Nuevamente nos encontramos a 24 de diciembre (qué rápido pasa el tiempo...), nuevamente un momento en el que los recuerdos afloran, las personas se acercan para celebrarlo, repasamos inconscientemente lo sucedido y en la mayoría de los casos, esgrimimos una inevitable e inocente sonrisa como cuando éramos niños.
Los que me conocen, saben de esa manía mía tan fea de iniciar el discurso pertinente en las celebraciones, eso de "decir unas palabras", va de serie en mi carácter.
Me gusta eso del sentimentalismo, los buenos recuerdos, decir lo que pienso (igual no se nota por el blog :P) y sobre todo compartirlo con mis allegados. Soy de esos que creen que siempre hay que buscarle la parte positiva a todo, pero también de los que creen que lo más importante son las personas.
No importa cuanto poseamos, si tenemos estudios, un coche aparcado en el garaje, ni siquiera si tenemos un trabajo bien remunerado; nada de eso tiene valor sin las personas que viven en nuestro entorno. Y es que esas personas son las que nos definen, nos ayudan a conocernos a nosotros mismos, aportan valor al resto de cosas y enriquecen nuestras vidas.
Ese, es el principal motivo por el que escribo estas palabras, porque me siento afortunado, porque las que me rodean, son grandes personas, personas que me han apoyado, que han confiado en mi, que se han reído conmigo y con las que he compartido momentos que pasarán al recuerdo.
Así, y aunque también ha habido momentos menos agraciados, hoy, quiero rendir homenaje a través de esta entrada, a los buenos momentos y a las buenas personas que me han acompañado.
Gracias a todos de corazón, os deseo unas felices fiestas y que disfrutéis todo lo que podáis de estos momentos.
Feliz Navidad
Juanma
sábado, 24 de diciembre de 2011
Feliz Navidad
martes, 20 de diciembre de 2011
Momentum
Todo tiene su tiempo y su momento; es decir, a pesar de la aparente contradicción de esa frase, no es lo mismo el tiempo que el momento, al menos no para mí.
Pasado el tiempo, uno cree que los sucesos acontecidos son consecuencia directa de los anteriores (unos más que otros), situando de forma automática un orden rígido entre los mismos dado su "tiempo" o el momento en el que transcurrieron, pero no por ello, ese momento es lo mismo que el instante en que uno de esos sucesos tiene lugar destacando sobre el resto pero al mismo tiempo apoyándose en éstos.
Es cuando todo cobra sentido, cuando parece que eso que nos contaban en algunas curiosas producciones cinematográficas de la alienación de los planetas no era una mera coincidencia. Pero lo más destacable es que no importa el instante de tiempo en el que tenga lugar, porque cuando es "ese" momento, todo es atemporal.
Pasado, presente y futuro se fusionan en un conglomerado de sensaciones dispuestas a nublar nuestro raciocinio. Nos hace olvidarnos de las percepciones y nos invita a disfrutar de la esencia misma de cada sensación, llegando a la raíz de la misma, dejando de lado cualquier otra cosa.
Y es que en este nuestro mundo, ahora que todo parece digitalizarse hasta el punto en que cambiamos muchas de nuestras necesidades primarias por "un minuto más de internet", se está perdiendo ese momentum, en favor de situaciones artificiales regidas por un estricto orden temporal.
Una auténtica pena, pues son precisamente estos detalles imperceptibles a simple vista los que le dan sentido a todo cuanto hacemos y nos proporcionan una satisfacción personal que no puede lograrse de otro modo. Yo no estoy dispuesto a renunciar a estos momentums,
¿Y tu?
Pasado el tiempo, uno cree que los sucesos acontecidos son consecuencia directa de los anteriores (unos más que otros), situando de forma automática un orden rígido entre los mismos dado su "tiempo" o el momento en el que transcurrieron, pero no por ello, ese momento es lo mismo que el instante en que uno de esos sucesos tiene lugar destacando sobre el resto pero al mismo tiempo apoyándose en éstos.
Es cuando todo cobra sentido, cuando parece que eso que nos contaban en algunas curiosas producciones cinematográficas de la alienación de los planetas no era una mera coincidencia. Pero lo más destacable es que no importa el instante de tiempo en el que tenga lugar, porque cuando es "ese" momento, todo es atemporal.
Pasado, presente y futuro se fusionan en un conglomerado de sensaciones dispuestas a nublar nuestro raciocinio. Nos hace olvidarnos de las percepciones y nos invita a disfrutar de la esencia misma de cada sensación, llegando a la raíz de la misma, dejando de lado cualquier otra cosa.
Y es que en este nuestro mundo, ahora que todo parece digitalizarse hasta el punto en que cambiamos muchas de nuestras necesidades primarias por "un minuto más de internet", se está perdiendo ese momentum, en favor de situaciones artificiales regidas por un estricto orden temporal.
Una auténtica pena, pues son precisamente estos detalles imperceptibles a simple vista los que le dan sentido a todo cuanto hacemos y nos proporcionan una satisfacción personal que no puede lograrse de otro modo. Yo no estoy dispuesto a renunciar a estos momentums,
¿Y tu?
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jueves, 1 de diciembre de 2011
Como por arte de magia
Estando en la cama a punto de cerrar por completo los ojos, en cosa de un instante, mi cabeza repasa todo lo ocurrido durante el día como si hubiera pulsado el botón de "fast rewind" y en unos segundos volviese al principio de la cinta del día.
Es el aviso previo a la oscuridad; la energía consumida a lo largo del día empieza a hacer mella en mí; los párpados pesan cuatro veces más de lo normal y disimuladamente van cerrándose; los oídos van disminiyendo su volumen y de pronto todo se apaga.
La realidad se doblega ante el poder de la imaginación mostrándose tal cual ante mi, disimulando su naturaleza etérea y otorgándome un inconsciente poder de control sobre la misma. Todo transcurre de un modo normal, sin prisas, pero sin pausas.
Sin embargo hay "algo" que no encaja, alguna de las piezas del rompecabezas que tengo frente a mi es falsa o se ha extraviado. Quizás sea porque todo va tan bien que parece inverosímil; no existen las preocupaciones, mi mente está completamente relajada y una especie de estado de éxtasis constante, obliga a mis mejillas a separarse para dibujar una sincera sonrisa que pasa desapercibida.
Lo poco habitual de la situación me mantiene alerta, pero no impide que sienta cada segundo como un auténtico regalo. Cada sensación se convierte en una obra de arte que no hace más que acentuar mi estado embriaguez.
Todo es como una gran explosión que no parece disiparse, permanece concentrada en un único lugar y yo me encuentro en él. Algo mágico, irreal, pero que sin embargo me aporta confianza y seguridad.
¿Será un sueño?
Es el aviso previo a la oscuridad; la energía consumida a lo largo del día empieza a hacer mella en mí; los párpados pesan cuatro veces más de lo normal y disimuladamente van cerrándose; los oídos van disminiyendo su volumen y de pronto todo se apaga.
La realidad se doblega ante el poder de la imaginación mostrándose tal cual ante mi, disimulando su naturaleza etérea y otorgándome un inconsciente poder de control sobre la misma. Todo transcurre de un modo normal, sin prisas, pero sin pausas.
Sin embargo hay "algo" que no encaja, alguna de las piezas del rompecabezas que tengo frente a mi es falsa o se ha extraviado. Quizás sea porque todo va tan bien que parece inverosímil; no existen las preocupaciones, mi mente está completamente relajada y una especie de estado de éxtasis constante, obliga a mis mejillas a separarse para dibujar una sincera sonrisa que pasa desapercibida.
Lo poco habitual de la situación me mantiene alerta, pero no impide que sienta cada segundo como un auténtico regalo. Cada sensación se convierte en una obra de arte que no hace más que acentuar mi estado embriaguez.
Todo es como una gran explosión que no parece disiparse, permanece concentrada en un único lugar y yo me encuentro en él. Algo mágico, irreal, pero que sin embargo me aporta confianza y seguridad.
¿Será un sueño?
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martes, 22 de noviembre de 2011
Delirios de grandeza
Venideros de una situación incómoda, donde todo parece dar vueltas en un sin sentido al que nadie atribuye una explicación concreta y todo el mundo se dispone a criticar abiertamente, como si realmente supieran de lo que están hablando, o como si eximiendo su propia culpa consiguieran cambiar algo, arreglar las cosas y sentirse mejor consigo mismo y para con los demás.
Sería difícil catalogar una situación que recrudece cada día que pasa, por culpa de unos, de otros o de todos al mismo tiempo; llega un punto es el que eso deja de importar y se tercia necesario recapitular, encontrar la raíz del problema y erradicarlo para sembrar la semilla de los futuros nuevos frutos.
Bien es sabido por los que me conocen, que no me gusta hablar de política (aunque esto no es exactamente política); muchas han sido las conversaciones entre amigos en las que he llegado incluso a mostrar hostilidad porque este tema empezaba a monopolizar la conversación.
Las razones son muchas, y como todo lo que escribo en este blog, no deja de ser una opinión/reflexión, pero la principal de todas ellas, es que a menudo subestimamos la complejidad de lo que supone establecer un método eficiente para la organización y la gestión de los recursos.
Lo que me lleva directamente a pensar que al menos yo, me veo incapaz de afrontar "el problema" ante una nube densa y casi opaca de soluciones "a medias" que además no me dejan ver el conjunto. Lo cual al mismo tiempo, es una contradicción a mis principios, pues bien sabido es también por lo que me conocen, que no suelo achantarme ante problemática alguna por muy compleja que sea, soy de los que creen que siempre hay una forma de buscarle las cosquillas al gato.
Seguramente, casi con toda probabilidad, y cerca de estar certificado como una certeza absoluta, será una cuestión de falta de "visión de juego", porque oye, nadie nace sabiendo, como decía mi abuelo, y por supuesto no todo el mundo ve las cosas de la misma forma, pero eso no quita que la fría idea que me incita a escribir esta entrada me resulte inquietante y al mismo tiempo pueda padecer de cierta verdad.
Habrá quien salte a la palestra con la excusa de que es más sencillo de lo que parece y trate de explicarme detalladamente los pormenores (curiosa la definición que da la rae a pormenores: Conjunto de circunstancias menudas y particulares de algo...) del funcionamiento del "sistema" y por qué unas cosas son de una forma y otras de otra totalmente distinta.
No les culpo por ello, es más, se lo agradezco, puesto que mi cerebro apesar de su modesta edad, sigue siendo como una esponja y aprovecha la más mínima para absorber conocimientos, algunos más inútiles que otros, pero al fin y al cabo conocimientos.
Pero siempre o casi siempre que "me dejo" cautivar por estas explicaciones, al final acabo inquiriendo con alguna cuestión que invita a pensar que el aparentemente sencillo "sistema", hace aguas por más de un sitio.
Todo ello y alguna otra cuestión que me reservo para otro momento, me conduce a la siguiente conclusión: ¿Realmente disponemos del "lenguaje" adecuado para manejar esto? (Nótese el parecido con cierta escena de la película The Matrix) ¿O existe un defecto de base, que irremediablemente nos conduce a una anomalía sistémica que evoca a la catástrofe? (Nótese la referencia esta vez a The Matrix Reloaded).
Tiendo a pensar que no tenemos la respuesta, pero eso es algo que acabaremos descubriendo tarde o temprano, ¿no?
Sería difícil catalogar una situación que recrudece cada día que pasa, por culpa de unos, de otros o de todos al mismo tiempo; llega un punto es el que eso deja de importar y se tercia necesario recapitular, encontrar la raíz del problema y erradicarlo para sembrar la semilla de los futuros nuevos frutos.
Bien es sabido por los que me conocen, que no me gusta hablar de política (aunque esto no es exactamente política); muchas han sido las conversaciones entre amigos en las que he llegado incluso a mostrar hostilidad porque este tema empezaba a monopolizar la conversación.
Las razones son muchas, y como todo lo que escribo en este blog, no deja de ser una opinión/reflexión, pero la principal de todas ellas, es que a menudo subestimamos la complejidad de lo que supone establecer un método eficiente para la organización y la gestión de los recursos.
Lo que me lleva directamente a pensar que al menos yo, me veo incapaz de afrontar "el problema" ante una nube densa y casi opaca de soluciones "a medias" que además no me dejan ver el conjunto. Lo cual al mismo tiempo, es una contradicción a mis principios, pues bien sabido es también por lo que me conocen, que no suelo achantarme ante problemática alguna por muy compleja que sea, soy de los que creen que siempre hay una forma de buscarle las cosquillas al gato.
Seguramente, casi con toda probabilidad, y cerca de estar certificado como una certeza absoluta, será una cuestión de falta de "visión de juego", porque oye, nadie nace sabiendo, como decía mi abuelo, y por supuesto no todo el mundo ve las cosas de la misma forma, pero eso no quita que la fría idea que me incita a escribir esta entrada me resulte inquietante y al mismo tiempo pueda padecer de cierta verdad.
Habrá quien salte a la palestra con la excusa de que es más sencillo de lo que parece y trate de explicarme detalladamente los pormenores (curiosa la definición que da la rae a pormenores: Conjunto de circunstancias menudas y particulares de algo...) del funcionamiento del "sistema" y por qué unas cosas son de una forma y otras de otra totalmente distinta.
No les culpo por ello, es más, se lo agradezco, puesto que mi cerebro apesar de su modesta edad, sigue siendo como una esponja y aprovecha la más mínima para absorber conocimientos, algunos más inútiles que otros, pero al fin y al cabo conocimientos.
Pero siempre o casi siempre que "me dejo" cautivar por estas explicaciones, al final acabo inquiriendo con alguna cuestión que invita a pensar que el aparentemente sencillo "sistema", hace aguas por más de un sitio.
Todo ello y alguna otra cuestión que me reservo para otro momento, me conduce a la siguiente conclusión: ¿Realmente disponemos del "lenguaje" adecuado para manejar esto? (Nótese el parecido con cierta escena de la película The Matrix) ¿O existe un defecto de base, que irremediablemente nos conduce a una anomalía sistémica que evoca a la catástrofe? (Nótese la referencia esta vez a The Matrix Reloaded).
Tiendo a pensar que no tenemos la respuesta, pero eso es algo que acabaremos descubriendo tarde o temprano, ¿no?
miércoles, 9 de noviembre de 2011
Abrazo otoñal
Caen las primeras gotas frías, impregnando todo el paisaje de un olor tan característico como satisfactorio.
Lo dota de un brillo particular, sólo posible gracias al reflejo de la luz sobre el agua que ahora empapa todas las superficies que se encuentran al alcance de su ángulo de precipitación.
También crea una fina capa traslúcida que dificulta nuestra visión en un rango proporcional a la cantidad de gotas por centímetro cuadrado.
Las hojas de algunos árboles caen al suelo despojadas de sus dueños por el recelo del tiempo.
El sonido de las golpeantes gotas sobre el tejado y las ventanas, ese sonido, tan apacible y relajante que nos invita a silenciar todo cuanto nos rodea para disfrutar de su sencillez y precisión.
Son algunos de los síntomas de la llegada del otoño; esa etapa de transición meteorológica previa al frío invernal y posterior a las abrasadoras temperaturas del verano.
Lo que para unos es un suplicio, para otros es un alivio y un paso más hacia la comodidad del invierno.
Una etapa inspiradora, donde todo parece apaciguarse, donde inevitablemente buscamos con un poco más de ahínco el calor humano, donde un abrazo puede convertir un nefasto día en un momento de tranquilidad y satisfacción, haciéndonos olvidar problemas, preocupaciones o el frío de nuestro alrededor.
Porque un abrazo es mucho más que dos (o más) personas que se cercan entre ellos con sus brazos; es un momento donde cerramos los ojos y sentimos a la otra persona.
Notamos como su respiración reduce su ritmo y se hace más profunda, percibimos los latidos de su corazón que retumban en nuestro pecho, incluso el calor de sus mejillas que se roza las nuestras...
Una sensación que aporta seguridad, tranquilidad y confianza, una sensación única; una sensación que no debéis dejar escapar ;)
Lo dota de un brillo particular, sólo posible gracias al reflejo de la luz sobre el agua que ahora empapa todas las superficies que se encuentran al alcance de su ángulo de precipitación.
También crea una fina capa traslúcida que dificulta nuestra visión en un rango proporcional a la cantidad de gotas por centímetro cuadrado.
Las hojas de algunos árboles caen al suelo despojadas de sus dueños por el recelo del tiempo.
El sonido de las golpeantes gotas sobre el tejado y las ventanas, ese sonido, tan apacible y relajante que nos invita a silenciar todo cuanto nos rodea para disfrutar de su sencillez y precisión.
Son algunos de los síntomas de la llegada del otoño; esa etapa de transición meteorológica previa al frío invernal y posterior a las abrasadoras temperaturas del verano.
Lo que para unos es un suplicio, para otros es un alivio y un paso más hacia la comodidad del invierno.
Una etapa inspiradora, donde todo parece apaciguarse, donde inevitablemente buscamos con un poco más de ahínco el calor humano, donde un abrazo puede convertir un nefasto día en un momento de tranquilidad y satisfacción, haciéndonos olvidar problemas, preocupaciones o el frío de nuestro alrededor.
Porque un abrazo es mucho más que dos (o más) personas que se cercan entre ellos con sus brazos; es un momento donde cerramos los ojos y sentimos a la otra persona.
Notamos como su respiración reduce su ritmo y se hace más profunda, percibimos los latidos de su corazón que retumban en nuestro pecho, incluso el calor de sus mejillas que se roza las nuestras...
Una sensación que aporta seguridad, tranquilidad y confianza, una sensación única; una sensación que no debéis dejar escapar ;)
viernes, 4 de noviembre de 2011
Tempus Fugit
Una expresión muy común entre mi palabrerío del día a día, los que me conocen bien, son conscientes de ello y lo sufren a menudo.
Proveniente del latín con el significado "El tiempo se escapa" o "El tiempo vuela" invitando a no perderlo. La expresión aparece por primera vez en el libro III de las Geórgicas, poema escrito por el poeta latino Virgilio. La frase exacta es "Sed fugit interea fugit irreparabile tempus", "Pero huye entre tanto, huye irreparable el tiempo".
Tras la wiki-definición (casi literal) de la sentencia que titula esta entrada, uno tiende a cuestionarse ¿qué es el tiempo?
La eterna pregunta para la que existen miles de definiciones diferentes tan válidas unas como otras. Físicos, matemáticos y filósofos entre otros, han invertido gran cantidad de tiempo en esta tarea.
Lo curioso es que todo el mundo "sabe" lo que es el tiempo, no hay ser humano al que le puedas inquirir con la cuestión y no sepa al menos darte un atisbo de respuesta. De hecho, inconscientemente cada cual tiene su propia percepción del mismo.
Algunos lo toman como medida puntual para hacer sus cosas, otros para comprobar cuanta paciencia tienen sus amigos cuando llegan tarde, otros miran rápidamente al cielo y te sacan la previsión meteorológica de los próximos cuatro días.
