos; esa fuerza que te inspira y te hace suspirar, la misma que te sirve de apoyo en los momentos difíciles, te recuerda el valor de las cosas importantes de la vida, de quienes están siempre a tu lado y que te fortalece siempre que lo necesitas.

Porque el delicado equilibrio que sustenta nuestra conciencia, limita en gran medida lo que podemos de lo que somos capaces de hacer, decir o pensar. Condiciona nuestra actitud, nuestras aspiraciones y la cantidad de nosotros que estamos dispuestos a ofrecer a los demás.

Tal vez en pos de algo o alguien que refuerce dicho equilibrio, que haga desaparecer la duda, el miedo y la incredulidad, que haga de nuestra confianza en nosotros mismos nuestra mayor baza o sencillamente nos haga capaces de alcanzar cualquier meta. O tal vez sólo buscamos una respuesta universal a todas nuestras inquietudes, una solución inocua que nos permita avanzar en nuestro camino.

¿Lo encontraremos?

miércoles, 13 de julio de 2011

Inspiración enjaulada

Buscando una salida existencial al compendio de locuras que cada día debemos afrontar, podemos perder el rumbo de nuestro barco hacia aguas peligrosas, donde quedaremos atrapados por la insidiosa lógica de dichas locuras, sin posibilidad de liberar nuestra mente.

Podría parecer que hubiésemos sacado un extracto de la película Matrix, tan popular hace unos años, y que inevitablemente vuelve a mis pensamientos (lógico para un buen aficionado a la saga ;) ) tal y como se están sucediendo los acontecimientos últimamente, ya que de un modo u otro, siempre hemos estado atrapados en una realidad tan sorprendente como la ficción en la que vivimos.

Enrevesado y contradictorio dirán algunos, pero no más allá de la verdad, pues cada paso que damos, cada línea escrita, cada palabra dicha e incluso cada pensamiento, está vigilado constantemente por unos o por otros, cada cual con unas formas distintas, pero sin duda con un objetivo común: el control.

A pesar de la aparente libertad de la que disponemos para hacernos notar a través de cientos de medios distintos, gracias a la tecnología claro está, en la mayoría de los casos estamos sujetos al genérico comportamiento de todos cuantos hacen uso de esos mismos medios o incluso somos más restrictivos aún que éstos a fin de que nuestra imagen concuerde con el contexto que marca la tendencia, quedando a merced de un viaje sobre raíles.

Sólo una ridícula minoría descarrila y marca la diferencia, en ocasiones encasillados como "freaks", o algo peor. Otros vuelan por encima del resto contemplando su diminuta naturaleza e ignorando su verdadera importancia. Pero esta red de colectivos que llamamos sociedad imprime su propia política de funcionamiento de un modo inconsciente para la mayoría, que por suerte o por desgracia afecta de un modo casi directo a nuestros comportamientos llegando incluso a ejercer un gran poder de sugestión sobre nuestros pensamientos, arruinando por completo cualquier incentivo que aporte inspiración.

Inspiración para avanzar, para crear, para no ser un objeto pasivo más e imaginar un nuevo mundo donde cualquier cosa fuera posible, donde la felicidad dejase de ser un sueño y donde las personas fuesen algo más que simples figuras de un juego de estrategia llevado a cabo por unos pocos.

Tal como se sugería en la exitosa saga cinematográfica a la que hacía referencia, libera tu mente, desata la imaginación que en ella se encierra y rompe con los esquemas, no por ambición, sino por nuestra razón de ser.

¿Estás dispuesto a comerte el mundo? yo si ;)

viernes, 8 de julio de 2011

Sin pausa, pero sin prisa

De esos días que cuando eres consciente de lo que estás haciendo adviertes que están pasando muchas cosas a tu alrededor que no percibes, pues estás tan concentrado en lo que haces que pierdes la noción del tiempo, del espacio, e incluso el verdadero trasfondo de tus actos.

Notas como la realidad se encoge y se centra en un único reducido punto multidimensional donde tienen lugar una consecución, en apariencia infinita, de hechos que te llevan inescrutablemente a un resultado. Éste puede coincidir o no con el objetivo perseguido, pero sin duda es resultado y consecuencia de los subresultados precedentes.

La mayor pega, es que de algún modo te sientes atrapado por esta comprimida realidad, presionado por el tiempo y las múltiples tareas incidentes que se cruzan en el aparentemente rectilíneo camino que te conduce a la meta, en ocasiones, abrumado por el insidioso volúmen de estas impertinentes labores intermedias.

Entonces se te plantea constantemente la veradera diferencia entre urgente e importante, pues cada "irrupción" de tu armónico flujo de trabajo inflinge una serie inconsistente de alteraciones que dispersan el objetivo final. Te sumen en la incertidumbre y el pesar de abortar ciertas acciones que en un principio parecían llevar por el buen camino y que por la intrusión de otras que se inmiscuyen en tus asuntos, te hacen dudar y romper con tu lógica inicial.

