¿Y por qué no veintisiete? ¿o cuarenta y cinco? ¿o cien? ¿o doscientos setenta y tres? (más no, que sino entraríamos en un duro debate científico sobre el cero absoluto :P)
¿Por qué exactamente setenta grados bajo cero?
Pues se trata de una de esas curiosas historias que parecen sacadas de un libro de ciencia ficción.
No en vano, dormía en mi sofá mientras escuchaba música la noche del cinco de septiembre del presente dos mil once (sí, escribo los números con todas sus letras, para marcar esta fecha en el recuerdo), serían aproximadamente las dos cuarenta y cinco de la madrugada (ya día seis) cuando sin esperarlo y sin explicación aparente abrí momentáneamente los ojos, saqué mi teléfono móvil que se escondía entre el cojín, mi cabeza y el "incómodo" sofá, abrí mi dropbox, seguidamente el fichero de texto que tengo para estos menesteres y lo escribí; "70 grados bajo cero", sin las comillas, seguido de dos retornos de carro y una fila de cinco asteriscos.
Consumido por la curiosidad de tan extraño gesto, en cuanto desperté de mi irregular y confuso sueño de esa noche, comprobé que efectivamente lo había escrito, así que ni corto ni perezoso googlee un poco para ver si existía algún motivo por el que esa cifra asaltó mis pensamientos a tan intempestivas horas.
Como no podía ser de otra forma, entre los primeros resultados del potente buscador apreció un enlace que me resultó familiar, algo que había leído hace no mucho sobre la dramática historia del capitán Robert Scott, quien una vez pretendió convertirse en el primer hombre en llegar al Polo Sur.
La historia sobre la carta que el capitán escribió a su mujer a setenta grados bajo cero, cuando la muerte ya le acechaba y todo parecía desvanecerse.
De dicha carta pueden extraerse fragmentos como el que sigue (fuente):
“Querida, no es fácil escribir por el frío, setenta grados bajo cero y nada más que nuestra tienda de campaña”, escribió Scott. “Lo peor de esta situación es que no te volveré a ver, hay que afrontar lo inevitable”, le decía el capitán a su mujer, a la que le pedía que se volviera a casar. “Cuando el hombre adecuado llegue para ayudarte en la vida, deberías volver a ser feliz (...) espero ser para ti un buen recuerdo”, proseguía el explorador.
Recomiendo encarecidamente la lectura del texto original, que está en inglés, pero incluso para los que no dominen mucho el idioma, estoy seguro de que les conmoverá, tal como lo hizo conmigo hace algún tiempo, y tal como lo ha vuelto a hacer esta mañana mientras escribía estas líneas.
No trataré de buscarle una explicación más allá de lo que realmente ha sucedido, simplemente lo he escrito, simplemente para compartirlo con vosotros :)
Por fin, una entrada con un estilo de redacción más "normal" (por no decir correcto, que entraríamos en un duro debate dialéctico sobre el abuso de la retórica).
ResponderEliminarMuy buena esta :)
Gracias, me alegro de que te guste :)
ResponderEliminarA mí también me ha gustado. Puede que me enfrente a la lectura del texto en su lengua madre.
ResponderEliminarNieves, ¿te refieres a la lectura del resto de textos del blog en la lengua de la madre que lo parió? ¬¬
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