Los hay que lo utilizan para planear la forma de perder la mayor cantidad posible de éste, también están los que deciden la ruta de "garitos" a seguir en función del mismo, luego están los que comprimimos y exprimimos (nótese que servidor se incluye en este grupo) hasta el último segundo para poder llevar a cabo miles de tareas encadenadas unas con otras de forma que a veces parece que se desdobla el tejido espacio-tiempo; etcétera, etcétera.
No en vano la historia del tiempo trae consigo una gran retaíla de acontecimientos ligados con la forma que tenemos de medirlo (Científicos proponen redefinir la historia del tiempo con la “hora atómica”) puesto que en definitiva, es lo máximo que podemos hacer con él, medirlo.
Resulta inquietante que con la tecnología y avances científicos de los que disponemos hoy en día que nos permiten manipular y controlar prácticamente cualquier cosa, el tiempo, sigue escapando a nuestro control. Sólo podemos observarlo, contemplar su aplastante poder y aprovechar lo que tenemos para "hacer magia".
Es más, saber aprovechar el tiempo está tan cotizado, que se ha convertido en un auténtico arte o en un producto que vender al mejor postor, según quien lo mire... Algunos por el contrario, nos esforzamos contínuamente (notése nuevamente el tono de autoinclusión) por llevar esta magia, este arte, con nuestros propios métodos para ajustar al milisegundo todos y cada uno de los fregaos en los que nos metemos.
A pesar de todo ello (bonita parrafada, por cierto) cada uno tiene su propio tiempo, como si fuese algo que pudiese poseerse, y tiende inexorablemente a pensar únicamente en que es suyo y por tanto que no tiene por qué compartirlo con nadie más.
Quizás por la constante universal derivada mi anterior definición, y es que el tiempo avanza y se acaba; quizás por miedo a invertirlo en algo que no vale nada, o quizás por simple y puro egoísmo.
Yo creo que además existe otra constante universal que se cumple con el paso del tiempo, y es que cada segundo es tan valioso como el anterior y el siguiente, pero jamás un segundo por sí sólo será tan valioso e importante, como un segundo compartido.
"El pasado es historia, el futuro un misterio pero el hoy es un regalo, por eso se llama presente"
Proveniente del latín con el significado "El tiempo se escapa" o "El tiempo vuela" invitando a no perderlo. La expresión aparece por primera vez en el libro III de las Geórgicas, poema escrito por el poeta latino Virgilio. La frase exacta es "Sed fugit interea fugit irreparabile tempus", "Pero huye entre tanto, huye irreparable el tiempo".
Tras la wiki-definición (casi literal) de la sentencia que titula esta entrada, uno tiende a cuestionarse ¿qué es el tiempo?
La eterna pregunta para la que existen miles de definiciones diferentes tan válidas unas como otras. Físicos, matemáticos y filósofos entre otros, han invertido gran cantidad de tiempo en esta tarea.
Lo curioso es que todo el mundo "sabe" lo que es el tiempo, no hay ser humano al que le puedas inquirir con la cuestión y no sepa al menos darte un atisbo de respuesta. De hecho, inconscientemente cada cual tiene su propia percepción del mismo.
Algunos lo toman como medida puntual para hacer sus cosas, otros para comprobar cuanta paciencia tienen sus amigos cuando llegan tarde, otros miran rápidamente al cielo y te sacan la previsión meteorológica de los próximos cuatro días.
Los hay que lo utilizan para planear la forma de perder la mayor cantidad posible de éste, también están los que deciden la ruta de "garitos" a seguir en función del mismo, luego están los que comprimimos y exprimimos (nótese que servidor se incluye en este grupo) hasta el último segundo para poder llevar a cabo miles de tareas encadenadas unas con otras de forma que a veces parece que se desdobla el tejido espacio-tiempo; etcétera, etcétera.
No en vano la historia del tiempo trae consigo una gran retaíla de acontecimientos ligados con la forma que tenemos de medirlo (Científicos proponen redefinir la historia del tiempo con la “hora atómica”) puesto que en definitiva, es lo máximo que podemos hacer con él, medirlo.
Resulta inquietante que con la tecnología y avances científicos de los que disponemos hoy en día que nos permiten manipular y controlar prácticamente cualquier cosa, el tiempo, sigue escapando a nuestro control. Sólo podemos observarlo, contemplar su aplastante poder y aprovechar lo que tenemos para "hacer magia".
Es más, saber aprovechar el tiempo está tan cotizado, que se ha convertido en un auténtico arte o en un producto que vender al mejor postor, según quien lo mire... Algunos por el contrario, nos esforzamos contínuamente (notése nuevamente el tono de autoinclusión) por llevar esta magia, este arte, con nuestros propios métodos para ajustar al milisegundo todos y cada uno de los fregaos en los que nos metemos.
A pesar de todo ello (bonita parrafada, por cierto) cada uno tiene su propio tiempo, como si fuese algo que pudiese poseerse, y tiende inexorablemente a pensar únicamente en que es suyo y por tanto que no tiene por qué compartirlo con nadie más.
Quizás por la constante universal derivada mi anterior definición, y es que el tiempo avanza y se acaba; quizás por miedo a invertirlo en algo que no vale nada, o quizás por simple y puro egoísmo.
Yo creo que además existe otra constante universal que se cumple con el paso del tiempo, y es que cada segundo es tan valioso como el anterior y el siguiente, pero jamás un segundo por sí sólo será tan valioso e importante, como un segundo compartido.
"El pasado es historia, el futuro un misterio pero el hoy es un regalo, por eso se llama presente"
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martes, 25 de octubre de 2011
Cambio de paradigma
A veces resulta acertado realizar ciertos cambios en algunos aspectos de nuestras vidas, en pos de una situación mejor que la actual, ya sea a nivel emocional, profesional o sencillamente a la hora de preparar el pisto para los espaguetis.
Otras veces sin embargo, puede ser caótico, problemático e incluso dramático. Lo complicado del asunto es el alto de grado de incertidumbre provocado por la inexistencia de argumentos que nos puedan asegurar de modo alguno que suceda una u otra cosa. Puede que incluso los cambios sean completamente inocuos y por tanto supongan una importante pérdida de tiempo, algo muy valioso en los tiempos que corren, valga la redundancia.
¿Por qué arriesgarse entonces? ¿si algo funciona como está, para qué cambiar nada? en mis cortos 28 años de edad he escuchado estas palabras más veces de las que hubiese querido.
Nuevamente es nuestro amigo el miedo (Sin miedo) el principal protagonista de esta historia. Y es que algunos son tan conservadores que tienen más miedo de perder lo que ya tienen, que de no alcanzar las expectativas.
Pero es ese mismo temor el que nos debe servir de faro para advertir la frontera del océano por el que navegamos, sin que sea un obstáculo más, siendo siempre posible cambiar el rumbo o incluso llegar a la orilla y seguir a pie.
Por desgracia no siempre se percibe bien su luz, o sencillamente miramos hacia otro lado para percatarnos cuando ya es demasiado tarde, y entonces sucede el "desastre", que puede llegar incluso a hundirnos en el fondo y hacernos creer que no seremos capaces de salir a flote.
En ese momento es cuando me saco de la chistera mi famosa frase de: "las cosas buenas son para recordar, las malas para aprender de ellas". La consecuencia más directa del abuso de esta frase es lo que he acabado por describir como "ir llenando el vaso hasta que reviente", y claro, como bien indica tan explícita sentencia, se tercia necesario uno o varios cambios que permitan evitar tan funesto final.
Llegado a ese punto, cualquier atisbo de miedo está completamente sepultado bajo una espesa capa de ira y frustración maquillada por la influencia de nuestro entorno. Es el momento de tomar ciertas decisiones, por muy radicales que parezcan, mantener la mente fría y afrontar las consecuencias con la cabeza bien alta.
Sin cambios, las cosas importantes perderían gran parte de su valor y haría que la esencia de cada uno, algo que permanece inmutable por mucho que nos empeñemos, quedase dispersa en el tiempo.
¿Dispuestos a aceptar cualquier reto? Yo sí.
Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo - Alexei Tolstoi
Otras veces sin embargo, puede ser caótico, problemático e incluso dramático. Lo complicado del asunto es el alto de grado de incertidumbre provocado por la inexistencia de argumentos que nos puedan asegurar de modo alguno que suceda una u otra cosa. Puede que incluso los cambios sean completamente inocuos y por tanto supongan una importante pérdida de tiempo, algo muy valioso en los tiempos que corren, valga la redundancia.
¿Por qué arriesgarse entonces? ¿si algo funciona como está, para qué cambiar nada? en mis cortos 28 años de edad he escuchado estas palabras más veces de las que hubiese querido.
Nuevamente es nuestro amigo el miedo (Sin miedo) el principal protagonista de esta historia. Y es que algunos son tan conservadores que tienen más miedo de perder lo que ya tienen, que de no alcanzar las expectativas.
Pero es ese mismo temor el que nos debe servir de faro para advertir la frontera del océano por el que navegamos, sin que sea un obstáculo más, siendo siempre posible cambiar el rumbo o incluso llegar a la orilla y seguir a pie.
Por desgracia no siempre se percibe bien su luz, o sencillamente miramos hacia otro lado para percatarnos cuando ya es demasiado tarde, y entonces sucede el "desastre", que puede llegar incluso a hundirnos en el fondo y hacernos creer que no seremos capaces de salir a flote.
En ese momento es cuando me saco de la chistera mi famosa frase de: "las cosas buenas son para recordar, las malas para aprender de ellas". La consecuencia más directa del abuso de esta frase es lo que he acabado por describir como "ir llenando el vaso hasta que reviente", y claro, como bien indica tan explícita sentencia, se tercia necesario uno o varios cambios que permitan evitar tan funesto final.
Llegado a ese punto, cualquier atisbo de miedo está completamente sepultado bajo una espesa capa de ira y frustración maquillada por la influencia de nuestro entorno. Es el momento de tomar ciertas decisiones, por muy radicales que parezcan, mantener la mente fría y afrontar las consecuencias con la cabeza bien alta.
Sin cambios, las cosas importantes perderían gran parte de su valor y haría que la esencia de cada uno, algo que permanece inmutable por mucho que nos empeñemos, quedase dispersa en el tiempo.
¿Dispuestos a aceptar cualquier reto? Yo sí.
Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo - Alexei Tolstoi
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miércoles, 5 de octubre de 2011
De ratas iba la cosa
O de cómo unos pocos "artistas" dominan las masas con distintas estrategias con un objetivo común: el beneficio masivo, el money-money, la tela, la pasta, los cuartos como suele decir mi abuelo.
Ese vil metal que provoca guerras, pobreza, hambre, que nos encasilla socialmente, y que no deja de darnos dolores de cabeza de todos los colores y sabores. Lo tenemos en el bolsillo, en el banco, bajo el colchón y hasta en la sopa, lo usamos para comprar, vender, sugerir, viajar, para hacer hacer figuritas de papel y estoy convencido de que algunos incluso para limpiarse sus "partes nobles". Es el motor de nuestro mundo.
Se me conoce por mi exacerbada paciencia; ese gran sumidero de cuestiones que encresparían y pondrían de mala leche a la mayoría, y que en mi caso, sólo suponen un nuevo incentivo para emplear mis amplios conocimientos en el noble arte de la relajación física, mental y espiritual. Por suerte o por desgracia, este vórtice tiende a tupirse con las barbaridades cuando llegan sin avisar y en manada.
Podría ponerme a despotricar acaloradamente durante horas sobre la actual (y vergonzosa) situación política, la especulación inmobiliaria y financiera que tanto daño ha provocado, la absurda guerra que se traen los de Apple y Samsung, el intrusismo profesional de algunos sectores, el abuso de las políticas de privacidad, la precaria situación laboral que sufrimos en España, la transparencia de algunos medios, e incluso de los "simpáticos" que se emborrachan todos los fines de semana y se mean bajo la ventana de mi cuarto.
Pero me centraré en la estupidez humana, una de esas cosas que casi podemos certificar que es infinita; con la de tiempo que llevan matemáticos y filósofos intentando convencernos del concepto infinito y lo fácil que hubiera sido empezar por ahí...
Una cualidad única en los seres vivos, sin duda, inherente al ser humano, capaz de buscar formas cada vez más imaginativas de perjudicarse así mismo, y de hacer las cosas MAL (Mutua Aniquilación Legítima), todo o casi todo como consecuencia de la ambición y el abuso de los recursos.
A veces parece que el único objetivo en la vida de algunos sea amasar cuanto sea posible pisoteando a quien se interponga en su camino, sin importar las consecuencias, ¿para qué?, mientras ellos tengan, los demás que se j****
Hoy es uno de esos días en los que la paciencia me desborda, peligrosamente empieza a convertirse en algo habitual. A lo mejor resulta que es porque soy un "tonto el haba" (también lo suele decir mi abuelo) y no acabo de ver la lógica de algunos, pero con todo el revuelo que hay levantado con algunos de los asuntos que mencionaba, igual es que no soy el único... pero vamos que ahora mismo le tronchaba la calavera a más de uno y me quedaba bien agusto... >.<
Ese vil metal que provoca guerras, pobreza, hambre, que nos encasilla socialmente, y que no deja de darnos dolores de cabeza de todos los colores y sabores. Lo tenemos en el bolsillo, en el banco, bajo el colchón y hasta en la sopa, lo usamos para comprar, vender, sugerir, viajar, para hacer hacer figuritas de papel y estoy convencido de que algunos incluso para limpiarse sus "partes nobles". Es el motor de nuestro mundo.
Se me conoce por mi exacerbada paciencia; ese gran sumidero de cuestiones que encresparían y pondrían de mala leche a la mayoría, y que en mi caso, sólo suponen un nuevo incentivo para emplear mis amplios conocimientos en el noble arte de la relajación física, mental y espiritual. Por suerte o por desgracia, este vórtice tiende a tupirse con las barbaridades cuando llegan sin avisar y en manada.
Podría ponerme a despotricar acaloradamente durante horas sobre la actual (y vergonzosa) situación política, la especulación inmobiliaria y financiera que tanto daño ha provocado, la absurda guerra que se traen los de Apple y Samsung, el intrusismo profesional de algunos sectores, el abuso de las políticas de privacidad, la precaria situación laboral que sufrimos en España, la transparencia de algunos medios, e incluso de los "simpáticos" que se emborrachan todos los fines de semana y se mean bajo la ventana de mi cuarto.
Pero me centraré en la estupidez humana, una de esas cosas que casi podemos certificar que es infinita; con la de tiempo que llevan matemáticos y filósofos intentando convencernos del concepto infinito y lo fácil que hubiera sido empezar por ahí...
Una cualidad única en los seres vivos, sin duda, inherente al ser humano, capaz de buscar formas cada vez más imaginativas de perjudicarse así mismo, y de hacer las cosas MAL (Mutua Aniquilación Legítima), todo o casi todo como consecuencia de la ambición y el abuso de los recursos.
A veces parece que el único objetivo en la vida de algunos sea amasar cuanto sea posible pisoteando a quien se interponga en su camino, sin importar las consecuencias, ¿para qué?, mientras ellos tengan, los demás que se j****
Hoy es uno de esos días en los que la paciencia me desborda, peligrosamente empieza a convertirse en algo habitual. A lo mejor resulta que es porque soy un "tonto el haba" (también lo suele decir mi abuelo) y no acabo de ver la lógica de algunos, pero con todo el revuelo que hay levantado con algunos de los asuntos que mencionaba, igual es que no soy el único... pero vamos que ahora mismo le tronchaba la calavera a más de uno y me quedaba bien agusto... >.<
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lunes, 26 de septiembre de 2011
E igual a m por c al cuadrado
Con el revuelo científico que se está levantando tras el descubrimiento de que es posible que haya partículas que viajen más rápido que la luz, que posiblemente rebata la conocida ecuación de Albert Einstein que da título a esta entrada, parece bastante apropiada una entrada sobre velocidad, ¿no? ;)
Y es que, aunque su definición formal según la rae permite cuatro acepciones que nos "autorizan" a su uso indiscriminado en prácticamente todos los ámbitos de la vida cotidiana, me quedaré con la segunda: "f. Magnitud física que expresa el espacio recorrido por un móvil en la unidad de tiempo. Su unidad en el Sistema Internacional es el metro por segundo (m/s)"
Tan detallada descripción del vocablo, nos lleva a pensar en cierto tipo de móviles (no los de llamar...) que suelen suponer la máxima expresión en cuanto a tecnología, con un objetivo común: alcanzar la máxima velocidad en el menor tiempo posible.
Las condiciones no suelen ser las mismas para cada tipo de cuerpos que se desplazan; los WRC, deben competir en casi cualquier tipo de terreno y tienen la posibilidad de adaptarse pero bajo una seria penalización de tiempo; en la F1, las limitaciones son más técnicas y se centran más en la seguridad de los pilotos y en tratar de mantener la igualdad entre los vehículos, aunque cuando se trabaja en la élite la más mínima diferencia, puede suponer un abismo; en MotoGP, la limitación más obvia es el número de ruedas; en la F1 Powerboat World Championship, la ausencia de éstas...etcétera etcétera.
Pero también es aplicable a los propios seres humanos "tal cual" sin más herramienta que su vestimenta y su preparación para afrontar el reto inherente al desplazamiento más rápido.
¿A qué se debe esta "obsesión", por poner a prueba las leyes de la física?
Lo cierto es que cada cual tiene sus propias motivaciones, pero en el fondo todos parten de la misma base, la emoción. La sensación en sí misma que se desprende de un esfuerzo donde, concentración, frecuencia cardiaca, respiración, dilatación de las pupilas e incluso glándulas sudoríparas sufren un aumento severo y muchas veces conjunto con respecto a las situaciones que consideramos "normales", debido a la inyección de adrenalina que nuestro propio cuerpo nos aporta.
Esa incertidumbre que pone en tela de juicio si estamos un 98% asustados y un 2% emocionados o si es al revés, un 2% asustados y un 98% emocionados; aunque quizás eso sea lo más importante, no saber con certeza si nos encontramos abrumados por el temor, o una grata sensación que nos arranca una de nuestras mejores sonrisas.
Por eso tengo algunos amigos que me cuestionan constantemente por qué me empeño en lanzarme cual kamikaze montaña abajo con mi bici a velocidades en las que el más mínimo fallo me llevaría directamente al depósito sin pasar por la casilla de salida.
Mi meditada respuesta es: "La vida, como casi todo en este universo, es algo relativo, sin emociones ni retos que superar constantemente, no es una vida como tal. El miedo debe de ser una señal de advertencia, no un aliciente para los límites"
"Mi objetivo es frenar, siempre, justo después de las marcas dejadas por los otros pilotos" - Michael Schumacher
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jueves, 15 de septiembre de 2011
Arenas movedizas
Allá por el año 2000, vi una película muy recomendable llamada "Equipo a la fuerza" en su versión española (The replacements, es su título original), que protagonizan Keanu Reeves y Gene Hackman entre otros.
