lunes, 27 de junio de 2011

¡Osú illo, qué caló!

Llegamos a una época en la que encontrarse con 40ºC es bastante más habitual de lo que parece, a pesar de que depende de la ubicación en la que nos encontremos.

Tan elevadas temperaturas suelen tener diversas consecuencias en distintos aspectos de nuestras vidas. Es muy común el "fuf, con este calor, no hay quien trabaje" o el "dan ganas de irse a la piscina", incluso "con este calor, no se puede hacer deporte sin que te de un parraque" (parraque: 1. dícese del estado producido por un esfuerzo o condiciones ambientales extremas 2. Patatús, lipotimia). Dichas consecuencias inciden principalmente en nuestra actividad laboral, que de hecho invita a jefes y jefas a permitir horarios de jornada contínua para que los empleados no sufran un descenso importante en su productividad y al mismo tiempo les permita desarrollar otras actividades lúdicas propias de la época aprovechando la amplitud de las horas de sol.

Curiosamente en invierno suele suceder algo parecido, aunque opuesto obviamente y las expresiones, así mismo, evolucionan "¡hace un frío que pela!", "con tanto abrigo no se puede uno ni mover", "¡qué asco de lluvia! no se puede ni salir a la calle"...etc. La primavera, por su parte, tiene la mala costumbre de producir alergias a la gente, invitándoles a proclamar toda serie de sentencias de desprecio y con alevosía hacia la época del "florecimiento", que como es bien sabido, se trata de la estación del año en la que mayor cantidad de plantas sacan a relucir sus imponentes flores, que son las que casualmente "provocan" las mencionadas alergias. El otoño no iba a ser menos, pues es época de "regreso al cole", exámenes, fin de vacaciones... y para algunos el punto de inflexión entre el buen tiempo y el mal tiempo, porque si vamos de más a menos, malo.

Un dato curioso sobre la meteorología es que aquí en España, tenemos el que posiblemente sea uno de los mejores climas del planeta, ya que las suaves temperaturas del mediterráneo y su latitud, nos permiten disfrutar de un clima regulado por las grandes masas de agua que rodean la penísula, pues el agua es un buen regulador térmico.

Es cierto que en la mayoría de los casos, las quejas relacionadas con las perturbaciones de nuestra atmósfera no son más que una mera estrategia social para el inicio de una conversación o para cambiar de tema cuando ésta ya está iniciada, pero no deja de ser llamativo que dirijamos nuestra atención hacia algo que, en prolongados períodos de tiempo, sabemos con bastante precisión cómo va a ser y que además es a grandes rasgos invariante. Probablemente su carácter tradicional tenga gran parte de la culpa, ya que algunos años atrás cuando la agricultura suponía la principal actividad económica de la sociedad, resultaba un tema muy a tener en cuenta.

Sin embargo a nivel técnico y científico, nuestro cuerpo se autoregula ante las variaciones del clima, hasta el punto de que somos capaces de soportar situaciones bastante extremas en relación a las condiciones en las que habitualmente nos encontramos, siempre que éstas no se prolonguen demasiado.

Entonces, ¿cuál es nuestra motivación para poner en duda la inoportuna realidad de la meteorología? ¿nos obstaculiza realmente tanto nuestras vidas? ¿o no es más que parte de un juego mental-psicológico, inducido por las tendencias de nuestra sociedad? Como casi todo en esta vida, suele haber una explicación y además suele estar relacionada con otros comportamientos inherentes a las personas.

Hace no mucho, un amigo me decía que el ser humano es crítico por naturaleza y yo le instaba a que reconsiderara su postura, puesto que su naturaleza dista mucho de ser crítica, es en todo caso un ser social, que se adapta a los marcos y estereotipos que le son impuestos y apartir de ahí modela su propio sentido crítico en función de su proceso de adaptación a la sociedad.

Y es que el significado de adaptación ha sufrido una cierta tergiversación, para convertirse en "seguir la tendencia", pues es mucho más cómodo hacer y decir lo que los demás ya tienen impuesto, modelado e imbuido en sí mismos. Perdemos nuestra imaginación, creatividad e ilusión por hacer las cosas diferentes en pos de sentirnos integrados y hacer el mínimo esfuerzo posible para ello.

El tener más calor o más frío, no hará que cambiemos nuestras actitudes. Tal vez la clave esté en enfocarlo al revés.

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