Se requiere de mucha autodisciplina para evitar esa ruptura de planteamientos, especialmente cuando éstos han sido forjados por un ámplio estudio técnico y/o por diferentes procesos de ingeniería. Ten en cuenta que, tal y como dicta tu perfectamente moldeada conciencia, tus procedimientos técnico-científicos son incuestionables, y pobre del que lo haga...

Curiosamente, el paso del tiempo te impregna de parte de esta autodisciplina. Eres más consciente de todo cuanto te rodea y actúas en consecuencia. Prevees con mayor facilidad cúando y cómo se producirá el siguiente cambio y qué deberás hacer al respecto. Relajas tu subconsciente y ejerces un papel de tirano que no parece inmutarse ante la masa crítica que irrumpe el perfecto equilibrio del elaborado plan que diseñaste en un principio.

Permaneces impasible ante las dificultades y planteas más soluciones que problemas. Transiges ante una realidad que inevitablemente cambia y evoluciona. No te detienes ante nada ni nadie para perseguir tu preciado objetivo final, que en ocasiones parece difuminado, casi transparente. Pero sabes que está ahí, esperando que lo alcances.

Es la actitud la que marca la diferencia, la que invita a tu entorno a relajarse, a medirse por tu perspectiva y a sucumbir finalmente ante tu imperante figura. Es cuando todo se acomoda y la nieblina que había desaparece aclarando el camino.

Es una filosofía de actuación, una brecha de la realidad, una forma de ser.

lunes, 4 de julio de 2011

Y se rompió el romanticismo

Tal y como están las cosas hoy en día, cada vez es más difícil encontrar personas que se guíen por los tradicionales arquetipos románticos que tanto explotó la industria cinematográfica hace unos años. Sin ir más lejos, hay quien suele decir que éste es un comportamiento retógrado de índole machista donde el hombre es el conquistador, y la mujer la conquistada.

Obviamente, esta visión se rige por un patrón establecido por nuestra dichosa sociedad, que tiende a encasillar todo, incluso los comportamientos, pero se olvida de que la evolución y el paso del tiempo afectan a todo, incluídos los comportamientos encasillados.

Está claro que la línea divisoria que diferenciaba lo masculino de lo femenino cada vez es más delgada, rigiéndose más por cuestiones físicas, a veces se entrecorta y otras incluso desaparece por completo. No es cuestión de evaluar si esto es bueno o malo (no entraremos "al trapo" en esta entrada), sino de que cada vez el cambio es más perceptible.

Con éste, inevitablemente se producen otros cambios que son consecuencia del primero, antecedentes de los siguientes y así sucesivamente, eso de lo que tanto se habla de causa-efecto o principio de causalidad (tampoco entraremos en este debate, de momento :P). Siendo así, sería fácil entender que lo que ahora llamamos romanticismo ya no es lo que era, ni se basa en los mismos principios, estereotipos o patrones de conducta. Dicha progresión disguta o agrada a propios y extraños (para gustos colores), pero sin duda sigue habiendo gente que no entiende o no ve este cambio, y por supuesto están los que les da igual, que jamás han creído en el romanticismo.

El caso es que para bien o para mal, los románticos son una especie en vías de extinción, de esos que cuesta mucho encontrar y que de hecho, por inercia, mucha gente tiende a rechazar, como si resultara que ahora no fuese un comportamiento deseable.

Parte de la culpa la tienen las muchas personas que piensan que el sentimentalismo genera dependencia, roza la "pesadez" y es el culpable de muchas de las penurias que las personas, en su infinita comprensión de las relaciones humanas, sufren constantemente. Pero lo que sin duda alguna no se tiene en cuenta en estas cuestiones, cosa habitual entre los humanos que tendemos a acordarnos sólo de "lo malo", es la parte positiva de todo ello.

Si si, eso que ocurre cuando dos personas se conocen, se entienden, están plenamente compenetradas y que con una actitud romántica se logra elevar la experiencia a la enésima potencia. Seguramente algunos dirán que no es necesario tener esa actitud para disfrutar de una relación, y entonces yo les diría que esa respuesta se debe a que no lo han experimentado.

Y es que echando la mirada hacia atrás, todos los mejores recuerdos que tengo se refugian en el paraguas de los sentimientos, el cariño y situaciones inolvidables. Como una mirada enfrentada donde todo cuanto te rodea desaparece, el tiempo parece detenerse por unos instantes, cruzan pensamientos entre tus ojos y los suyos, expresando todo y sin decir nada.

Por todo ello (y mucho más que me reservo el derecho a no contar), invito a todos los que leéis esto, a que si tenéis la oportunidad de vivir esa o similares experiencias, no la dejéis de probar, no os arrepentiréis. Rompamos con los tópicos y los prejuicios hacia el romanticismo en lugar de apartarnos de él.

PD: Dedicado a aquellos que constantemente se mofan de mi por decir que soy un romántico y me tachan de empalagoso para arriba. Sin duda ellos sabrán apreciar las bondades de esta entrada.