En un momento determinado de la película, el protagonista habla de las arenas movedizas, no como el conocido fenómeno físico que se da en un hidrogel coloide cuando se introduce una leve perturbación de la tensión de las arenas que "engulle" prácticamente todo lo que origine dicha perturbación, sino como la sensación que se produce cuando a pesar de un esfuerzo continuado por hacer las cosas bien, sucede que no todo sale como esperábamos y de hecho suele empeorar la situación, llevándonos a un círculo vicioso que nos hunde en nuestra propia frustación; similar al efecto anteriormente descrito.
Y, ¿a qué diantres viene todo esto ahora? pues es muy sencillo, a que todos hemos pasado por ello alguna vez, algunos más que otros, pero todos lo hemos vivido, sin excepción.
Aún recuerdo la sensación de hace unos días cuando salí con los amigos de ruta en bici, en los últimos metros, cuando ya las fuerzas escaseaban bastante, nos atrevimos a hacer una última escalada a modo de "colofón" por el trabajo bien hecho.
Entonces, cuando ya empezaba a pensar: "venga Juanma, que este ya es el último repecho..." de repente... ¡plas! noto como violentamente se me aceleran las piernas y la bici se detiene casi por completo, lo que me obliga a hacer un auténtico alarde de velocidad, reflejos e intuición para desengancharme los pedales automáticos a toda prisa y evitar caerme en mitad del asfalto.
Se había salido la cadena... Reventado, pero con bastante motivación todavía, pongo todo "en su sitio", me sitúo casi perpendicular a la carretera (la inclinación de la montaña no es moco de pavo) y me vuelvo a enganchar a pedalear, con más ímpetu, para recuperar el tiempo perdido, y de pronto... ¡plas! no había recorrido ni diez metros cuando volvió a ocurrir...
La motivación empieza a evaporarse junto al sudor de mi nuca que cae rendido ante un sol de justicia. Esta vez me lo tomo con un poco más de calma e intento autoconvencerme: "Venga Juanma, lo importante es que llegues arriba", pero inevitablemente las pocas fuerzas que me quedan empujan mis piernas como si no hubiera un mañana y unos metros más arriba... ¡plas!...
Tras la nueva derrota, tres minutos para respirar y cuatro más para reflexionar, conseguí ponerme de nuevo sobre la bici y completar la subida (esto me recuerda que debo de revisar la sincronización del cambio trasero :P).
Es una historia "tonta" que refleja la sensación que describía en los primeros párrafos, pero que me sirve de apoyo para remarcar la importancia de no rendirse, ni venirse abajo ante las adversidades. La recompensa está ahí arriba esperándonos, sólo hay que seguir luchando y tarde o temprano la alcanzaremos ;)
"La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva" - José Saramago
En un momento determinado de la película, el protagonista habla de las arenas movedizas, no como el conocido fenómeno físico que se da en un hidrogel coloide cuando se introduce una leve perturbación de la tensión de las arenas que "engulle" prácticamente todo lo que origine dicha perturbación, sino como la sensación que se produce cuando a pesar de un esfuerzo continuado por hacer las cosas bien, sucede que no todo sale como esperábamos y de hecho suele empeorar la situación, llevándonos a un círculo vicioso que nos hunde en nuestra propia frustación; similar al efecto anteriormente descrito.
Y, ¿a qué diantres viene todo esto ahora? pues es muy sencillo, a que todos hemos pasado por ello alguna vez, algunos más que otros, pero todos lo hemos vivido, sin excepción.
Aún recuerdo la sensación de hace unos días cuando salí con los amigos de ruta en bici, en los últimos metros, cuando ya las fuerzas escaseaban bastante, nos atrevimos a hacer una última escalada a modo de "colofón" por el trabajo bien hecho.
Entonces, cuando ya empezaba a pensar: "venga Juanma, que este ya es el último repecho..." de repente... ¡plas! noto como violentamente se me aceleran las piernas y la bici se detiene casi por completo, lo que me obliga a hacer un auténtico alarde de velocidad, reflejos e intuición para desengancharme los pedales automáticos a toda prisa y evitar caerme en mitad del asfalto.
Se había salido la cadena... Reventado, pero con bastante motivación todavía, pongo todo "en su sitio", me sitúo casi perpendicular a la carretera (la inclinación de la montaña no es moco de pavo) y me vuelvo a enganchar a pedalear, con más ímpetu, para recuperar el tiempo perdido, y de pronto... ¡plas! no había recorrido ni diez metros cuando volvió a ocurrir...
La motivación empieza a evaporarse junto al sudor de mi nuca que cae rendido ante un sol de justicia. Esta vez me lo tomo con un poco más de calma e intento autoconvencerme: "Venga Juanma, lo importante es que llegues arriba", pero inevitablemente las pocas fuerzas que me quedan empujan mis piernas como si no hubiera un mañana y unos metros más arriba... ¡plas!...
Tras la nueva derrota, tres minutos para respirar y cuatro más para reflexionar, conseguí ponerme de nuevo sobre la bici y completar la subida (esto me recuerda que debo de revisar la sincronización del cambio trasero :P).
Es una historia "tonta" que refleja la sensación que describía en los primeros párrafos, pero que me sirve de apoyo para remarcar la importancia de no rendirse, ni venirse abajo ante las adversidades. La recompensa está ahí arriba esperándonos, sólo hay que seguir luchando y tarde o temprano la alcanzaremos ;)
"La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva" - José Saramago
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martes, 6 de septiembre de 2011
70 grados bajo cero
¿Y por qué no veintisiete? ¿o cuarenta y cinco? ¿o cien? ¿o doscientos setenta y tres? (más no, que sino entraríamos en un duro debate científico sobre el cero absoluto :P)
¿Por qué exactamente setenta grados bajo cero?
Pues se trata de una de esas curiosas historias que parecen sacadas de un libro de ciencia ficción.
No en vano, dormía en mi sofá mientras escuchaba música la noche del cinco de septiembre del presente dos mil once (sí, escribo los números con todas sus letras, para marcar esta fecha en el recuerdo), serían aproximadamente las dos cuarenta y cinco de la madrugada (ya día seis) cuando sin esperarlo y sin explicación aparente abrí momentáneamente los ojos, saqué mi teléfono móvil que se escondía entre el cojín, mi cabeza y el "incómodo" sofá, abrí mi dropbox, seguidamente el fichero de texto que tengo para estos menesteres y lo escribí; "70 grados bajo cero", sin las comillas, seguido de dos retornos de carro y una fila de cinco asteriscos.
Consumido por la curiosidad de tan extraño gesto, en cuanto desperté de mi irregular y confuso sueño de esa noche, comprobé que efectivamente lo había escrito, así que ni corto ni perezoso googlee un poco para ver si existía algún motivo por el que esa cifra asaltó mis pensamientos a tan intempestivas horas.
Como no podía ser de otra forma, entre los primeros resultados del potente buscador apreció un enlace que me resultó familiar, algo que había leído hace no mucho sobre la dramática historia del capitán Robert Scott, quien una vez pretendió convertirse en el primer hombre en llegar al Polo Sur.
La historia sobre la carta que el capitán escribió a su mujer a setenta grados bajo cero, cuando la muerte ya le acechaba y todo parecía desvanecerse.
De dicha carta pueden extraerse fragmentos como el que sigue (fuente):
“Querida, no es fácil escribir por el frío, setenta grados bajo cero y nada más que nuestra tienda de campaña”, escribió Scott. “Lo peor de esta situación es que no te volveré a ver, hay que afrontar lo inevitable”, le decía el capitán a su mujer, a la que le pedía que se volviera a casar. “Cuando el hombre adecuado llegue para ayudarte en la vida, deberías volver a ser feliz (...) espero ser para ti un buen recuerdo”, proseguía el explorador.
Recomiendo encarecidamente la lectura del texto original, que está en inglés, pero incluso para los que no dominen mucho el idioma, estoy seguro de que les conmoverá, tal como lo hizo conmigo hace algún tiempo, y tal como lo ha vuelto a hacer esta mañana mientras escribía estas líneas.
No trataré de buscarle una explicación más allá de lo que realmente ha sucedido, simplemente lo he escrito, simplemente para compartirlo con vosotros :)
¿Por qué exactamente setenta grados bajo cero?
Pues se trata de una de esas curiosas historias que parecen sacadas de un libro de ciencia ficción.
No en vano, dormía en mi sofá mientras escuchaba música la noche del cinco de septiembre del presente dos mil once (sí, escribo los números con todas sus letras, para marcar esta fecha en el recuerdo), serían aproximadamente las dos cuarenta y cinco de la madrugada (ya día seis) cuando sin esperarlo y sin explicación aparente abrí momentáneamente los ojos, saqué mi teléfono móvil que se escondía entre el cojín, mi cabeza y el "incómodo" sofá, abrí mi dropbox, seguidamente el fichero de texto que tengo para estos menesteres y lo escribí; "70 grados bajo cero", sin las comillas, seguido de dos retornos de carro y una fila de cinco asteriscos.
Consumido por la curiosidad de tan extraño gesto, en cuanto desperté de mi irregular y confuso sueño de esa noche, comprobé que efectivamente lo había escrito, así que ni corto ni perezoso googlee un poco para ver si existía algún motivo por el que esa cifra asaltó mis pensamientos a tan intempestivas horas.
Como no podía ser de otra forma, entre los primeros resultados del potente buscador apreció un enlace que me resultó familiar, algo que había leído hace no mucho sobre la dramática historia del capitán Robert Scott, quien una vez pretendió convertirse en el primer hombre en llegar al Polo Sur.
La historia sobre la carta que el capitán escribió a su mujer a setenta grados bajo cero, cuando la muerte ya le acechaba y todo parecía desvanecerse.
De dicha carta pueden extraerse fragmentos como el que sigue (fuente):
“Querida, no es fácil escribir por el frío, setenta grados bajo cero y nada más que nuestra tienda de campaña”, escribió Scott. “Lo peor de esta situación es que no te volveré a ver, hay que afrontar lo inevitable”, le decía el capitán a su mujer, a la que le pedía que se volviera a casar. “Cuando el hombre adecuado llegue para ayudarte en la vida, deberías volver a ser feliz (...) espero ser para ti un buen recuerdo”, proseguía el explorador.
Recomiendo encarecidamente la lectura del texto original, que está en inglés, pero incluso para los que no dominen mucho el idioma, estoy seguro de que les conmoverá, tal como lo hizo conmigo hace algún tiempo, y tal como lo ha vuelto a hacer esta mañana mientras escribía estas líneas.
No trataré de buscarle una explicación más allá de lo que realmente ha sucedido, simplemente lo he escrito, simplemente para compartirlo con vosotros :)
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martes, 30 de agosto de 2011
Prácticamente de corazón
Hoy seré breve, como se suele decir, a buen entendedor pocas palabras bastan. Si bien este es un blog dedicado a mis reflexiones (algo que requiere más que un puñado de palabras), la que hoy me ocupa es simple y directa.
Propiciada por un momento sin control, arraigado a la esperanza por encontrar el equilibrio existente en un punto de inflexión entre la felicidad y la tristeza.
Poco estricto, casi difuso, pero encauzado en el camino que me conduce a un infinito mar de lágrimas y lamentos.
Llegado ese punto, estaría dispuesto a dar cualquier cosa para conservar ese equilibrio; temeroso, prudente, pero decidido. Pues la lucha por dura que sea, merece la pena.
Merece la pena esa extraña sensación de plenitud alcanzada, esa paz interior que el cariño, el roce de una caricia o una profunda mirada evocan lo mejor de cada uno y arrancan una inspiradora sonrisa.
Un suspiro nacido desde el abdomen que infla mi pecho, enrojece mi fulgurante corazón y que delata un amor sincero.
Inunda mi conciencia de pensamientos e ilusiones que bajo ninguna otra circunstancia en esta vida, son posibles.
Algo mutuo, tan poderoso como para mover montañas o reducir enormes distancias a escasos centímetros.
Un arma de doble filo, al que estoy dispuesto a hacer frente, sin miedo al más que probable fracaso... porque merece la pena.
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martes, 2 de agosto de 2011
Sin miedo
A algunos les afecta más, otros sólo lo perciben eventualmente, los hay que lo viven en casi cualquier aspecto de sus vidas y luego hay otros que carecen de noción alguna de éste; pero sin duda alguna, todo el mundo tiene miedo.
Y es que al margen de apreciaciones sociales y/o psicológicas que puedan hacerse, el miedo es una reacción natural de todos los animales ante una situación de riesgo o amenaza; un mecanismo de supervivencia y defensa surgido para permitir al individuo responder ante situaciones adversas con fluidez y eficacia.
Sin quererlo, se producen una serie de alteraciones en nuestro cuerpo que nos ponen en alerta fisiológicamente, aunque no siempre psicológicamente. Hay quien dice que la sensación del miedo es muy similar a la del enamoramiento, no en vano, la vasopresina (también conocida como la hormona del miedo) y la oxitocina (implicada en ciertos efectos de carácter sentimental y sexual) son bastante parecidas químicamente hablando.
Tan importantes son los efectos producidos por el miedo, que nuestro sistema judicial contempla la posibilidad de que puede restar autonomía decisoria al sujeto, llegando a ser un eximente de responsabilidad, la conocida "metus causa"; aunque sigue quedando en el aire una pequeña parte sobre el “principio de no exigibilidad de otra conducta” que al fnal se apoya en el criterio de las personas involucradas.
Existe también una gran vertiente artístico-cultural embebida en grandes obras literarias y cinematográficas (entre otras), donde todo un género de éstas, ha quedado maracado por la genialidad y en algunos casos, las retorcidas mentes de sus creadores.
Pero lo más inquietante del asunto no es tanto su naturaleza científica, sus impliciones sociales o su carácter artístico, sino la sensación en sí misma. Esa sensación que te hiela o te sofoca indistintamente, la misma que eriza tu piel o te hace sudar, esa insidiosa impresión que cambia por completo tu expresión, acelera tu pulso e inflige una ferviente ansia por escapar de la situación.
Esa ansia que en muchas ocasiones nos impide echar un paso al frente para emprender aventuras, afrontar muchos de los problemas con los que nos encontramos en nuestro día a día, o acercarnos lentamente a esa persona que nos hace vibrar en busca de un nimio gesto de cariño.
Quizás porque no seamos realmente conscientes de lo que sucede en nosotros cuando se ponen en marcha los mecanismos que activan nuestro miedo, quizás por no sentir la necesidad de buscar un punto de inflexión entre dichos mecanismos y su verdadera utilidad, o simplemente no deseamos complicarnos ni tan siquiera en pensarlo, por la comodidad de lo tradicional, lo seguro.
Sin embargo, quizás involuntariamente, estamos rechazando la posibilidad de disfrutar de ciertas oportunidades que nos ayudarían sin duda alguna a formarnos como personas, oportunidades para aprender, para disfrutar y para ser felices.
El miedo siempre ha sido uno de los grandes enemigos del ser humano, pero siempre han existido personas que se han enfrentado a él, han sabido aprovechar su naturaleza y han aportado grandes cosas a sus vidas y a las de los demás. Vencerlo está en nuestras manos.
Y tu, ¿tienes miedo?
El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma - Aldous Huxley
Y es que al margen de apreciaciones sociales y/o psicológicas que puedan hacerse, el miedo es una reacción natural de todos los animales ante una situación de riesgo o amenaza; un mecanismo de supervivencia y defensa surgido para permitir al individuo responder ante situaciones adversas con fluidez y eficacia.
Sin quererlo, se producen una serie de alteraciones en nuestro cuerpo que nos ponen en alerta fisiológicamente, aunque no siempre psicológicamente. Hay quien dice que la sensación del miedo es muy similar a la del enamoramiento, no en vano, la vasopresina (también conocida como la hormona del miedo) y la oxitocina (implicada en ciertos efectos de carácter sentimental y sexual) son bastante parecidas químicamente hablando.
Tan importantes son los efectos producidos por el miedo, que nuestro sistema judicial contempla la posibilidad de que puede restar autonomía decisoria al sujeto, llegando a ser un eximente de responsabilidad, la conocida "metus causa"; aunque sigue quedando en el aire una pequeña parte sobre el “principio de no exigibilidad de otra conducta” que al fnal se apoya en el criterio de las personas involucradas.
Existe también una gran vertiente artístico-cultural embebida en grandes obras literarias y cinematográficas (entre otras), donde todo un género de éstas, ha quedado maracado por la genialidad y en algunos casos, las retorcidas mentes de sus creadores.
Pero lo más inquietante del asunto no es tanto su naturaleza científica, sus impliciones sociales o su carácter artístico, sino la sensación en sí misma. Esa sensación que te hiela o te sofoca indistintamente, la misma que eriza tu piel o te hace sudar, esa insidiosa impresión que cambia por completo tu expresión, acelera tu pulso e inflige una ferviente ansia por escapar de la situación.
Esa ansia que en muchas ocasiones nos impide echar un paso al frente para emprender aventuras, afrontar muchos de los problemas con los que nos encontramos en nuestro día a día, o acercarnos lentamente a esa persona que nos hace vibrar en busca de un nimio gesto de cariño.
Quizás porque no seamos realmente conscientes de lo que sucede en nosotros cuando se ponen en marcha los mecanismos que activan nuestro miedo, quizás por no sentir la necesidad de buscar un punto de inflexión entre dichos mecanismos y su verdadera utilidad, o simplemente no deseamos complicarnos ni tan siquiera en pensarlo, por la comodidad de lo tradicional, lo seguro.
Sin embargo, quizás involuntariamente, estamos rechazando la posibilidad de disfrutar de ciertas oportunidades que nos ayudarían sin duda alguna a formarnos como personas, oportunidades para aprender, para disfrutar y para ser felices.
El miedo siempre ha sido uno de los grandes enemigos del ser humano, pero siempre han existido personas que se han enfrentado a él, han sabido aprovechar su naturaleza y han aportado grandes cosas a sus vidas y a las de los demás. Vencerlo está en nuestras manos.
Y tu, ¿tienes miedo?
El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma - Aldous Huxley
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jueves, 28 de julio de 2011
De bueno tonto y de mayor tonto solitario
La naturaleza es caprichosa, tiene la costumbre de asombrarnos con su impresionante poder haciendo que las cosas más inverosímiles se abran un pequeño hueco entre lo común, entre "lo normal". Un interminable compendio de sucesos no necesariamente espaciados en el tiempo, puede acabar produciendo un efecto totalmente opuesto al esperado y muchas veces se le atribuye el mérito a diversas hipótesis sobre causalidad o efecto mariposa, incluso hay quien juega en el terreno de lo divino o el azar.
Sin embargo, remarcando un carácter totalmente impersonal del asunto, siempre se esconde una molesta explicación (sea del tipo que sea) que desbarata el componente mágico, que inicialmente caracteriza a "la cosa" en cuestión.
