A veces resulta acertado realizar ciertos cambios en algunos aspectos de nuestras vidas, en pos de una situación mejor que la actual, ya sea a nivel emocional, profesional o sencillamente a la hora de preparar el pisto para los espaguetis.
Otras veces sin embargo, puede ser caótico, problemático e incluso dramático. Lo complicado del asunto es el alto de grado de incertidumbre provocado por la inexistencia de argumentos que nos puedan asegurar de modo alguno que suceda una u otra cosa. Puede que incluso los cambios sean completamente inocuos y por tanto supongan una importante pérdida de tiempo, algo muy valioso en los tiempos que corren, valga la redundancia.
¿Por qué arriesgarse entonces? ¿si algo funciona como está, para qué cambiar nada? en mis cortos 28 años de edad he escuchado estas palabras más veces de las que hubiese querido.
Nuevamente es nuestro amigo el miedo (Sin miedo) el principal protagonista de esta historia. Y es que algunos son tan conservadores que tienen más miedo de perder lo que ya tienen, que de no alcanzar las expectativas.
Pero es ese mismo temor el que nos debe servir de faro para advertir la frontera del océano por el que navegamos, sin que sea un obstáculo más, siendo siempre posible cambiar el rumbo o incluso llegar a la orilla y seguir a pie.
Por desgracia no siempre se percibe bien su luz, o sencillamente miramos hacia otro lado para percatarnos cuando ya es demasiado tarde, y entonces sucede el "desastre", que puede llegar incluso a hundirnos en el fondo y hacernos creer que no seremos capaces de salir a flote.
En ese momento es cuando me saco de la chistera mi famosa frase de: "las cosas buenas son para recordar, las malas para aprender de ellas". La consecuencia más directa del abuso de esta frase es lo que he acabado por describir como "ir llenando el vaso hasta que reviente", y claro, como bien indica tan explícita sentencia, se tercia necesario uno o varios cambios que permitan evitar tan funesto final.
Llegado a ese punto, cualquier atisbo de miedo está completamente sepultado bajo una espesa capa de ira y frustración maquillada por la influencia de nuestro entorno. Es el momento de tomar ciertas decisiones, por muy radicales que parezcan, mantener la mente fría y afrontar las consecuencias con la cabeza bien alta.
Sin cambios, las cosas importantes perderían gran parte de su valor y haría que la esencia de cada uno, algo que permanece inmutable por mucho que nos empeñemos, quedase dispersa en el tiempo.
¿Dispuestos a aceptar cualquier reto? Yo sí.
Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo - Alexei Tolstoi
martes, 25 de octubre de 2011
Cambio de paradigma
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miércoles, 5 de octubre de 2011
De ratas iba la cosa
O de cómo unos pocos "artistas" dominan las masas con distintas estrategias con un objetivo común: el beneficio masivo, el money-money, la tela, la pasta, los cuartos como suele decir mi abuelo.
Ese vil metal que provoca guerras, pobreza, hambre, que nos encasilla socialmente, y que no deja de darnos dolores de cabeza de todos los colores y sabores. Lo tenemos en el bolsillo, en el banco, bajo el colchón y hasta en la sopa, lo usamos para comprar, vender, sugerir, viajar, para hacer hacer figuritas de papel y estoy convencido de que algunos incluso para limpiarse sus "partes nobles". Es el motor de nuestro mundo.
Se me conoce por mi exacerbada paciencia; ese gran sumidero de cuestiones que encresparían y pondrían de mala leche a la mayoría, y que en mi caso, sólo suponen un nuevo incentivo para emplear mis amplios conocimientos en el noble arte de la relajación física, mental y espiritual. Por suerte o por desgracia, este vórtice tiende a tupirse con las barbaridades cuando llegan sin avisar y en manada.
Podría ponerme a despotricar acaloradamente durante horas sobre la actual (y vergonzosa) situación política, la especulación inmobiliaria y financiera que tanto daño ha provocado, la absurda guerra que se traen los de Apple y Samsung, el intrusismo profesional de algunos sectores, el abuso de las políticas de privacidad, la precaria situación laboral que sufrimos en España, la transparencia de algunos medios, e incluso de los "simpáticos" que se emborrachan todos los fines de semana y se mean bajo la ventana de mi cuarto.
