Caen las primeras gotas frías, impregnando todo el paisaje de un olor tan característico como satisfactorio.
Lo dota de un brillo particular, sólo posible gracias al reflejo de la luz sobre el agua que ahora empapa todas las superficies que se encuentran al alcance de su ángulo de precipitación.
También crea una fina capa traslúcida que dificulta nuestra visión en un rango proporcional a la cantidad de gotas por centímetro cuadrado.
Las hojas de algunos árboles caen al suelo despojadas de sus dueños por el recelo del tiempo.
El sonido de las golpeantes gotas sobre el tejado y las ventanas, ese sonido, tan apacible y relajante que nos invita a silenciar todo cuanto nos rodea para disfrutar de su sencillez y precisión.
Son algunos de los síntomas de la llegada del otoño; esa etapa de transición meteorológica previa al frío invernal y posterior a las abrasadoras temperaturas del verano.
Lo que para unos es un suplicio, para otros es un alivio y un paso más hacia la comodidad del invierno.
Una etapa inspiradora, donde todo parece apaciguarse, donde inevitablemente buscamos con un poco más de ahínco el calor humano, donde un abrazo puede convertir un nefasto día en un momento de tranquilidad y satisfacción, haciéndonos olvidar problemas, preocupaciones o el frío de nuestro alrededor.
Porque un abrazo es mucho más que dos (o más) personas que se cercan entre ellos con sus brazos; es un momento donde cerramos los ojos y sentimos a la otra persona.
Notamos como su respiración reduce su ritmo y se hace más profunda, percibimos los latidos de su corazón que retumban en nuestro pecho, incluso el calor de sus mejillas que se roza las nuestras...
Una sensación que aporta seguridad, tranquilidad y confianza, una sensación única; una sensación que no debéis dejar escapar ;)
Oda al otoño, John Keats
ResponderEliminarEstación de las nieblas y fecundas sazones,
colaboradora íntima de un sol que ya madura,
conspirando con él cómo llenar de fruto
y bendecir las viñas que corren por las bardas,
encorvar con manzanas los árboles del huerto
y colmar todo fruto de madurez profunda;
la calabaza hinchas y engordas avellanas
con un dulce interior; haces brotar tardías
y numerosas flores hasta que las abejas
los días calurosos creen interminables
pues rebosa el estío de sus celdas viscosas.
¿Quién no te ha visto en medio de tus bienes?
Quienquiera que te busque ha de encontrarte
sentada con descuido en un granero
aventado el cabello dulcemente,
o en surco no segado sumida en hondo sueño
aspirando amapolas, mientras tu hoz respeta
la próxima gavilla de entrelazadas flores;
o te mantienes firme como una espigadora
cargada la cabeza al cruzar un arroyo,
o al lado de un lagar con paciente mirada
ves rezumar la última sidra hora tras hora.
¿En dónde con sus cantos está la primavera?
No pienses más en ellos sino en tu propia música.
Cuando el día entre nubes desmaya floreciendo
y tiñe los rastrojos de un matiz rosado,
cual lastimero coro los mosquitos se quejan
en los sauces del río, alzados, descendiendo
conforme el leve viento se reaviva o muere;
y los corderos balan allá por las colinas,
los grillos en el seto cantan, y el petirrojo
con dulce voz de tiple silba en alguna huerta
y trinan por los cielos bandos de golondrinas.
Por cierto,yo quiero un abrazo de esos, otoñal ;P
ResponderEliminarYa veo que tienes una buena colección de poesías donde elegir la adecuada para la ocasión, jejeje
ResponderEliminarMuy chula también, gracias por la aportación :)