martes, 30 de agosto de 2011

Prácticamente de corazón


Hoy seré breve, como se suele decir, a buen entendedor pocas palabras bastan. Si bien este es un blog dedicado a mis reflexiones (algo que requiere más que un puñado de palabras), la que hoy me ocupa es simple y directa.

Propiciada por un momento sin control, arraigado a la esperanza por encontrar el equilibrio existente en un punto de inflexión entre la felicidad y la tristeza.

Poco estricto, casi difuso, pero encauzado en el camino que me conduce a un infinito mar de lágrimas y lamentos.

Llegado ese punto, estaría dispuesto a dar cualquier cosa para conservar ese equilibrio; temeroso, prudente, pero decidido. Pues la lucha por dura que sea, merece la pena.

Merece la pena esa extraña sensación de plenitud alcanzada, esa paz interior que el cariño, el roce de una caricia o una profunda mirada evocan lo mejor de cada uno y arrancan una inspiradora sonrisa.

Un suspiro nacido desde el abdomen que infla mi pecho, enrojece mi fulgurante corazón y que delata un amor sincero.

Inunda mi conciencia de pensamientos e ilusiones que bajo ninguna otra circunstancia en esta vida, son posibles.

Algo mutuo, tan poderoso como para mover montañas o reducir enormes distancias a escasos centímetros.

Un arma de doble filo, al que estoy dispuesto a hacer frente, sin miedo al más que probable fracaso... porque merece la pena.

martes, 2 de agosto de 2011

Sin miedo

A algunos les afecta más, otros sólo lo perciben eventualmente, los hay que lo viven en casi cualquier aspecto de sus vidas y luego hay otros que carecen de noción alguna de éste; pero sin duda alguna, todo el mundo tiene miedo.

Y es que al margen de apreciaciones sociales y/o psicológicas que puedan hacerse, el miedo es una reacción natural de todos los animales ante una situación de riesgo o amenaza; un mecanismo de supervivencia y defensa surgido para permitir al individuo responder ante situaciones adversas con fluidez y eficacia.

Sin quererlo, se producen una serie de alteraciones en nuestro cuerpo que nos ponen en alerta fisiológicamente, aunque no siempre psicológicamente. Hay quien dice que la sensación del miedo es muy similar a la del enamoramiento, no en vano, la vasopresina (también conocida como la hormona del miedo) y la oxitocina (implicada en ciertos efectos de carácter sentimental y sexual) son bastante parecidas químicamente hablando.

Tan importantes son los efectos producidos por el miedo, que nuestro sistema judicial contempla la posibilidad de que puede restar autonomía decisoria al sujeto, llegando a ser un eximente de responsabilidad, la conocida "metus causa"; aunque sigue quedando en el aire una pequeña parte sobre el “principio de no exigibilidad de otra conducta” que al fnal se apoya en el criterio de las personas involucradas.

Existe también una gran vertiente artístico-cultural embebida en grandes obras literarias y cinematográficas (entre otras), donde todo un género de éstas, ha quedado maracado por la genialidad y en algunos casos, las retorcidas mentes de sus creadores.

Pero lo más inquietante del asunto no es tanto su naturaleza científica, sus impliciones sociales o su carácter artístico, sino la sensación en sí misma. Esa sensación que te hiela o te sofoca indistintamente, la misma que eriza tu piel o te hace sudar, esa insidiosa impresión que cambia por completo tu expresión, acelera tu pulso e inflige una ferviente ansia por escapar de la situación.

Esa ansia que en muchas ocasiones nos impide echar un paso al frente para emprender aventuras, afrontar muchos de los problemas con los que nos encontramos en nuestro día a día, o acercarnos lentamente a esa persona que nos hace vibrar en busca de un nimio gesto de cariño.

Quizás porque no seamos realmente conscientes de lo que sucede en nosotros cuando se ponen en marcha los mecanismos que activan nuestro miedo, quizás por no sentir la necesidad de buscar un punto de inflexión entre dichos mecanismos y su verdadera utilidad, o simplemente no deseamos complicarnos ni tan siquiera en pensarlo, por la comodidad de lo tradicional, lo seguro.

Sin embargo, quizás involuntariamente, estamos rechazando la posibilidad de disfrutar de ciertas oportunidades que nos ayudarían sin duda alguna a formarnos como personas, oportunidades para aprender, para disfrutar y para ser felices.

El miedo siempre ha sido uno de los grandes enemigos del ser humano, pero siempre han existido personas que se han enfrentado a él, han sabido aprovechar su naturaleza y han aportado grandes cosas a sus vidas y a las de los demás. Vencerlo está en nuestras manos.

Y tu, ¿tienes miedo?

El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma - Aldous Huxley