Pero me centraré en la estupidez humana, una de esas cosas que casi podemos certificar que es infinita; con la de tiempo que llevan matemáticos y filósofos intentando convencernos del concepto infinito y lo fácil que hubiera sido empezar por ahí...
Una cualidad única en los seres vivos, sin duda, inherente al ser humano, capaz de buscar formas cada vez más imaginativas de perjudicarse así mismo, y de hacer las cosas MAL (Mutua Aniquilación Legítima), todo o casi todo como consecuencia de la ambición y el abuso de los recursos.
A veces parece que el único objetivo en la vida de algunos sea amasar cuanto sea posible pisoteando a quien se interponga en su camino, sin importar las consecuencias, ¿para qué?, mientras ellos tengan, los demás que se j****
Hoy es uno de esos días en los que la paciencia me desborda, peligrosamente empieza a convertirse en algo habitual. A lo mejor resulta que es porque soy un "tonto el haba" (también lo suele decir mi abuelo) y no acabo de ver la lógica de algunos, pero con todo el revuelo que hay levantado con algunos de los asuntos que mencionaba, igual es que no soy el único... pero vamos que ahora mismo le tronchaba la calavera a más de uno y me quedaba bien agusto... >.<
Ese vil metal que provoca guerras, pobreza, hambre, que nos encasilla socialmente, y que no deja de darnos dolores de cabeza de todos los colores y sabores. Lo tenemos en el bolsillo, en el banco, bajo el colchón y hasta en la sopa, lo usamos para comprar, vender, sugerir, viajar, para hacer hacer figuritas de papel y estoy convencido de que algunos incluso para limpiarse sus "partes nobles". Es el motor de nuestro mundo.
Se me conoce por mi exacerbada paciencia; ese gran sumidero de cuestiones que encresparían y pondrían de mala leche a la mayoría, y que en mi caso, sólo suponen un nuevo incentivo para emplear mis amplios conocimientos en el noble arte de la relajación física, mental y espiritual. Por suerte o por desgracia, este vórtice tiende a tupirse con las barbaridades cuando llegan sin avisar y en manada.
Podría ponerme a despotricar acaloradamente durante horas sobre la actual (y vergonzosa) situación política, la especulación inmobiliaria y financiera que tanto daño ha provocado, la absurda guerra que se traen los de Apple y Samsung, el intrusismo profesional de algunos sectores, el abuso de las políticas de privacidad, la precaria situación laboral que sufrimos en España, la transparencia de algunos medios, e incluso de los "simpáticos" que se emborrachan todos los fines de semana y se mean bajo la ventana de mi cuarto.
Pero me centraré en la estupidez humana, una de esas cosas que casi podemos certificar que es infinita; con la de tiempo que llevan matemáticos y filósofos intentando convencernos del concepto infinito y lo fácil que hubiera sido empezar por ahí...
Una cualidad única en los seres vivos, sin duda, inherente al ser humano, capaz de buscar formas cada vez más imaginativas de perjudicarse así mismo, y de hacer las cosas MAL (Mutua Aniquilación Legítima), todo o casi todo como consecuencia de la ambición y el abuso de los recursos.
A veces parece que el único objetivo en la vida de algunos sea amasar cuanto sea posible pisoteando a quien se interponga en su camino, sin importar las consecuencias, ¿para qué?, mientras ellos tengan, los demás que se j****
Hoy es uno de esos días en los que la paciencia me desborda, peligrosamente empieza a convertirse en algo habitual. A lo mejor resulta que es porque soy un "tonto el haba" (también lo suele decir mi abuelo) y no acabo de ver la lógica de algunos, pero con todo el revuelo que hay levantado con algunos de los asuntos que mencionaba, igual es que no soy el único... pero vamos que ahora mismo le tronchaba la calavera a más de uno y me quedaba bien agusto... >.<
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