Las personas no son la excepción que confirma la regla, pues atrapados por su índole natural, palidecen de estos mismos efectos. Aunque sí es cierto que existe un componente de éstas que tras mucho tiempo mantiene intacto ese carácter mágico; su raciocinio, su conciencia, su mente, lo que muchos llaman "el alma".
Y es en este punto donde haré un alto, para compartir mis reflexiones al respecto. Hace algún tiempo que un amigo me comentaba en una conversación normal y corriente que no existen los actos púramente altruistas, siempre existe un trasfondo que nos incita a llevarlos a cabo, intimamente relacionado con la satisfacción de una recompensa por su ejecución. Por algún motivo que no logro recordar, aquel debate quedó pendiente de ser resuelto en otro momento, pero ese momento nunca llegó.
Aún así, intentaré ofrecer una visión de lo que en mi opinión nos induce a hacer unas u otras cosas y no siempre empujados por algún tipo de beneficio. La primera parte de la entrada, ya hace gala un poco ese aire "natural" que intento imprimir en estas palabras, pero trataré de ser más explícito enfocándolo en el ya antiguo debate sobre si el hombre es bueno o malo por naturaleza.
Siempre he sostenido que el carácter de cada uno es algo que se moldea con el tiempo, no va impreso en nuestro código genético ni mucho menos está dirigido por un "principio de conducta humana", pues aunque partimos de esa misma semilla natural que caracteriza al ser humano, los hechos a los que cada cual se enfrente a lo largo y ancho de su vida, condicionan y mucho su actitud ante situaciones similares, o quizás no tan parecidas, ni con una influencia tan fácilmente perceptible, pero lo hacen.
¿Qué es lo que nos hace ser buenos o malos entonces? ¿se lo debemos al trato que recibimos de pequeños? ¿a nuestra educación? ¿o simplemente son un interminable compendio de sucesos no necesariamente espaciados en el tiempo, que puede acabar produciendo un efecto totalmente opuesto al esperado? Mi tendencia es a creer que su complejidad se extiende bastante más allá de estos factores, que sin duda pueden ser determinantes en algunos casos.
De este modo, sigo sin aceptar el condicionante implícito a una buena acción porque produzca algún tipo de beneficio, pues no siempre se espera una recompensa y sin embargo se llevan a cabo tales actos bondadosos, a pesar de que la experiencia puede indicar lo contrario incluso.
En ocasiones se trata de un comportamiento inherente a la persona en cuestión, casi instintivo, natural, tal vez en busca de una recompensa que no alcanza a comprender, o tal vez no. Tal vez sólo sea un acto por encontrar nuestra verdadera naturaleza, nuestra razón de ser, tal vez por eso anhelamos constantemente el calor humano, la cercanía, tal vez por eso entregamos nuestro corazón a otras personas sin pedir nada a cambio, casi sin querer, pero con toda la voluntad, tal vez con la esperanza de una prebenda similar o tal vez de forma inconsciente como consecuencia de esos instintos sin explicación aparente.
Tal vez seamos buenos, o tal vez seamos malos, pero sin duda, somos humanos.
Sin embargo, remarcando un carácter totalmente impersonal del asunto, siempre se esconde una molesta explicación (sea del tipo que sea) que desbarata el componente mágico, que inicialmente caracteriza a "la cosa" en cuestión.
Las personas no son la excepción que confirma la regla, pues atrapados por su índole natural, palidecen de estos mismos efectos. Aunque sí es cierto que existe un componente de éstas que tras mucho tiempo mantiene intacto ese carácter mágico; su raciocinio, su conciencia, su mente, lo que muchos llaman "el alma".
Y es en este punto donde haré un alto, para compartir mis reflexiones al respecto. Hace algún tiempo que un amigo me comentaba en una conversación normal y corriente que no existen los actos púramente altruistas, siempre existe un trasfondo que nos incita a llevarlos a cabo, intimamente relacionado con la satisfacción de una recompensa por su ejecución. Por algún motivo que no logro recordar, aquel debate quedó pendiente de ser resuelto en otro momento, pero ese momento nunca llegó.
Aún así, intentaré ofrecer una visión de lo que en mi opinión nos induce a hacer unas u otras cosas y no siempre empujados por algún tipo de beneficio. La primera parte de la entrada, ya hace gala un poco ese aire "natural" que intento imprimir en estas palabras, pero trataré de ser más explícito enfocándolo en el ya antiguo debate sobre si el hombre es bueno o malo por naturaleza.
Siempre he sostenido que el carácter de cada uno es algo que se moldea con el tiempo, no va impreso en nuestro código genético ni mucho menos está dirigido por un "principio de conducta humana", pues aunque partimos de esa misma semilla natural que caracteriza al ser humano, los hechos a los que cada cual se enfrente a lo largo y ancho de su vida, condicionan y mucho su actitud ante situaciones similares, o quizás no tan parecidas, ni con una influencia tan fácilmente perceptible, pero lo hacen.
¿Qué es lo que nos hace ser buenos o malos entonces? ¿se lo debemos al trato que recibimos de pequeños? ¿a nuestra educación? ¿o simplemente son un interminable compendio de sucesos no necesariamente espaciados en el tiempo, que puede acabar produciendo un efecto totalmente opuesto al esperado? Mi tendencia es a creer que su complejidad se extiende bastante más allá de estos factores, que sin duda pueden ser determinantes en algunos casos.
De este modo, sigo sin aceptar el condicionante implícito a una buena acción porque produzca algún tipo de beneficio, pues no siempre se espera una recompensa y sin embargo se llevan a cabo tales actos bondadosos, a pesar de que la experiencia puede indicar lo contrario incluso.
En ocasiones se trata de un comportamiento inherente a la persona en cuestión, casi instintivo, natural, tal vez en busca de una recompensa que no alcanza a comprender, o tal vez no. Tal vez sólo sea un acto por encontrar nuestra verdadera naturaleza, nuestra razón de ser, tal vez por eso anhelamos constantemente el calor humano, la cercanía, tal vez por eso entregamos nuestro corazón a otras personas sin pedir nada a cambio, casi sin querer, pero con toda la voluntad, tal vez con la esperanza de una prebenda similar o tal vez de forma inconsciente como consecuencia de esos instintos sin explicación aparente.
Tal vez seamos buenos, o tal vez seamos malos, pero sin duda, somos humanos.
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viernes, 22 de julio de 2011
El sabor de la libertad
Cada vez más, estoy fieramente convencido de lo insulsos que somos, de cómo malgastamos nuestras vidas en rellenar perfiles en redes sociales, de nuestro inagotable afán por llegar a todas partes y al mismo tiempo a ningún sitio, creando una imagen sobre nosotros que jamás coincidirá con nuestra verdadera esencia, esforzarnos una y otra vez por redimir nuestras impurezas en un mundo donde todos parecemos perfectos.
Siento como ese arrebatador impulso digital se apodera de mi, me transforma, moldea cada uno de mis pensamientos para que cada vez más, sea uno entre seis mil millones, sin importar qué aspectos de mí difieren del resto, desdoblando mi personalidad hacia un oscuro ser, vacío por dentro y efímero por fuera.
En un descabellado intento por despertar de este sueño inducido, lanzo un fuerte aullido de desesperación por sentir el control y el inevitable hecho de estar atrapado por él. Exhalo hasta el último suspiro de la ira que invade mi ser, acumulada durante incontables horas frente a la fría máquina que actúa como portal entre este mundo y la realidad. Me alzo desgastado en busca de una salida; recuerdo que viejas y arraigas costumbres supusieron un gran alivio en el pasado y me pongo manos a la obra.
Camino hacia mi vieja máquina de dar pedales; comienzo rompiendo la cubierta de polvo que se cierne sobre ella como consecuencia de su desesperante letargo; observo fascinado su inquietante simplicidad, resultado de un complejo proceso de ingeniería. Allí está, imperante, aunque no exenta de esas manchas de óxido que delatan su veteranía, esperando con ansia el momento en que pueda volver a sentir la ruda textura de asfalto y grava a velocidades que harían palidecer a muchos.
Enfundado en mi armadura de jinete de las dos ruedas y a lomos de tan valiosa acompañante, pongo rumbo hacia mi destino, sin vacilar, dejando de lado toda preocupación más allá del incesante ritmo de los pedales automáticos que crujen como si fuesen a estallar en mil pedazos, producto de la tensión aplicada por mis desentrenadas piernas. Respiro la sangre de un sufrimiento contenido en cada fuerte pedalada, sintiendo como el sol y la ausencia de brisa alguna, abrasan mis pulmones, cuyo intenso sonido en cada espiración, compite con el atronador ruido de mis cascos.
El terreno se inclina, majestuoso, haciendo de cada metro un auténtico reto. El oxígeno parece escasear, y las gotas de sudor que caen sobre el cuadro, parecen precipitarse a cámara lenta. Levanto la vista oteando el lejano horizonte que conduce a mi meta, autoconvenciéndome de que cada tramo será el último de tan duro camino. De repente, puedo divisar la cima, lo que me incita a derrochar las escasas energías que me quedan en profundas y contundentes pedaladas en pos de alcanzar el final cuanto antes.
Cuando el camino concluye, noto como mi cuerpo reacciona fulgurante, como si la bestia hubiese salido de su jaula, libre para hacer cuanto le plazca, libre para dejar salir toda la potencia que encierra.
Resulta curioso cómo hace casi exactamente un año me sucedía algo similar (http://paraquepensarlo.blogspot.com/2011/06/porque-la-vida-puede-ser-maravillosa.html), aunque menos intenso, quizás como resultado de haber sucumbido más profundamente a la presión ejercida por el mundo digital... sólo quizás.
De lo que no me cabe ninguna duda es de la verdadera importancia que tienen estas sensaciones, son parte de mi, y yo soy parte de ellas, definen mi entorno y éste define mi persona, me hacen ser quien soy. Cada una de ellas es como una pequeña pieza del puzzle que me da forma, cada una sabe a victoria, una liberación.
"Tu corazón es libre, ten valor para hacerle caso" - William Wallace
Siento como ese arrebatador impulso digital se apodera de mi, me transforma, moldea cada uno de mis pensamientos para que cada vez más, sea uno entre seis mil millones, sin importar qué aspectos de mí difieren del resto, desdoblando mi personalidad hacia un oscuro ser, vacío por dentro y efímero por fuera.
En un descabellado intento por despertar de este sueño inducido, lanzo un fuerte aullido de desesperación por sentir el control y el inevitable hecho de estar atrapado por él. Exhalo hasta el último suspiro de la ira que invade mi ser, acumulada durante incontables horas frente a la fría máquina que actúa como portal entre este mundo y la realidad. Me alzo desgastado en busca de una salida; recuerdo que viejas y arraigas costumbres supusieron un gran alivio en el pasado y me pongo manos a la obra.
Camino hacia mi vieja máquina de dar pedales; comienzo rompiendo la cubierta de polvo que se cierne sobre ella como consecuencia de su desesperante letargo; observo fascinado su inquietante simplicidad, resultado de un complejo proceso de ingeniería. Allí está, imperante, aunque no exenta de esas manchas de óxido que delatan su veteranía, esperando con ansia el momento en que pueda volver a sentir la ruda textura de asfalto y grava a velocidades que harían palidecer a muchos.
Enfundado en mi armadura de jinete de las dos ruedas y a lomos de tan valiosa acompañante, pongo rumbo hacia mi destino, sin vacilar, dejando de lado toda preocupación más allá del incesante ritmo de los pedales automáticos que crujen como si fuesen a estallar en mil pedazos, producto de la tensión aplicada por mis desentrenadas piernas. Respiro la sangre de un sufrimiento contenido en cada fuerte pedalada, sintiendo como el sol y la ausencia de brisa alguna, abrasan mis pulmones, cuyo intenso sonido en cada espiración, compite con el atronador ruido de mis cascos.
El terreno se inclina, majestuoso, haciendo de cada metro un auténtico reto. El oxígeno parece escasear, y las gotas de sudor que caen sobre el cuadro, parecen precipitarse a cámara lenta. Levanto la vista oteando el lejano horizonte que conduce a mi meta, autoconvenciéndome de que cada tramo será el último de tan duro camino. De repente, puedo divisar la cima, lo que me incita a derrochar las escasas energías que me quedan en profundas y contundentes pedaladas en pos de alcanzar el final cuanto antes.
Cuando el camino concluye, noto como mi cuerpo reacciona fulgurante, como si la bestia hubiese salido de su jaula, libre para hacer cuanto le plazca, libre para dejar salir toda la potencia que encierra.
Resulta curioso cómo hace casi exactamente un año me sucedía algo similar (http://paraquepensarlo.blogspot.com/2011/06/porque-la-vida-puede-ser-maravillosa.html), aunque menos intenso, quizás como resultado de haber sucumbido más profundamente a la presión ejercida por el mundo digital... sólo quizás.
De lo que no me cabe ninguna duda es de la verdadera importancia que tienen estas sensaciones, son parte de mi, y yo soy parte de ellas, definen mi entorno y éste define mi persona, me hacen ser quien soy. Cada una de ellas es como una pequeña pieza del puzzle que me da forma, cada una sabe a victoria, una liberación.
"Tu corazón es libre, ten valor para hacerle caso" - William Wallace
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lunes, 18 de julio de 2011
Mirando al cielo
Hacia arriba, alto, sin un horizonte aparente, lo que algunos denominan "mirar al infinito", un ejercicio de reflexión que permite un elevado grado de abstracción de todo cuanto hacemos, del tiempo que nos ocupa, e incluso del lugar en el que nos encontramos. Buscando en el fondo una respuesta a las preguntas que inconscientemente brotan de nuestras mentes, ajenos a nuestra naturaleza curiosa, inspirados por la más nimia alteración de nuestro entorno e inmutables, como si durante un instante, todo dejase de girar.
Atribuimos este estado a ciertos hechos concretos, normalmente asociados a la singular respuesta de nuestros sentimientos, pero no tenemos la costumbre de tratar de entender su esencia. Nos guiamos por su apariencia y por el "encasillamiento" constante al que nos sometemos, perdemos de vista su imponente realidad, alejándonos de la posibilidad de disfrutar de su absorbente poder.
Esa extraña fuerza que nos permite convertir la más ámplia de las distancias en escasos centímetros, para volver a sentir la más tierna de las caricias, que te ayuda a recordar aquella soleada tarde en la que una tímida brisa balanceaba su pelo mientras tus labios acariciaban los tuyos; esa fuerza que te inspira y te hace suspirar, la misma que te sirve de apoyo en los momentos difíciles, te recuerda el valor de las cosas importantes de la vida, de quienes están siempre a tu lado y que te fortalece siempre que lo necesitas.
Porque el delicado equilibrio que sustenta nuestra conciencia, limita en gran medida lo que podemos de lo que somos capaces de hacer, decir o pensar. Condiciona nuestra actitud, nuestras aspiraciones y la cantidad de nosotros que estamos dispuestos a ofrecer a los demás.
Tal vez en pos de algo o alguien que refuerce dicho equilibrio, que haga desaparecer la duda, el miedo y la incredulidad, que haga de nuestra confianza en nosotros mismos nuestra mayor baza o sencillamente nos haga capaces de alcanzar cualquier meta. O tal vez sólo buscamos una respuesta universal a todas nuestras inquietudes, una solución inocua que nos permita avanzar en nuestro camino.
¿Lo encontraremos?
Atribuimos este estado a ciertos hechos concretos, normalmente asociados a la singular respuesta de nuestros sentimientos, pero no tenemos la costumbre de tratar de entender su esencia. Nos guiamos por su apariencia y por el "encasillamiento" constante al que nos sometemos, perdemos de vista su imponente realidad, alejándonos de la posibilidad de disfrutar de su absorbente poder.
Esa extraña fuerza que nos permite convertir la más ámplia de las distancias en escasos centímetros, para volver a sentir la más tierna de las caricias, que te ayuda a recordar aquella soleada tarde en la que una tímida brisa balanceaba su pelo mientras tus labios acariciaban los tuyos; esa fuerza que te inspira y te hace suspirar, la misma que te sirve de apoyo en los momentos difíciles, te recuerda el valor de las cosas importantes de la vida, de quienes están siempre a tu lado y que te fortalece siempre que lo necesitas.
Porque el delicado equilibrio que sustenta nuestra conciencia, limita en gran medida lo que podemos de lo que somos capaces de hacer, decir o pensar. Condiciona nuestra actitud, nuestras aspiraciones y la cantidad de nosotros que estamos dispuestos a ofrecer a los demás.
Tal vez en pos de algo o alguien que refuerce dicho equilibrio, que haga desaparecer la duda, el miedo y la incredulidad, que haga de nuestra confianza en nosotros mismos nuestra mayor baza o sencillamente nos haga capaces de alcanzar cualquier meta. O tal vez sólo buscamos una respuesta universal a todas nuestras inquietudes, una solución inocua que nos permita avanzar en nuestro camino.
¿Lo encontraremos?
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miércoles, 13 de julio de 2011
Inspiración enjaulada
Buscando una salida existencial al compendio de locuras que cada día debemos afrontar, podemos perder el rumbo de nuestro barco hacia aguas peligrosas, donde quedaremos atrapados por la insidiosa lógica de dichas locuras, sin posibilidad de liberar nuestra mente.
Podría parecer que hubiésemos sacado un extracto de la película Matrix, tan popular hace unos años, y que inevitablemente vuelve a mis pensamientos (lógico para un buen aficionado a la saga ;) ) tal y como se están sucediendo los acontecimientos últimamente, ya que de un modo u otro, siempre hemos estado atrapados en una realidad tan sorprendente como la ficción en la que vivimos.
Enrevesado y contradictorio dirán algunos, pero no más allá de la verdad, pues cada paso que damos, cada línea escrita, cada palabra dicha e incluso cada pensamiento, está vigilado constantemente por unos o por otros, cada cual con unas formas distintas, pero sin duda con un objetivo común: el control.
A pesar de la aparente libertad de la que disponemos para hacernos notar a través de cientos de medios distintos, gracias a la tecnología claro está, en la mayoría de los casos estamos sujetos al genérico comportamiento de todos cuantos hacen uso de esos mismos medios o incluso somos más restrictivos aún que éstos a fin de que nuestra imagen concuerde con el contexto que marca la tendencia, quedando a merced de un viaje sobre raíles.
Sólo una ridícula minoría descarrila y marca la diferencia, en ocasiones encasillados como "freaks", o algo peor. Otros vuelan por encima del resto contemplando su diminuta naturaleza e ignorando su verdadera importancia. Pero esta red de colectivos que llamamos sociedad imprime su propia política de funcionamiento de un modo inconsciente para la mayoría, que por suerte o por desgracia afecta de un modo casi directo a nuestros comportamientos llegando incluso a ejercer un gran poder de sugestión sobre nuestros pensamientos, arruinando por completo cualquier incentivo que aporte inspiración.
Inspiración para avanzar, para crear, para no ser un objeto pasivo más e imaginar un nuevo mundo donde cualquier cosa fuera posible, donde la felicidad dejase de ser un sueño y donde las personas fuesen algo más que simples figuras de un juego de estrategia llevado a cabo por unos pocos.
