viernes, 8 de julio de 2011

Sin pausa, pero sin prisa

De esos días que cuando eres consciente de lo que estás haciendo adviertes que están pasando muchas cosas a tu alrededor que no percibes, pues estás tan concentrado en lo que haces que pierdes la noción del tiempo, del espacio, e incluso el verdadero trasfondo de tus actos.

Notas como la realidad se encoge y se centra en un único reducido punto multidimensional donde tienen lugar una consecución, en apariencia infinita, de hechos que te llevan inescrutablemente a un resultado. Éste puede coincidir o no con el objetivo perseguido, pero sin duda es resultado y consecuencia de los subresultados precedentes.

La mayor pega, es que de algún modo te sientes atrapado por esta comprimida realidad, presionado por el tiempo y las múltiples tareas incidentes que se cruzan en el aparentemente rectilíneo camino que te conduce a la meta, en ocasiones, abrumado por el insidioso volúmen de estas impertinentes labores intermedias.

Entonces se te plantea constantemente la veradera diferencia entre urgente e importante, pues cada "irrupción" de tu armónico flujo de trabajo inflinge una serie inconsistente de alteraciones que dispersan el objetivo final. Te sumen en la incertidumbre y el pesar de abortar ciertas acciones que en un principio parecían llevar por el buen camino y que por la intrusión de otras que se inmiscuyen en tus asuntos, te hacen dudar y romper con tu lógica inicial.

Se requiere de mucha autodisciplina para evitar esa ruptura de planteamientos, especialmente cuando éstos han sido forjados por un ámplio estudio técnico y/o por diferentes procesos de ingeniería. Ten en cuenta que, tal y como dicta tu perfectamente moldeada conciencia, tus procedimientos técnico-científicos son incuestionables, y pobre del que lo haga...

Curiosamente, el paso del tiempo te impregna de parte de esta autodisciplina. Eres más consciente de todo cuanto te rodea y actúas en consecuencia. Prevees con mayor facilidad cúando y cómo se producirá el siguiente cambio y qué deberás hacer al respecto. Relajas tu subconsciente y ejerces un papel de tirano que no parece inmutarse ante la masa crítica que irrumpe el perfecto equilibrio del elaborado plan que diseñaste en un principio.

Permaneces impasible ante las dificultades y planteas más soluciones que problemas. Transiges ante una realidad que inevitablemente cambia y evoluciona. No te detienes ante nada ni nadie para perseguir tu preciado objetivo final, que en ocasiones parece difuminado, casi transparente. Pero sabes que está ahí, esperando que lo alcances.

Es la actitud la que marca la diferencia, la que invita a tu entorno a relajarse, a medirse por tu perspectiva y a sucumbir finalmente ante tu imperante figura. Es cuando todo se acomoda y la nieblina que había desaparece aclarando el camino.

Es una filosofía de actuación, una brecha de la realidad, una forma de ser.

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