Tal como se sugería en la exitosa saga cinematográfica a la que hacía referencia, libera tu mente, desata la imaginación que en ella se encierra y rompe con los esquemas, no por ambición, sino por nuestra razón de ser.
¿Estás dispuesto a comerte el mundo? yo si ;)
Podría parecer que hubiésemos sacado un extracto de la película Matrix, tan popular hace unos años, y que inevitablemente vuelve a mis pensamientos (lógico para un buen aficionado a la saga ;) ) tal y como se están sucediendo los acontecimientos últimamente, ya que de un modo u otro, siempre hemos estado atrapados en una realidad tan sorprendente como la ficción en la que vivimos.
Enrevesado y contradictorio dirán algunos, pero no más allá de la verdad, pues cada paso que damos, cada línea escrita, cada palabra dicha e incluso cada pensamiento, está vigilado constantemente por unos o por otros, cada cual con unas formas distintas, pero sin duda con un objetivo común: el control.
A pesar de la aparente libertad de la que disponemos para hacernos notar a través de cientos de medios distintos, gracias a la tecnología claro está, en la mayoría de los casos estamos sujetos al genérico comportamiento de todos cuantos hacen uso de esos mismos medios o incluso somos más restrictivos aún que éstos a fin de que nuestra imagen concuerde con el contexto que marca la tendencia, quedando a merced de un viaje sobre raíles.
Sólo una ridícula minoría descarrila y marca la diferencia, en ocasiones encasillados como "freaks", o algo peor. Otros vuelan por encima del resto contemplando su diminuta naturaleza e ignorando su verdadera importancia. Pero esta red de colectivos que llamamos sociedad imprime su propia política de funcionamiento de un modo inconsciente para la mayoría, que por suerte o por desgracia afecta de un modo casi directo a nuestros comportamientos llegando incluso a ejercer un gran poder de sugestión sobre nuestros pensamientos, arruinando por completo cualquier incentivo que aporte inspiración.
Inspiración para avanzar, para crear, para no ser un objeto pasivo más e imaginar un nuevo mundo donde cualquier cosa fuera posible, donde la felicidad dejase de ser un sueño y donde las personas fuesen algo más que simples figuras de un juego de estrategia llevado a cabo por unos pocos.
Tal como se sugería en la exitosa saga cinematográfica a la que hacía referencia, libera tu mente, desata la imaginación que en ella se encierra y rompe con los esquemas, no por ambición, sino por nuestra razón de ser.
¿Estás dispuesto a comerte el mundo? yo si ;)
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viernes, 8 de julio de 2011
Sin pausa, pero sin prisa
De esos días que cuando eres consciente de lo que estás haciendo adviertes que están pasando muchas cosas a tu alrededor que no percibes, pues estás tan concentrado en lo que haces que pierdes la noción del tiempo, del espacio, e incluso el verdadero trasfondo de tus actos.
Notas como la realidad se encoge y se centra en un único reducido punto multidimensional donde tienen lugar una consecución, en apariencia infinita, de hechos que te llevan inescrutablemente a un resultado. Éste puede coincidir o no con el objetivo perseguido, pero sin duda es resultado y consecuencia de los subresultados precedentes.
La mayor pega, es que de algún modo te sientes atrapado por esta comprimida realidad, presionado por el tiempo y las múltiples tareas incidentes que se cruzan en el aparentemente rectilíneo camino que te conduce a la meta, en ocasiones, abrumado por el insidioso volúmen de estas impertinentes labores intermedias.
Entonces se te plantea constantemente la veradera diferencia entre urgente e importante, pues cada "irrupción" de tu armónico flujo de trabajo inflinge una serie inconsistente de alteraciones que dispersan el objetivo final. Te sumen en la incertidumbre y el pesar de abortar ciertas acciones que en un principio parecían llevar por el buen camino y que por la intrusión de otras que se inmiscuyen en tus asuntos, te hacen dudar y romper con tu lógica inicial.
Se requiere de mucha autodisciplina para evitar esa ruptura de planteamientos, especialmente cuando éstos han sido forjados por un ámplio estudio técnico y/o por diferentes procesos de ingeniería. Ten en cuenta que, tal y como dicta tu perfectamente moldeada conciencia, tus procedimientos técnico-científicos son incuestionables, y pobre del que lo haga...
Curiosamente, el paso del tiempo te impregna de parte de esta autodisciplina. Eres más consciente de todo cuanto te rodea y actúas en consecuencia. Prevees con mayor facilidad cúando y cómo se producirá el siguiente cambio y qué deberás hacer al respecto. Relajas tu subconsciente y ejerces un papel de tirano que no parece inmutarse ante la masa crítica que irrumpe el perfecto equilibrio del elaborado plan que diseñaste en un principio.
Permaneces impasible ante las dificultades y planteas más soluciones que problemas. Transiges ante una realidad que inevitablemente cambia y evoluciona. No te detienes ante nada ni nadie para perseguir tu preciado objetivo final, que en ocasiones parece difuminado, casi transparente. Pero sabes que está ahí, esperando que lo alcances.
Es la actitud la que marca la diferencia, la que invita a tu entorno a relajarse, a medirse por tu perspectiva y a sucumbir finalmente ante tu imperante figura. Es cuando todo se acomoda y la nieblina que había desaparece aclarando el camino.
Es una filosofía de actuación, una brecha de la realidad, una forma de ser.
Notas como la realidad se encoge y se centra en un único reducido punto multidimensional donde tienen lugar una consecución, en apariencia infinita, de hechos que te llevan inescrutablemente a un resultado. Éste puede coincidir o no con el objetivo perseguido, pero sin duda es resultado y consecuencia de los subresultados precedentes.
La mayor pega, es que de algún modo te sientes atrapado por esta comprimida realidad, presionado por el tiempo y las múltiples tareas incidentes que se cruzan en el aparentemente rectilíneo camino que te conduce a la meta, en ocasiones, abrumado por el insidioso volúmen de estas impertinentes labores intermedias.
Entonces se te plantea constantemente la veradera diferencia entre urgente e importante, pues cada "irrupción" de tu armónico flujo de trabajo inflinge una serie inconsistente de alteraciones que dispersan el objetivo final. Te sumen en la incertidumbre y el pesar de abortar ciertas acciones que en un principio parecían llevar por el buen camino y que por la intrusión de otras que se inmiscuyen en tus asuntos, te hacen dudar y romper con tu lógica inicial.
Se requiere de mucha autodisciplina para evitar esa ruptura de planteamientos, especialmente cuando éstos han sido forjados por un ámplio estudio técnico y/o por diferentes procesos de ingeniería. Ten en cuenta que, tal y como dicta tu perfectamente moldeada conciencia, tus procedimientos técnico-científicos son incuestionables, y pobre del que lo haga...
Curiosamente, el paso del tiempo te impregna de parte de esta autodisciplina. Eres más consciente de todo cuanto te rodea y actúas en consecuencia. Prevees con mayor facilidad cúando y cómo se producirá el siguiente cambio y qué deberás hacer al respecto. Relajas tu subconsciente y ejerces un papel de tirano que no parece inmutarse ante la masa crítica que irrumpe el perfecto equilibrio del elaborado plan que diseñaste en un principio.
Permaneces impasible ante las dificultades y planteas más soluciones que problemas. Transiges ante una realidad que inevitablemente cambia y evoluciona. No te detienes ante nada ni nadie para perseguir tu preciado objetivo final, que en ocasiones parece difuminado, casi transparente. Pero sabes que está ahí, esperando que lo alcances.
Es la actitud la que marca la diferencia, la que invita a tu entorno a relajarse, a medirse por tu perspectiva y a sucumbir finalmente ante tu imperante figura. Es cuando todo se acomoda y la nieblina que había desaparece aclarando el camino.
Es una filosofía de actuación, una brecha de la realidad, una forma de ser.
lunes, 4 de julio de 2011
Y se rompió el romanticismo
Tal y como están las cosas hoy en día, cada vez es más difícil encontrar personas que se guíen por los tradicionales arquetipos románticos que tanto explotó la industria cinematográfica hace unos años. Sin ir más lejos, hay quien suele decir que éste es un comportamiento retógrado de índole machista donde el hombre es el conquistador, y la mujer la conquistada.
Obviamente, esta visión se rige por un patrón establecido por nuestra dichosa sociedad, que tiende a encasillar todo, incluso los comportamientos, pero se olvida de que la evolución y el paso del tiempo afectan a todo, incluídos los comportamientos encasillados.
Está claro que la línea divisoria que diferenciaba lo masculino de lo femenino cada vez es más delgada, rigiéndose más por cuestiones físicas, a veces se entrecorta y otras incluso desaparece por completo. No es cuestión de evaluar si esto es bueno o malo (no entraremos "al trapo" en esta entrada), sino de que cada vez el cambio es más perceptible.
Con éste, inevitablemente se producen otros cambios que son consecuencia del primero, antecedentes de los siguientes y así sucesivamente, eso de lo que tanto se habla de causa-efecto o principio de causalidad (tampoco entraremos en este debate, de momento :P). Siendo así, sería fácil entender que lo que ahora llamamos romanticismo ya no es lo que era, ni se basa en los mismos principios, estereotipos o patrones de conducta. Dicha progresión disguta o agrada a propios y extraños (para gustos colores), pero sin duda sigue habiendo gente que no entiende o no ve este cambio, y por supuesto están los que les da igual, que jamás han creído en el romanticismo.
El caso es que para bien o para mal, los románticos son una especie en vías de extinción, de esos que cuesta mucho encontrar y que de hecho, por inercia, mucha gente tiende a rechazar, como si resultara que ahora no fuese un comportamiento deseable.
Parte de la culpa la tienen las muchas personas que piensan que el sentimentalismo genera dependencia, roza la "pesadez" y es el culpable de muchas de las penurias que las personas, en su infinita comprensión de las relaciones humanas, sufren constantemente. Pero lo que sin duda alguna no se tiene en cuenta en estas cuestiones, cosa habitual entre los humanos que tendemos a acordarnos sólo de "lo malo", es la parte positiva de todo ello.
Si si, eso que ocurre cuando dos personas se conocen, se entienden, están plenamente compenetradas y que con una actitud romántica se logra elevar la experiencia a la enésima potencia. Seguramente algunos dirán que no es necesario tener esa actitud para disfrutar de una relación, y entonces yo les diría que esa respuesta se debe a que no lo han experimentado.
Y es que echando la mirada hacia atrás, todos los mejores recuerdos que tengo se refugian en el paraguas de los sentimientos, el cariño y situaciones inolvidables. Como una mirada enfrentada donde todo cuanto te rodea desaparece, el tiempo parece detenerse por unos instantes, cruzan pensamientos entre tus ojos y los suyos, expresando todo y sin decir nada.
Por todo ello (y mucho más que me reservo el derecho a no contar), invito a todos los que leéis esto, a que si tenéis la oportunidad de vivir esa o similares experiencias, no la dejéis de probar, no os arrepentiréis. Rompamos con los tópicos y los prejuicios hacia el romanticismo en lugar de apartarnos de él.
PD: Dedicado a aquellos que constantemente se mofan de mi por decir que soy un romántico y me tachan de empalagoso para arriba. Sin duda ellos sabrán apreciar las bondades de esta entrada.
Obviamente, esta visión se rige por un patrón establecido por nuestra dichosa sociedad, que tiende a encasillar todo, incluso los comportamientos, pero se olvida de que la evolución y el paso del tiempo afectan a todo, incluídos los comportamientos encasillados.
Está claro que la línea divisoria que diferenciaba lo masculino de lo femenino cada vez es más delgada, rigiéndose más por cuestiones físicas, a veces se entrecorta y otras incluso desaparece por completo. No es cuestión de evaluar si esto es bueno o malo (no entraremos "al trapo" en esta entrada), sino de que cada vez el cambio es más perceptible.
Con éste, inevitablemente se producen otros cambios que son consecuencia del primero, antecedentes de los siguientes y así sucesivamente, eso de lo que tanto se habla de causa-efecto o principio de causalidad (tampoco entraremos en este debate, de momento :P). Siendo así, sería fácil entender que lo que ahora llamamos romanticismo ya no es lo que era, ni se basa en los mismos principios, estereotipos o patrones de conducta. Dicha progresión disguta o agrada a propios y extraños (para gustos colores), pero sin duda sigue habiendo gente que no entiende o no ve este cambio, y por supuesto están los que les da igual, que jamás han creído en el romanticismo.
El caso es que para bien o para mal, los románticos son una especie en vías de extinción, de esos que cuesta mucho encontrar y que de hecho, por inercia, mucha gente tiende a rechazar, como si resultara que ahora no fuese un comportamiento deseable.
Parte de la culpa la tienen las muchas personas que piensan que el sentimentalismo genera dependencia, roza la "pesadez" y es el culpable de muchas de las penurias que las personas, en su infinita comprensión de las relaciones humanas, sufren constantemente. Pero lo que sin duda alguna no se tiene en cuenta en estas cuestiones, cosa habitual entre los humanos que tendemos a acordarnos sólo de "lo malo", es la parte positiva de todo ello.
Si si, eso que ocurre cuando dos personas se conocen, se entienden, están plenamente compenetradas y que con una actitud romántica se logra elevar la experiencia a la enésima potencia. Seguramente algunos dirán que no es necesario tener esa actitud para disfrutar de una relación, y entonces yo les diría que esa respuesta se debe a que no lo han experimentado.
Y es que echando la mirada hacia atrás, todos los mejores recuerdos que tengo se refugian en el paraguas de los sentimientos, el cariño y situaciones inolvidables. Como una mirada enfrentada donde todo cuanto te rodea desaparece, el tiempo parece detenerse por unos instantes, cruzan pensamientos entre tus ojos y los suyos, expresando todo y sin decir nada.
Por todo ello (y mucho más que me reservo el derecho a no contar), invito a todos los que leéis esto, a que si tenéis la oportunidad de vivir esa o similares experiencias, no la dejéis de probar, no os arrepentiréis. Rompamos con los tópicos y los prejuicios hacia el romanticismo en lugar de apartarnos de él.
PD: Dedicado a aquellos que constantemente se mofan de mi por decir que soy un romántico y me tachan de empalagoso para arriba. Sin duda ellos sabrán apreciar las bondades de esta entrada.
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lunes, 27 de junio de 2011
¡Osú illo, qué caló!
Llegamos a una época en la que encontrarse con 40ºC es bastante más habitual de lo que parece, a pesar de que depende de la ubicación en la que nos encontremos.
Tan elevadas temperaturas suelen tener diversas consecuencias en distintos aspectos de nuestras vidas. Es muy común el "fuf, con este calor, no hay quien trabaje" o el "dan ganas de irse a la piscina", incluso "con este calor, no se puede hacer deporte sin que te de un parraque" (parraque: 1. dícese del estado producido por un esfuerzo o condiciones ambientales extremas 2. Patatús, lipotimia). Dichas consecuencias inciden principalmente en nuestra actividad laboral, que de hecho invita a jefes y jefas a permitir horarios de jornada contínua para que los empleados no sufran un descenso importante en su productividad y al mismo tiempo les permita desarrollar otras actividades lúdicas propias de la época aprovechando la amplitud de las horas de sol.
Curiosamente en invierno suele suceder algo parecido, aunque opuesto obviamente y las expresiones, así mismo, evolucionan "¡hace un frío que pela!", "con tanto abrigo no se puede uno ni mover", "¡qué asco de lluvia! no se puede ni salir a la calle"...etc. La primavera, por su parte, tiene la mala costumbre de producir alergias a la gente, invitándoles a proclamar toda serie de sentencias de desprecio y con alevosía hacia la época del "florecimiento", que como es bien sabido, se trata de la estación del año en la que mayor cantidad de plantas sacan a relucir sus imponentes flores, que son las que casualmente "provocan" las mencionadas alergias. El otoño no iba a ser menos, pues es época de "regreso al cole", exámenes, fin de vacaciones... y para algunos el punto de inflexión entre el buen tiempo y el mal tiempo, porque si vamos de más a menos, malo.
Un dato curioso sobre la meteorología es que aquí en España, tenemos el que posiblemente sea uno de los mejores climas del planeta, ya que las suaves temperaturas del mediterráneo y su latitud, nos permiten disfrutar de un clima regulado por las grandes masas de agua que rodean la penísula, pues el agua es un buen regulador térmico.
Es cierto que en la mayoría de los casos, las quejas relacionadas con las perturbaciones de nuestra atmósfera no son más que una mera estrategia social para el inicio de una conversación o para cambiar de tema cuando ésta ya está iniciada, pero no deja de ser llamativo que dirijamos nuestra atención hacia algo que, en prolongados períodos de tiempo, sabemos con bastante precisión cómo va a ser y que además es a grandes rasgos invariante. Probablemente su carácter tradicional tenga gran parte de la culpa, ya que algunos años atrás cuando la agricultura suponía la principal actividad económica de la sociedad, resultaba un tema muy a tener en cuenta.
Sin embargo a nivel técnico y científico, nuestro cuerpo se autoregula ante las variaciones del clima, hasta el punto de que somos capaces de soportar situaciones bastante extremas en relación a las condiciones en las que habitualmente nos encontramos, siempre que éstas no se prolonguen demasiado.
Entonces, ¿cuál es nuestra motivación para poner en duda la inoportuna realidad de la meteorología? ¿nos obstaculiza realmente tanto nuestras vidas? ¿o no es más que parte de un juego mental-psicológico, inducido por las tendencias de nuestra sociedad? Como casi todo en esta vida, suele haber una explicación y además suele estar relacionada con otros comportamientos inherentes a las personas.
Hace no mucho, un amigo me decía que el ser humano es crítico por naturaleza y yo le instaba a que reconsiderara su postura, puesto que su naturaleza dista mucho de ser crítica, es en todo caso un ser social, que se adapta a los marcos y estereotipos que le son impuestos y apartir de ahí modela su propio sentido crítico en función de su proceso de adaptación a la sociedad.
Y es que el significado de adaptación ha sufrido una cierta tergiversación, para convertirse en "seguir la tendencia", pues es mucho más cómodo hacer y decir lo que los demás ya tienen impuesto, modelado e imbuido en sí mismos. Perdemos nuestra imaginación, creatividad e ilusión por hacer las cosas diferentes en pos de sentirnos integrados y hacer el mínimo esfuerzo posible para ello.
El tener más calor o más frío, no hará que cambiemos nuestras actitudes. Tal vez la clave esté en enfocarlo al revés.
Tan elevadas temperaturas suelen tener diversas consecuencias en distintos aspectos de nuestras vidas. Es muy común el "fuf, con este calor, no hay quien trabaje" o el "dan ganas de irse a la piscina", incluso "con este calor, no se puede hacer deporte sin que te de un parraque" (parraque: 1. dícese del estado producido por un esfuerzo o condiciones ambientales extremas 2. Patatús, lipotimia). Dichas consecuencias inciden principalmente en nuestra actividad laboral, que de hecho invita a jefes y jefas a permitir horarios de jornada contínua para que los empleados no sufran un descenso importante en su productividad y al mismo tiempo les permita desarrollar otras actividades lúdicas propias de la época aprovechando la amplitud de las horas de sol.
Curiosamente en invierno suele suceder algo parecido, aunque opuesto obviamente y las expresiones, así mismo, evolucionan "¡hace un frío que pela!", "con tanto abrigo no se puede uno ni mover", "¡qué asco de lluvia! no se puede ni salir a la calle"...etc. La primavera, por su parte, tiene la mala costumbre de producir alergias a la gente, invitándoles a proclamar toda serie de sentencias de desprecio y con alevosía hacia la época del "florecimiento", que como es bien sabido, se trata de la estación del año en la que mayor cantidad de plantas sacan a relucir sus imponentes flores, que son las que casualmente "provocan" las mencionadas alergias. El otoño no iba a ser menos, pues es época de "regreso al cole", exámenes, fin de vacaciones... y para algunos el punto de inflexión entre el buen tiempo y el mal tiempo, porque si vamos de más a menos, malo.
Un dato curioso sobre la meteorología es que aquí en España, tenemos el que posiblemente sea uno de los mejores climas del planeta, ya que las suaves temperaturas del mediterráneo y su latitud, nos permiten disfrutar de un clima regulado por las grandes masas de agua que rodean la penísula, pues el agua es un buen regulador térmico.
Es cierto que en la mayoría de los casos, las quejas relacionadas con las perturbaciones de nuestra atmósfera no son más que una mera estrategia social para el inicio de una conversación o para cambiar de tema cuando ésta ya está iniciada, pero no deja de ser llamativo que dirijamos nuestra atención hacia algo que, en prolongados períodos de tiempo, sabemos con bastante precisión cómo va a ser y que además es a grandes rasgos invariante. Probablemente su carácter tradicional tenga gran parte de la culpa, ya que algunos años atrás cuando la agricultura suponía la principal actividad económica de la sociedad, resultaba un tema muy a tener en cuenta.
Sin embargo a nivel técnico y científico, nuestro cuerpo se autoregula ante las variaciones del clima, hasta el punto de que somos capaces de soportar situaciones bastante extremas en relación a las condiciones en las que habitualmente nos encontramos, siempre que éstas no se prolonguen demasiado.
Entonces, ¿cuál es nuestra motivación para poner en duda la inoportuna realidad de la meteorología? ¿nos obstaculiza realmente tanto nuestras vidas? ¿o no es más que parte de un juego mental-psicológico, inducido por las tendencias de nuestra sociedad? Como casi todo en esta vida, suele haber una explicación y además suele estar relacionada con otros comportamientos inherentes a las personas.
Hace no mucho, un amigo me decía que el ser humano es crítico por naturaleza y yo le instaba a que reconsiderara su postura, puesto que su naturaleza dista mucho de ser crítica, es en todo caso un ser social, que se adapta a los marcos y estereotipos que le son impuestos y apartir de ahí modela su propio sentido crítico en función de su proceso de adaptación a la sociedad.
Y es que el significado de adaptación ha sufrido una cierta tergiversación, para convertirse en "seguir la tendencia", pues es mucho más cómodo hacer y decir lo que los demás ya tienen impuesto, modelado e imbuido en sí mismos. Perdemos nuestra imaginación, creatividad e ilusión por hacer las cosas diferentes en pos de sentirnos integrados y hacer el mínimo esfuerzo posible para ello.
El tener más calor o más frío, no hará que cambiemos nuestras actitudes. Tal vez la clave esté en enfocarlo al revés.
sábado, 25 de junio de 2011
Desvirtualización
Parece uno de estos extraños vocablos de compleja significación que habitan en nuestra rica lengua, pero sin ir más lejos, desvirtualizar es como se le llama a conocer algo o alguien en su forma física real (lo que viene siendo el cara a cara normal y corriente de toda la vida) del que sólo teníamos una noción o contacto enteramente virtual.
Solemos emplear dicha palabra para enfatizar el carácter "real" de una determinada actividad que en los tiempos que corren, habituamos a llevar a cabo a través de algún medio digital y que en el fondo, no deja de ser algo tradicional como lo que se hacía antaño de la misma forma, pero que ahora de repente parece algo "novedoso".
Se dice que nos encontramos en lo que denominamos la sociedad de la información, o como ya me atreví a aventurar hace algún tiempo, la sociedad del conocimiento, pues toda esa información flotante en el espacio-tiempo digital comienza a interconectarse entre sí dejando entrever casi de forma autodescriptiva el conocimiento que en ese mundo virtual se esconde. ¿O no?
Reflexionando tranquilamente sobre ello, se me plantean algunos interrogantes que ponen en tela de juicio mi propia hipótesis, aunque como trataré de concluir en esta entrada, en realidad la refuerzan. La primera de estas cuestiones es relativa a la transparencia de la información.
Un tema altamente inflamable, sin duda, ya que una de las "ventajas" de la interconexión digital, es el anonimato y la posibilidad de expresar prácticamente cualquier cosa, a pesar de la terrible batalla digital que últimamente se está librando por evitar que esta libertad quede coartada por leyes. Aunque no es esta libertad la que pone en duda la veracidad de los infinitos testimonios que populan la red, sino la falta de perspectiva. Y es aquí donde surge la otra cuestión sobre la que quiero hacer hincapié, de la que depende la existencia de toda tecnología, que define los parámetros de ese tejido espacio-temporal lleno de unos y ceros, le da forma, y le otorga vida: las personas.
Esos extraños seres erguidos que en algún determinado momento tomaron conciencia de sí mismos para ser inteligentes, cualidad que aprovecharon para la construcción de herramientas que facilitaran las primitivas tareas más arraigadas a la supervivencia y que hoy en día pasan por numerosos ámbitos muy distintos, producto de la evolución.
Es la tecnología, señoras y señores, ese conjunto de conocimientos técnicos ordenados científicamente que nos permiten desarrollar bienes o servicios para satisfacer tanto nuestras necesidades como nuestros deseos. Pero el insostenible crecimiento que ésta experimenta hace que la línea que separa el uso de la tecnología con su dependencia, sea cada vez más difusa. Cada vez más, pretendemos adaptarnos a las "tendencias" obviando el hecho de que la tecnología está ahí para servirnos, para adaptarse a nosotros, y no al revés.
Por eso es que las personas siempre son lo más importante y no deberíamos de caer en la trampa de pensar que las nuevas formas de comunicación surgidas de esta obscena evolución, son "la" forma de comunicarse, no son más que una extensión de lo que se ha podido hacer siempre, pero pierden gran parte de la esencia del contacto humano.
Hablar con una persona estando frente a ella, proporciona una experiencia que no puede compararse con lo que una herramienta puede ofrecernos, por muy sofisticada que esta sea. Es una experiencia que enriquece nuestros sentidos y por supuesto nuestras vidas, algo que no debe de sustituirse por la efímera relación abstracta existente entre, usuario-pantalla-pantalla-usuario. Algo tan nimio como una sonrisa, ya expresa mucho más de lo que un conjunto de caracteres e imágenes puede; su curvatura, su extensión o las pequeñas muecas que el efecto de la propia sonrisa producen en el resto del rostro, son pequeñas partes de una experiencia que no puede "encerrarse" en una imagen o en palabras.
Llegados a este punto, podemos entrever por qué ese conocimiento existente en la red, es "plano", y no está exento de muy diferentes interpretaciones causadas sin duda por la falta de ese enriquecimiento propio de la experiencia humana. Sin embargo, no son cuestiones mutuamente excluyentes, y de hecho su uso complementario aporta numerosas ventajas, que de otro modo, no son posibles, al menos no en tiempo.
La tecnología es uno de los grandes logros de la humanidad, junto al mayor de todos, las personas. No lo olvidéis ;)
Solemos emplear dicha palabra para enfatizar el carácter "real" de una determinada actividad que en los tiempos que corren, habituamos a llevar a cabo a través de algún medio digital y que en el fondo, no deja de ser algo tradicional como lo que se hacía antaño de la misma forma, pero que ahora de repente parece algo "novedoso".
Se dice que nos encontramos en lo que denominamos la sociedad de la información, o como ya me atreví a aventurar hace algún tiempo, la sociedad del conocimiento, pues toda esa información flotante en el espacio-tiempo digital comienza a interconectarse entre sí dejando entrever casi de forma autodescriptiva el conocimiento que en ese mundo virtual se esconde. ¿O no?
Reflexionando tranquilamente sobre ello, se me plantean algunos interrogantes que ponen en tela de juicio mi propia hipótesis, aunque como trataré de concluir en esta entrada, en realidad la refuerzan. La primera de estas cuestiones es relativa a la transparencia de la información.
Un tema altamente inflamable, sin duda, ya que una de las "ventajas" de la interconexión digital, es el anonimato y la posibilidad de expresar prácticamente cualquier cosa, a pesar de la terrible batalla digital que últimamente se está librando por evitar que esta libertad quede coartada por leyes. Aunque no es esta libertad la que pone en duda la veracidad de los infinitos testimonios que populan la red, sino la falta de perspectiva. Y es aquí donde surge la otra cuestión sobre la que quiero hacer hincapié, de la que depende la existencia de toda tecnología, que define los parámetros de ese tejido espacio-temporal lleno de unos y ceros, le da forma, y le otorga vida: las personas.
Esos extraños seres erguidos que en algún determinado momento tomaron conciencia de sí mismos para ser inteligentes, cualidad que aprovecharon para la construcción de herramientas que facilitaran las primitivas tareas más arraigadas a la supervivencia y que hoy en día pasan por numerosos ámbitos muy distintos, producto de la evolución.
Es la tecnología, señoras y señores, ese conjunto de conocimientos técnicos ordenados científicamente que nos permiten desarrollar bienes o servicios para satisfacer tanto nuestras necesidades como nuestros deseos. Pero el insostenible crecimiento que ésta experimenta hace que la línea que separa el uso de la tecnología con su dependencia, sea cada vez más difusa. Cada vez más, pretendemos adaptarnos a las "tendencias" obviando el hecho de que la tecnología está ahí para servirnos, para adaptarse a nosotros, y no al revés.
Por eso es que las personas siempre son lo más importante y no deberíamos de caer en la trampa de pensar que las nuevas formas de comunicación surgidas de esta obscena evolución, son "la" forma de comunicarse, no son más que una extensión de lo que se ha podido hacer siempre, pero pierden gran parte de la esencia del contacto humano.
Hablar con una persona estando frente a ella, proporciona una experiencia que no puede compararse con lo que una herramienta puede ofrecernos, por muy sofisticada que esta sea. Es una experiencia que enriquece nuestros sentidos y por supuesto nuestras vidas, algo que no debe de sustituirse por la efímera relación abstracta existente entre, usuario-pantalla-pantalla-usuario. Algo tan nimio como una sonrisa, ya expresa mucho más de lo que un conjunto de caracteres e imágenes puede; su curvatura, su extensión o las pequeñas muecas que el efecto de la propia sonrisa producen en el resto del rostro, son pequeñas partes de una experiencia que no puede "encerrarse" en una imagen o en palabras.
Llegados a este punto, podemos entrever por qué ese conocimiento existente en la red, es "plano", y no está exento de muy diferentes interpretaciones causadas sin duda por la falta de ese enriquecimiento propio de la experiencia humana. Sin embargo, no son cuestiones mutuamente excluyentes, y de hecho su uso complementario aporta numerosas ventajas, que de otro modo, no son posibles, al menos no en tiempo.
La tecnología es uno de los grandes logros de la humanidad, junto al mayor de todos, las personas. No lo olvidéis ;)
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lunes, 20 de junio de 2011
Sueños, ilusiones y esperanzas
O de cómo el ser humano tiende a llenar los vacíos que encuentra en su camino a base de pensamientos que tienen un propósito más profundo de lo que en un principio puede parecer. Pensamientos cargados de pequeños "pedacitos" de imaginación que mágicamente se unen y conforman pedazos mayores.
Es una delicia ver cómo "de la nada" el cerebro es capaz de crear ideas que cuando se materializan no dejan de asombrarnos pese a que habitualmente tenemos la firmeza de que no podemos ver nada que nos sorprenda a estas alturas. Ideas forjadas con ilusión, pensamientos positivos y que en determinadas ocasiones nos llenan de tanto entusiasmo que su incesante intento por materializarlas se convierte en lo que llamamos sueños.
Y con esto no me refiero a los sueños que tenemos cuando dormimos, sino precisamente a los que nos arrebatan ese descanso. Esos que perseguimos con ahínco e ilusión y que alimentan nuestras esperanzas por verlos realizados. No en vano, se les suele de calificar de ilusos a aquellos que rozan la obsesión por tratar de cumplir algunos de estos sueños, ya que a veces se salen tanto de lo que consideramos habitual, que provoca incluso rechazo social.
Nada más lejos de la verdad, esta profunda búsqueda de una realidad que conecte nuestros pensamientos con los hechos palpables que conocemos y a los que estamos habituados, no desfallece en su intento de salir a flote en el infinito océano que inunda nuestras vidas de costumbres y actos arraigados a cada cultura. ¿Es éste un filtro natural creado por nuestra sociedad para detectar a aquellos que no encajan en ella? ¿o es algo más? Pensémoslo un poco más detenidamente.
Podría realizar una serie de argumentaciones matemático-teórico-cintíficas que me sirviesen de apoyo para llegar a las conclusiones que pretendo alcanzar, pero me basaré en algo más simple, ya que como con casi todo en esta vida, siempre hay una forma más sencilla de hacer las cosas. Algo tan sencillo como una pelota, sí, ese objeto esférico que se suele utilizar para jugar y que dependiendo del juego en cuestión tiene unas características u otras, como el tamaño o el material con el que está construido.
Independientemente de estos factores, cuando se lee la palabra "pelota" es inevitable llevar a la mente una imagen esférica o circular que posteriormente asociamos a unas cosas u otras dependiendo de nuestra cultura, educación, o de nuestro entorno en general. Ahora si imaginamos la situación de dos niños (sin género) que ven una pelota, a lo mejor no por primera vez, pero si cuando se plantean por primera vez porque una pelota es como es. Si hay algo en lo que estamos de acuerdo, es en que los niños están cargados de ilusión, inocencia y curiosidad por las cosas, ergo dicha situación es bastante normal.
El primer niño cuando observa la pelota se plantea subconscientemente que se parece mucho a esa cosa brillante que apareció anoche en el cielo y que curiosamente parecía estar muy cerca, pero en realidad estaba muy lejos, es entonces cuando el niño empieza a dejar fluir su ilusión y curiosidad despertada por tan extraño objeto, que puede ser tan parecido y a la vez tan distinto, obviamente, inconsciente de la verdadera naturaleza de la luna, su forma, su brillo o por qué aparece por la noche allí arriba en el cielo. Sin embargo, tan sencillo acto de observación puede despertar un gran interés del futuro hombre (o mujer) por la extraordinaria naturaleza de nuestro satélite natural.
De un modo semejante el otro niño, puede que al ver la pelota se sienta fascinado por la "expresividad" de la pelota que rebota contra la superficie y lo hace de forma distinta en función del ángulo, la fuerza del impacto o incluso de la morfología de la propia superficie. En este caso, su interés se despertaría en otra dirección totalmente opuesta de la del primer niño.
Podríamos estar hablando perfectamente de la infancia de Neil Amstrong y Arancha Sánchez Vicario, o simplemente de dos personas que perdieron parte de esa ilusión en un momento de sus vidas y que escogieron caminos donde sus sueños, sus metas u objetivos quedaron relegados a un segundo plano.
Aquí es donde muchos intervendrán alegando que la ilusión "está bien", pero hay que ser realistas, y la realidad es dura, difícil y a veces incluso puñetera, pero ésta no es incompatible con la ilusión, los sueños y las esperanzas, de hecho, ésta realidad se ha ido formando con estas pequeñas pizcas de ilusión que algunos despertaron en los demás, que un hombre hizo historia al pisar por primera vez la luna a pesar de la increíble distancia que los separaba, o que una mujer hizo historia también como una de las mejores tenistas conmoviendo y emocionando a miles de personas.
La ilusión, los sueños y las esperanzas, son parte de nuestra esencia como seres humanos, negarla y arrodillarse ante la dificultad de la realidad, no es más que un burdo intento por negar lo que somos, por la comodidad de un mundo dirigido por los demás en el que nuestras vidas viajan por los raíles que éstos dejaron, un mundo vacío, sin la mitad del valor que en realidad tiene.
Dejad que el niño que lleváis dentro os devuelva la ilusión.
Es una delicia ver cómo "de la nada" el cerebro es capaz de crear ideas que cuando se materializan no dejan de asombrarnos pese a que habitualmente tenemos la firmeza de que no podemos ver nada que nos sorprenda a estas alturas. Ideas forjadas con ilusión, pensamientos positivos y que en determinadas ocasiones nos llenan de tanto entusiasmo que su incesante intento por materializarlas se convierte en lo que llamamos sueños.
Y con esto no me refiero a los sueños que tenemos cuando dormimos, sino precisamente a los que nos arrebatan ese descanso. Esos que perseguimos con ahínco e ilusión y que alimentan nuestras esperanzas por verlos realizados. No en vano, se les suele de calificar de ilusos a aquellos que rozan la obsesión por tratar de cumplir algunos de estos sueños, ya que a veces se salen tanto de lo que consideramos habitual, que provoca incluso rechazo social.
Nada más lejos de la verdad, esta profunda búsqueda de una realidad que conecte nuestros pensamientos con los hechos palpables que conocemos y a los que estamos habituados, no desfallece en su intento de salir a flote en el infinito océano que inunda nuestras vidas de costumbres y actos arraigados a cada cultura. ¿Es éste un filtro natural creado por nuestra sociedad para detectar a aquellos que no encajan en ella? ¿o es algo más? Pensémoslo un poco más detenidamente.
Podría realizar una serie de argumentaciones matemático-teórico-cintíficas que me sirviesen de apoyo para llegar a las conclusiones que pretendo alcanzar, pero me basaré en algo más simple, ya que como con casi todo en esta vida, siempre hay una forma más sencilla de hacer las cosas. Algo tan sencillo como una pelota, sí, ese objeto esférico que se suele utilizar para jugar y que dependiendo del juego en cuestión tiene unas características u otras, como el tamaño o el material con el que está construido.
Independientemente de estos factores, cuando se lee la palabra "pelota" es inevitable llevar a la mente una imagen esférica o circular que posteriormente asociamos a unas cosas u otras dependiendo de nuestra cultura, educación, o de nuestro entorno en general. Ahora si imaginamos la situación de dos niños (sin género) que ven una pelota, a lo mejor no por primera vez, pero si cuando se plantean por primera vez porque una pelota es como es. Si hay algo en lo que estamos de acuerdo, es en que los niños están cargados de ilusión, inocencia y curiosidad por las cosas, ergo dicha situación es bastante normal.
El primer niño cuando observa la pelota se plantea subconscientemente que se parece mucho a esa cosa brillante que apareció anoche en el cielo y que curiosamente parecía estar muy cerca, pero en realidad estaba muy lejos, es entonces cuando el niño empieza a dejar fluir su ilusión y curiosidad despertada por tan extraño objeto, que puede ser tan parecido y a la vez tan distinto, obviamente, inconsciente de la verdadera naturaleza de la luna, su forma, su brillo o por qué aparece por la noche allí arriba en el cielo. Sin embargo, tan sencillo acto de observación puede despertar un gran interés del futuro hombre (o mujer) por la extraordinaria naturaleza de nuestro satélite natural.
De un modo semejante el otro niño, puede que al ver la pelota se sienta fascinado por la "expresividad" de la pelota que rebota contra la superficie y lo hace de forma distinta en función del ángulo, la fuerza del impacto o incluso de la morfología de la propia superficie. En este caso, su interés se despertaría en otra dirección totalmente opuesta de la del primer niño.
Podríamos estar hablando perfectamente de la infancia de Neil Amstrong y Arancha Sánchez Vicario, o simplemente de dos personas que perdieron parte de esa ilusión en un momento de sus vidas y que escogieron caminos donde sus sueños, sus metas u objetivos quedaron relegados a un segundo plano.
Aquí es donde muchos intervendrán alegando que la ilusión "está bien", pero hay que ser realistas, y la realidad es dura, difícil y a veces incluso puñetera, pero ésta no es incompatible con la ilusión, los sueños y las esperanzas, de hecho, ésta realidad se ha ido formando con estas pequeñas pizcas de ilusión que algunos despertaron en los demás, que un hombre hizo historia al pisar por primera vez la luna a pesar de la increíble distancia que los separaba, o que una mujer hizo historia también como una de las mejores tenistas conmoviendo y emocionando a miles de personas.
La ilusión, los sueños y las esperanzas, son parte de nuestra esencia como seres humanos, negarla y arrodillarse ante la dificultad de la realidad, no es más que un burdo intento por negar lo que somos, por la comodidad de un mundo dirigido por los demás en el que nuestras vidas viajan por los raíles que éstos dejaron, un mundo vacío, sin la mitad del valor que en realidad tiene.
Dejad que el niño que lleváis dentro os devuelva la ilusión.
viernes, 10 de junio de 2011
Vi veris veniversum vivus vici
Fecha original: 31 de Ago de 2010
"Por el poder de la verdad, yo, mientras viva, conquistaré el universo".
Sabias palabras de Fausto, que curiosamente era un personaje de ficción inspirado en un mago que se supone que vivió entre el siglo XV y el siglo XVI. Proclamaba que había vendido su alma al diablo para obtener sabiduría.
No tan distante resulta la imagen que vivimos actualmente aquellos que tratamos de hacer algo por un mundo donde cada gota de sudor cuesta más que el beneficio que produce.
Sólo nos queda aferrarnos a las viejas creencias de respeto y honor por todo aquello que nos rodea, sin importarnos sacrificar parte de nuestro ser en un camino lleno de obstáculos producidos por nosotros mismos, dónde sólo sobrevive aquel que logra anteponerse en circunstancias y parecer a los que compiten con él.
¿Acaso vendemos nuestra alma al diablo a cambio de una triste porción de sabiduría que nos sirva como excusa para darle sentido a nuestras vidas? Algunos más que otros, pero en definitiva, todos lo hacemos.
Y qué rebelde sería un gesto por acabar con la tenaz evolución de nuestra sociedad para embarcarnos en un viaje al pasado donde prevalecían los valores que dieron forma a las más bellas escrituras jamás compuestas, donde una lengua como el latín, ahora vacua y en desuso, proclama a los cuatro vientos con una sencillez y elegancia pasmosa los valores que hicieron grande al ser humano y que le dota de tan preciada sabiduría.
Pero deberíamos cuestionarnos si la innegable aceptación de la verdad no deja de ser si no un reflejo de nuestra propia alma, sobre la que escupimos día tras día en pos de un mayor beneficio social, pero en detrimento del ejercicio de la conciencia.
Lo peor de todo es el escaso tiempo del que disponemos (o queremos disponer) para ejercer estas reflexiones que nos permitan restituir nuestra personalidad con el fin de aportar algo más que un simple beneficio social propio.
Ya lo decía Descartes: "..pienso, luego existo.."
¿O no?
"Por el poder de la verdad, yo, mientras viva, conquistaré el universo".
Sabias palabras de Fausto, que curiosamente era un personaje de ficción inspirado en un mago que se supone que vivió entre el siglo XV y el siglo XVI. Proclamaba que había vendido su alma al diablo para obtener sabiduría.
No tan distante resulta la imagen que vivimos actualmente aquellos que tratamos de hacer algo por un mundo donde cada gota de sudor cuesta más que el beneficio que produce.
Sólo nos queda aferrarnos a las viejas creencias de respeto y honor por todo aquello que nos rodea, sin importarnos sacrificar parte de nuestro ser en un camino lleno de obstáculos producidos por nosotros mismos, dónde sólo sobrevive aquel que logra anteponerse en circunstancias y parecer a los que compiten con él.
¿Acaso vendemos nuestra alma al diablo a cambio de una triste porción de sabiduría que nos sirva como excusa para darle sentido a nuestras vidas? Algunos más que otros, pero en definitiva, todos lo hacemos.
Y qué rebelde sería un gesto por acabar con la tenaz evolución de nuestra sociedad para embarcarnos en un viaje al pasado donde prevalecían los valores que dieron forma a las más bellas escrituras jamás compuestas, donde una lengua como el latín, ahora vacua y en desuso, proclama a los cuatro vientos con una sencillez y elegancia pasmosa los valores que hicieron grande al ser humano y que le dota de tan preciada sabiduría.
Pero deberíamos cuestionarnos si la innegable aceptación de la verdad no deja de ser si no un reflejo de nuestra propia alma, sobre la que escupimos día tras día en pos de un mayor beneficio social, pero en detrimento del ejercicio de la conciencia.
Lo peor de todo es el escaso tiempo del que disponemos (o queremos disponer) para ejercer estas reflexiones que nos permitan restituir nuestra personalidad con el fin de aportar algo más que un simple beneficio social propio.
Ya lo decía Descartes: "..pienso, luego existo.."
¿O no?
Frustración infinita
Fecha original: 19 de Ago de 2010
Por cada segundo que pasa en nuestras vidas dicen que perdemos una oportunidad de hacer algo nuevo que no hayamos hecho ya y que nos proporcionará gran satisfacción además de acercarnos a nuestro utópico sentimiento de la felicidad absoluta.
La verdad es que no sólo resulta complejo encontrar una verdadera razón para decidir sobre una serie finita (o no tanto) de posibilidades que nos conduzca a cubrir dichas oportunidades satisfactoriamente, si no que además existen numerosos factores de carácter rutinario que nos evaden de esta reflexión retrasando una y otra vez la posibilidad de llevar a cabo tales cosas.
Retrasando hasta tal punto que cada vez que encontramos un incentivo para alcanzar nuevos objetivos, nos vemos en la desgracia de que al mirar hacia atrás se han acumulado tal cantidad de desconcertantes hechos "pendientes" que perdemos el foco de lo que estamos haciendo para caer en un profundo suspiro a modo de: "...puff, que asco..."
Y es que no hay mal que por bien no venga, pues en parte, si reflexionamos un poco sobre esta fortuita frustración acabamos por preferir esta situación, antes que aburrirnos por no saber que hacer.
El resultado nos conduce al título de esta entrada y cuando llegan fechas como agosto, pensamos en "reventar" esta lista de tareas pendientes y quitarnos esa extraña sensación de amalgamamiento de ideas.
Pero la realidad es que muchos de nosotros, necesitaríamos varias vidas enteras para llevar a cabo todo lo que quisiéramos, proporcionándonos al mismo tiempo un mayor baraje de tiempo para incrementar la lista, lo que a su vez, nos induce en un interminable bucle que aturulla nuestras mentes desembocando en un espantoso dolor de cabeza por las mañanas recién levantados...
¿Caeremos en la tentación de convertirnos en máquinas sin conciencia que hacen sólo cuanto se les ordena?
No tendremos tanta suerte...
Por cada segundo que pasa en nuestras vidas dicen que perdemos una oportunidad de hacer algo nuevo que no hayamos hecho ya y que nos proporcionará gran satisfacción además de acercarnos a nuestro utópico sentimiento de la felicidad absoluta.
La verdad es que no sólo resulta complejo encontrar una verdadera razón para decidir sobre una serie finita (o no tanto) de posibilidades que nos conduzca a cubrir dichas oportunidades satisfactoriamente, si no que además existen numerosos factores de carácter rutinario que nos evaden de esta reflexión retrasando una y otra vez la posibilidad de llevar a cabo tales cosas.
Retrasando hasta tal punto que cada vez que encontramos un incentivo para alcanzar nuevos objetivos, nos vemos en la desgracia de que al mirar hacia atrás se han acumulado tal cantidad de desconcertantes hechos "pendientes" que perdemos el foco de lo que estamos haciendo para caer en un profundo suspiro a modo de: "...puff, que asco..."
Y es que no hay mal que por bien no venga, pues en parte, si reflexionamos un poco sobre esta fortuita frustración acabamos por preferir esta situación, antes que aburrirnos por no saber que hacer.
El resultado nos conduce al título de esta entrada y cuando llegan fechas como agosto, pensamos en "reventar" esta lista de tareas pendientes y quitarnos esa extraña sensación de amalgamamiento de ideas.
Pero la realidad es que muchos de nosotros, necesitaríamos varias vidas enteras para llevar a cabo todo lo que quisiéramos, proporcionándonos al mismo tiempo un mayor baraje de tiempo para incrementar la lista, lo que a su vez, nos induce en un interminable bucle que aturulla nuestras mentes desembocando en un espantoso dolor de cabeza por las mañanas recién levantados...
¿Caeremos en la tentación de convertirnos en máquinas sin conciencia que hacen sólo cuanto se les ordena?
No tendremos tanta suerte...
Porque la vida puede ser maravillosa
Fecha original: 29 de Jun de 2010
Dada la sofisticación de los medios, los métodos y las formas de proceder a los que nos enfrentamos en nuestros "quehaceres" diarios, es una paradoja encontrar la satisfacción y el bienestar en la simplicidad de lo tradicional, prescindiendo de complejos procedimientos orientados a obtener un mayor "rendimiento" de aquello que pretendemos o creemos pretender.
Y es que volver a las viejas costumbres desarraigadas de nuestra vida cotidiana por el impulso de nuestra sociedad decadente, puede resultar bastante más gratificante de lo que puede parecer a simple vista.
Hacía ya algo más de 8 años que no dedicaba mi tiempo a sudar sobre la bici, tal y como en mis "años de mozo" solía hacer de forma continuada y propensa a la vocación. Fue cuando volví a notar las viejas sensaciones como el sabor de la sangre en la boca, el asfixiante calor aplastándome sobre el asfalto, el crujido de pedales y manillar al tirar de ellos con tanta fuerza que notas cómo la rueda delantera se despega de la carretera...fue entonces cuando recordé lo sencillo que puede llegar a ser, sentirse bien con uno mismo.
El otro día un colega se quejaba de cómo la gente ha convertido medios como Tuenti en una forma de "sobreexpresar" lo que cada uno hace con su vida. Sin ir más lejos, esta entrada podría considerarse como un buen ejemplo para ello; sin embargo, mi intención dista mucho de este hecho.
Mi intención es animar a todo el que lea esto a que busque formas sencillas de retomar viejas sensaciones de satisfacción, tanto para sí mismo como para los demás, para evadir las "leyes" de una sociedad coercitiva que nos imbuye un comportamiento basado en la acumulación de actos rutinarios, sin sentido muchas veces y que enmascara quienes somos en realidad.
Disfrutad de todo los pequeños y sencillos momentos que nos definen...porque la vida puede ser maravillosa :)
Dada la sofisticación de los medios, los métodos y las formas de proceder a los que nos enfrentamos en nuestros "quehaceres" diarios, es una paradoja encontrar la satisfacción y el bienestar en la simplicidad de lo tradicional, prescindiendo de complejos procedimientos orientados a obtener un mayor "rendimiento" de aquello que pretendemos o creemos pretender.
Y es que volver a las viejas costumbres desarraigadas de nuestra vida cotidiana por el impulso de nuestra sociedad decadente, puede resultar bastante más gratificante de lo que puede parecer a simple vista.
Hacía ya algo más de 8 años que no dedicaba mi tiempo a sudar sobre la bici, tal y como en mis "años de mozo" solía hacer de forma continuada y propensa a la vocación. Fue cuando volví a notar las viejas sensaciones como el sabor de la sangre en la boca, el asfixiante calor aplastándome sobre el asfalto, el crujido de pedales y manillar al tirar de ellos con tanta fuerza que notas cómo la rueda delantera se despega de la carretera...fue entonces cuando recordé lo sencillo que puede llegar a ser, sentirse bien con uno mismo.
El otro día un colega se quejaba de cómo la gente ha convertido medios como Tuenti en una forma de "sobreexpresar" lo que cada uno hace con su vida. Sin ir más lejos, esta entrada podría considerarse como un buen ejemplo para ello; sin embargo, mi intención dista mucho de este hecho.
Mi intención es animar a todo el que lea esto a que busque formas sencillas de retomar viejas sensaciones de satisfacción, tanto para sí mismo como para los demás, para evadir las "leyes" de una sociedad coercitiva que nos imbuye un comportamiento basado en la acumulación de actos rutinarios, sin sentido muchas veces y que enmascara quienes somos en realidad.
Disfrutad de todo los pequeños y sencillos momentos que nos definen...porque la vida puede ser maravillosa :)
jueves, 9 de junio de 2011
Estrenando zapatos
Fecha original: miércoles 8 de junio de 2011
Con una mano en el ratón, otra en el teclado, y armado hasta los dientes con miles de vocablos impertinentes, se presenta servidor en un nuevo medio de difusión de ideas, reflexiones y paradojas lingüísticas.
Para formalizar el asunto, diremos que este blog es un punto de encuentro para aquellas entradas perdidas que en determinados momentos de mi vida, normalmente propiciados por algún estímulo específico, redacto en modo automático. Y es que como puede leerse en mi anterior "muro de las lamentaciones" (veáse http://www.facebook.com/juanmanuelruizfernandez?sk=notes) me vanaglorio de ser un buen amante de la escritura, plasmando mis reflexiones palabra escrita mediante, sin ninguna piedad con los lectores desaprensivos que se atreven a introducirse en la inmensa profundidad de mis escritos.
Hecha pues la presentación, encontraréis observaciones, reflexiones, ideas, pensamientos, blasfemias y otras construcciones sintactico-semánticas de lo más variopintas, casi todas ellas relacionadas de un modo más o menos directo con la ciencia, pues me hice con esa mente cuadriculada que tanto se nos concede a "los de ciencias", exceptuando el hecho de que las líneas que delimitan dicha cuadrícula son tan difusas como la propia definición del pensamiento humano.
Un asunto casposo desde el que suelo emprender mis aventuras escritas, pues no veo tema más fascinante que el que ocupa el entendimiento de nuestros pensamientos. Es la base de todo cuanto hacemos, nos permite creer que tenemos conciencia y actuar en consecuencia. Además nos empuja a establecer una serie de vínculos con nuestros semejantes que se ven incluso clasificados por el efecto de este pensamiento sobre eso que conocemos como sociedad (suciedad como dirían algunos) cuando en realidad no importa la existencia del vínculo en sí mismo, sino lo que ello implica.
Cada cual se forja una idea sobre esto y aunque una mente es tan independiente de otra como lo es un ladrillo de un zapato, siempre existe al menos un elemento común: las personas (también es aplicable al caso del ladrillo y el zapato). Si, esos seres erguidos que revolotean a nuestro alrededor, algunos más dignos de tal denominación que otros, pero en definitiva personas, seres influyentes e influidos, con pensamientos, ideas, reflexiones y otra serie de características, que ponen de manifiesto su importancia y suelen ser por tanto parte del objeto de estos pequeños relatos que me atrevo a compartir con vosotros.
Como punto y a parte para este nuevo blog, me gustaría incidir en el carácter despreocupado de estas entradas, pues sólo pretendo compartir mi insidiosas palabras con aquellos que deseen leer un rato y por qué no, dejarse contagiar por ellas para tal vez ejercer del mismo modo tan recomendable tarea mental de reflexión. ¿Será peligroso? Ya lo veremos.
Con una mano en el ratón, otra en el teclado, y armado hasta los dientes con miles de vocablos impertinentes, se presenta servidor en un nuevo medio de difusión de ideas, reflexiones y paradojas lingüísticas.
Para formalizar el asunto, diremos que este blog es un punto de encuentro para aquellas entradas perdidas que en determinados momentos de mi vida, normalmente propiciados por algún estímulo específico, redacto en modo automático. Y es que como puede leerse en mi anterior "muro de las lamentaciones" (veáse http://www.facebook.com/juanmanuelruizfernandez?sk=notes) me vanaglorio de ser un buen amante de la escritura, plasmando mis reflexiones palabra escrita mediante, sin ninguna piedad con los lectores desaprensivos que se atreven a introducirse en la inmensa profundidad de mis escritos.
Hecha pues la presentación, encontraréis observaciones, reflexiones, ideas, pensamientos, blasfemias y otras construcciones sintactico-semánticas de lo más variopintas, casi todas ellas relacionadas de un modo más o menos directo con la ciencia, pues me hice con esa mente cuadriculada que tanto se nos concede a "los de ciencias", exceptuando el hecho de que las líneas que delimitan dicha cuadrícula son tan difusas como la propia definición del pensamiento humano.
Un asunto casposo desde el que suelo emprender mis aventuras escritas, pues no veo tema más fascinante que el que ocupa el entendimiento de nuestros pensamientos. Es la base de todo cuanto hacemos, nos permite creer que tenemos conciencia y actuar en consecuencia. Además nos empuja a establecer una serie de vínculos con nuestros semejantes que se ven incluso clasificados por el efecto de este pensamiento sobre eso que conocemos como sociedad (suciedad como dirían algunos) cuando en realidad no importa la existencia del vínculo en sí mismo, sino lo que ello implica.
Cada cual se forja una idea sobre esto y aunque una mente es tan independiente de otra como lo es un ladrillo de un zapato, siempre existe al menos un elemento común: las personas (también es aplicable al caso del ladrillo y el zapato). Si, esos seres erguidos que revolotean a nuestro alrededor, algunos más dignos de tal denominación que otros, pero en definitiva personas, seres influyentes e influidos, con pensamientos, ideas, reflexiones y otra serie de características, que ponen de manifiesto su importancia y suelen ser por tanto parte del objeto de estos pequeños relatos que me atrevo a compartir con vosotros.
Como punto y a parte para este nuevo blog, me gustaría incidir en el carácter despreocupado de estas entradas, pues sólo pretendo compartir mi insidiosas palabras con aquellos que deseen leer un rato y por qué no, dejarse contagiar por ellas para tal vez ejercer del mismo modo tan recomendable tarea mental de reflexión. ¿Será peligroso? Ya lo veremos.
Entradas antiguas
Por petición popular, y porque ya lo había pensado anteriormente, he trasladado mis humildes relatos "escondidos" en facebook a este nuevo blog.
Los he ido poniendo por orden cronológico, de manera que la que ahora es la primera entrada del blog, es la más antigua de todas, y la que ha sido la entrada de apertura de este escaparate, ahora está la primera, pues es la más reciente.
Espero que disfrutéis con su lectura :)
Saludos
Los he ido poniendo por orden cronológico, de manera que la que ahora es la primera entrada del blog, es la más antigua de todas, y la que ha sido la entrada de apertura de este escaparate, ahora está la primera, pues es la más reciente.
Espero que disfrutéis con su lectura :)
Saludos
La sonrisa que ilumina
Fecha original: Martes, 24 de mayo de 2011
Una curiosa frase surgida de nuestro amado y humilde compañero twitter me sugirió tal sentencia sobre la expresión de las fauces humanas, que decía algo como: "Personas que iluminan tu día con su sola presencia"
Un indicio de la condición humana arraigada de forma inevitable al contacto social, a las relaciones interpersonales y a los actos de los que nos rodean que moldean día a día nuestra actitud y nuestra personalidad. Algo tan nimio como una sonrisa, ese sencillo gesto que nuestras mandíbulas dibujan en nuestro rostro, atraídas por una insaciable sensación de comodidad, agrado o por qué no decirlo, felicidad.
Lo que sin duda muchos pensarán es que no exentos de razón, estos gestos se ven propiciados por unas determinadas condiciones muy aisladas y cargadas de hechos anteriores que le dotan de una explicación razonable.
Pero algunas veces, no cabe explicación razonable, simplemente sonríes, sin aparente motivo ni con un fin concreto, como un acto reflejo que muestra de forma involuntaria una sensación escondida bajo la piel y que asoma al exterior en busca de una respuesta recíproca. Esa respuesta que sólo la persona especial que hay en tu vida puede regalarte, esa misma respuesta que hace que con sólo pensar en ella surja ese involuntario movimiento que refleja la felicidad de los buenos recuerdos normalmente asociados a una experiencia compartida o algo tan simple como una sonrisa, una mirada o una caricia.
Ese humilde gesto de cariño que despierta nuestro ánimo y que nos hace sonreír cada mañana, aunque sólo sea producto de nuestra imaginación, ese humilde gesto que nos ilumina y nos ayuda a crecer como personas.
Porque no hay nada como una sonrisa que ilumina y cuyo reflejo alimenta esa misma mueca, convirtiéndose en un incesante ciclo de sensaciones donde sólo cabe la felicidad.
No dejes de sonreír
Una curiosa frase surgida de nuestro amado y humilde compañero twitter me sugirió tal sentencia sobre la expresión de las fauces humanas, que decía algo como: "Personas que iluminan tu día con su sola presencia"
Un indicio de la condición humana arraigada de forma inevitable al contacto social, a las relaciones interpersonales y a los actos de los que nos rodean que moldean día a día nuestra actitud y nuestra personalidad. Algo tan nimio como una sonrisa, ese sencillo gesto que nuestras mandíbulas dibujan en nuestro rostro, atraídas por una insaciable sensación de comodidad, agrado o por qué no decirlo, felicidad.
Lo que sin duda muchos pensarán es que no exentos de razón, estos gestos se ven propiciados por unas determinadas condiciones muy aisladas y cargadas de hechos anteriores que le dotan de una explicación razonable.
Pero algunas veces, no cabe explicación razonable, simplemente sonríes, sin aparente motivo ni con un fin concreto, como un acto reflejo que muestra de forma involuntaria una sensación escondida bajo la piel y que asoma al exterior en busca de una respuesta recíproca. Esa respuesta que sólo la persona especial que hay en tu vida puede regalarte, esa misma respuesta que hace que con sólo pensar en ella surja ese involuntario movimiento que refleja la felicidad de los buenos recuerdos normalmente asociados a una experiencia compartida o algo tan simple como una sonrisa, una mirada o una caricia.
Ese humilde gesto de cariño que despierta nuestro ánimo y que nos hace sonreír cada mañana, aunque sólo sea producto de nuestra imaginación, ese humilde gesto que nos ilumina y nos ayuda a crecer como personas.
Porque no hay nada como una sonrisa que ilumina y cuyo reflejo alimenta esa misma mueca, convirtiéndose en un incesante ciclo de sensaciones donde sólo cabe la felicidad.
No dejes de sonreír
El poder de la imaginación
Fecha original: miércoles, 11 de mayo de 2011
Un título muy genérico, casi predecible, para una entrada que se ha visto aletargada por gran cantidad de acontecimientos que me han mantenido alejado de mis inquietos dedos.
Y es que hace ya unos cuantos meses que no dedico mi ¿valioso? tiempo a sentarme tranquilamente y escribir, pero como se suele decir, después de la tormenta siempre llega la calma, no hay más que ver que mi última entrada data de la nochebuena, un discurso casi obligado para cualquier amante de la escritura.
Es por ello que mi mente tiene la mala costumbre de cuestionar todo lo que me rodea, analizarlo detenidamente e inundarme con gran cantidad de información que de un modo u otro trato de expresar. Porque siendo sincero, atesorar tan ingente cantidad de dudas, injurias, deducciones, afirmaciones, negaciones, ideas y propósitos en tal humilde calavera, no es la mejor de las soluciones.
He ahí, que de una mente inquieta como la mía surgan unos dedos igualmente inquietos deseosos por plasmar todo lo que puedan, en los tiempos que corren, a través de un teclado.
¿Y por qué retomar la escritura hablando de la imaginación? ¿es acaso una cosa ineherente a la otra? ¿o es más bien una cuestión de encontrar la razón que me empuja a escribir?
Esta tarde, durante una conversación con unos amigos, ha surgido una de mis aficiones favoritas de cuando "yo era joven", los lego. Si si, esas pequeñas piececitas de plástico que se encajaban unas con otras para construir "cosas" más grandes. Y es que se podía hacer de todo, un coche, una casa, una nave espacial, un robot... cualquier cosa, sólo eran necesarias unas cuantas piezas y el ingrediente especial: la imaginación.
Por aquel entonces no era demasiado consciente de su importancia, pero me hacía ser creativo, y el simple hecho de proponerme un objetivo a construir y llegar a concluirlo, generaba una recompensa en forma de satisfacción personal que inevitablemente me conducía a proponerme un objetivo mayor y por tanto a seguir "alimentando" esa imaginación propiciadora de los hechos en cuestión.
Extraño y curioso al mismo tiempo, pero escribir no dista tanto de esa primitiva idea de crear o construir, encajando pequeñas piezas una tras otra, dejándose llevar por la imaginación, para lograr un objetivo que en el fondo expresa nuestros pensamientos, esa creatividad que tanto escasea últimamente y tal como comentaba algún párrafo atrás, re-alimentando a su vez la imaginación y el poder de la curiosidad que inicialmente nos incitó a comenzar.
En esta tesitura, no dejo de plantearme, cómo serían las cosas si todos pusiéramos de nuestra parte procurando ofrecer una perspectiva constructiva a la hora de afrontar todos los aspectos de nuestras vidas, si en lugar de ser tan críticos y pasivos fuéramos más activos y procurásemos crear cosas cada vez mayores, crear mejores relaciones humanas, crear un mensaje más profundo de las cosas que realmente importan...
Tal vez lográsemos algo grande, algo tan ambicioso como la satisfacción general, algo que no deje indiferente a nadie y al mismo tiempo nadie pueda sentirse indiferente ante ello.
¿Seríamos capaces de tan faraónica obra maestra?
La respuesta está en la imaginación
Un título muy genérico, casi predecible, para una entrada que se ha visto aletargada por gran cantidad de acontecimientos que me han mantenido alejado de mis inquietos dedos.
Y es que hace ya unos cuantos meses que no dedico mi ¿valioso? tiempo a sentarme tranquilamente y escribir, pero como se suele decir, después de la tormenta siempre llega la calma, no hay más que ver que mi última entrada data de la nochebuena, un discurso casi obligado para cualquier amante de la escritura.
Es por ello que mi mente tiene la mala costumbre de cuestionar todo lo que me rodea, analizarlo detenidamente e inundarme con gran cantidad de información que de un modo u otro trato de expresar. Porque siendo sincero, atesorar tan ingente cantidad de dudas, injurias, deducciones, afirmaciones, negaciones, ideas y propósitos en tal humilde calavera, no es la mejor de las soluciones.
He ahí, que de una mente inquieta como la mía surgan unos dedos igualmente inquietos deseosos por plasmar todo lo que puedan, en los tiempos que corren, a través de un teclado.
¿Y por qué retomar la escritura hablando de la imaginación? ¿es acaso una cosa ineherente a la otra? ¿o es más bien una cuestión de encontrar la razón que me empuja a escribir?
Esta tarde, durante una conversación con unos amigos, ha surgido una de mis aficiones favoritas de cuando "yo era joven", los lego. Si si, esas pequeñas piececitas de plástico que se encajaban unas con otras para construir "cosas" más grandes. Y es que se podía hacer de todo, un coche, una casa, una nave espacial, un robot... cualquier cosa, sólo eran necesarias unas cuantas piezas y el ingrediente especial: la imaginación.
Por aquel entonces no era demasiado consciente de su importancia, pero me hacía ser creativo, y el simple hecho de proponerme un objetivo a construir y llegar a concluirlo, generaba una recompensa en forma de satisfacción personal que inevitablemente me conducía a proponerme un objetivo mayor y por tanto a seguir "alimentando" esa imaginación propiciadora de los hechos en cuestión.
Extraño y curioso al mismo tiempo, pero escribir no dista tanto de esa primitiva idea de crear o construir, encajando pequeñas piezas una tras otra, dejándose llevar por la imaginación, para lograr un objetivo que en el fondo expresa nuestros pensamientos, esa creatividad que tanto escasea últimamente y tal como comentaba algún párrafo atrás, re-alimentando a su vez la imaginación y el poder de la curiosidad que inicialmente nos incitó a comenzar.
En esta tesitura, no dejo de plantearme, cómo serían las cosas si todos pusiéramos de nuestra parte procurando ofrecer una perspectiva constructiva a la hora de afrontar todos los aspectos de nuestras vidas, si en lugar de ser tan críticos y pasivos fuéramos más activos y procurásemos crear cosas cada vez mayores, crear mejores relaciones humanas, crear un mensaje más profundo de las cosas que realmente importan...
Tal vez lográsemos algo grande, algo tan ambicioso como la satisfacción general, algo que no deje indiferente a nadie y al mismo tiempo nadie pueda sentirse indiferente ante ello.
¿Seríamos capaces de tan faraónica obra maestra?
La respuesta está en la imaginación
Nochebuena
Fecha original: Viernes, 24 de diciembre de 2010
Como viene siendo habitual en mí, las celebraciones importantes y momentos memorables vienen acompañados por un pequeño discurso cargado de sentimentalismo y palabras de afecto hacia los que me escuchan pronunciarlo.
A pesar de la distancia que hoy nos separa a todos, sin duda estamos ante uno de esos momentos, ya que la inmensa mayoría de estamos con la familia, seres queridos y demás tratando de disfrutar de ese espíritu navideño que desde pequeños tratan de imbuirnos.
Muchos, no están en un ambiente agradable, están sólos, o simplemente no les gustan estas fechas, pero es inevitable pararse durante unos instantes para reflexionar sobre el tiempo transcurrido desde la última vez que se celebraron estas festividades, lo que de un modo inconsciente nos indica que algo especial si que debe de tener esta época, ese algo que nos suscita al mismo tiempo a mirar hacia los días venideros en busca de una idea, de sueño o de algo más...
Son estas reflexiones las que me situan en la tesitura de escribir estas palabras sin mayor afán que agradecer a las personas que me acompañan en mi actual camino que hayan estado ahí, que me hayan ayudado en ciertos momentos, que me hayan acompañado en algunas de las experiencias vividas, o simplemente que lean estas líneas.
Gracias a todos, os deseo unas felices fiestas y que disfrutéis todo lo que podáis de estos momentos.
Feliz Navidad
Juanma
Como viene siendo habitual en mí, las celebraciones importantes y momentos memorables vienen acompañados por un pequeño discurso cargado de sentimentalismo y palabras de afecto hacia los que me escuchan pronunciarlo.
A pesar de la distancia que hoy nos separa a todos, sin duda estamos ante uno de esos momentos, ya que la inmensa mayoría de estamos con la familia, seres queridos y demás tratando de disfrutar de ese espíritu navideño que desde pequeños tratan de imbuirnos.
Muchos, no están en un ambiente agradable, están sólos, o simplemente no les gustan estas fechas, pero es inevitable pararse durante unos instantes para reflexionar sobre el tiempo transcurrido desde la última vez que se celebraron estas festividades, lo que de un modo inconsciente nos indica que algo especial si que debe de tener esta época, ese algo que nos suscita al mismo tiempo a mirar hacia los días venideros en busca de una idea, de sueño o de algo más...
Son estas reflexiones las que me situan en la tesitura de escribir estas palabras sin mayor afán que agradecer a las personas que me acompañan en mi actual camino que hayan estado ahí, que me hayan ayudado en ciertos momentos, que me hayan acompañado en algunas de las experiencias vividas, o simplemente que lean estas líneas.
Gracias a todos, os deseo unas felices fiestas y que disfrutéis todo lo que podáis de estos momentos.
Feliz Navidad
Juanma
Decir cuatro palabras
Fecha original: Martes, 16 de noviembre de 2010
En ocasiones nos sale decir lo que pensamos cuando lo pensamos y ya está, buscando de modo inconsciente algún tipo de alivio por las ideas que nos atormentan cuando más inoportunamente es necesario estar concentrado en algo, aunque obviamente no siempre se encuentra ese desahogo y es más común de lo que parece acabar creando un efecto contraproducente, especialmente cuando se efectúa la declaración de pensamientos en presencia de más personas.
Sin embargo, hay quien prefiere ¿perder? parte de su tiempo en otorgar a estos pensamientos de entidad propia buscando una reflexión más profunda sobre el por qué de éstos, el cuándo e incluso a veces el cómo.
Palabra escrita mediante, empiezan a dar vida, forma y esencia a lo que piensan, articulando enrevesados párrafos de significación dudosa pero gran belleza, creando una conexión inherente en el lector que percibe de algún modo la verdadera sensación que impulsó semejante acto. Suelen utilizar como fuente de inspiración las propias palabras que sus dedos golpeantes garabatean sobre el teclado para continuar su incesante necesidad de expresar lo que piensan de una forma más abstracta o más directa pero en definitiva, lograr "desembuchar" en forma de palabras tan complejos impulsos electroquímicos que recorren las interfaces sinápticas del cerebro.
Por el contrario, hay quien piensa que no se puede ofrecer un reflejo exacto y fidedigno de los pensamientos, sea cual fuere su naturaleza u objeto y que por tanto, resulta efímero desperdiciar nuestro preciado tiempo en un intento tan poco provechoso, es más, cuestionan la necesidad de transmitir estas sensaciones.
Y no les falta parte de razón, puesto que a pesar de nuestra riqueza léxica y sintáctica, la semántica siempre va un paso por delante arrojando un resultado muy próximo pero nunca igual, perdiendo parte de esta significación en el infinito espacio existente entre las palabras y el entendimiento de éstas.
¿Es este motivo suficiente para cejar en nuestro empeño por liberar el conocimiento que nuestro cerebro tan celosamente absorbe? ¿O tal vez no sea más que una excusa como otras muchas para matener abierto el discurso y erigir la palabra a la vanguardia de nuestra personalidad?
Tal vez sea hora de descubrir cúal es nuestra motivación para llevar a cabo tan rebeldes actos de comunicación forzosa independientemente de si el receptor está interesado o no, tal vez sea el momento de intentar entender para qué forjamos los vínculos que nos unen, o tal vez sea el instante de olvidar el por qué, las retinencias o las represiones, dejarnos llevar, sentir lo que queremos y decir cuatro palabras al respecto.
¿Qué me dices?
En ocasiones nos sale decir lo que pensamos cuando lo pensamos y ya está, buscando de modo inconsciente algún tipo de alivio por las ideas que nos atormentan cuando más inoportunamente es necesario estar concentrado en algo, aunque obviamente no siempre se encuentra ese desahogo y es más común de lo que parece acabar creando un efecto contraproducente, especialmente cuando se efectúa la declaración de pensamientos en presencia de más personas.
Sin embargo, hay quien prefiere ¿perder? parte de su tiempo en otorgar a estos pensamientos de entidad propia buscando una reflexión más profunda sobre el por qué de éstos, el cuándo e incluso a veces el cómo.
Palabra escrita mediante, empiezan a dar vida, forma y esencia a lo que piensan, articulando enrevesados párrafos de significación dudosa pero gran belleza, creando una conexión inherente en el lector que percibe de algún modo la verdadera sensación que impulsó semejante acto. Suelen utilizar como fuente de inspiración las propias palabras que sus dedos golpeantes garabatean sobre el teclado para continuar su incesante necesidad de expresar lo que piensan de una forma más abstracta o más directa pero en definitiva, lograr "desembuchar" en forma de palabras tan complejos impulsos electroquímicos que recorren las interfaces sinápticas del cerebro.
Por el contrario, hay quien piensa que no se puede ofrecer un reflejo exacto y fidedigno de los pensamientos, sea cual fuere su naturaleza u objeto y que por tanto, resulta efímero desperdiciar nuestro preciado tiempo en un intento tan poco provechoso, es más, cuestionan la necesidad de transmitir estas sensaciones.
Y no les falta parte de razón, puesto que a pesar de nuestra riqueza léxica y sintáctica, la semántica siempre va un paso por delante arrojando un resultado muy próximo pero nunca igual, perdiendo parte de esta significación en el infinito espacio existente entre las palabras y el entendimiento de éstas.
¿Es este motivo suficiente para cejar en nuestro empeño por liberar el conocimiento que nuestro cerebro tan celosamente absorbe? ¿O tal vez no sea más que una excusa como otras muchas para matener abierto el discurso y erigir la palabra a la vanguardia de nuestra personalidad?
Tal vez sea hora de descubrir cúal es nuestra motivación para llevar a cabo tan rebeldes actos de comunicación forzosa independientemente de si el receptor está interesado o no, tal vez sea el momento de intentar entender para qué forjamos los vínculos que nos unen, o tal vez sea el instante de olvidar el por qué, las retinencias o las represiones, dejarnos llevar, sentir lo que queremos y decir cuatro palabras al respecto.
¿Qué me dices?
Amor desnutrido
Fecha original: miércoles, 15 de septiembre de 2010
Siempre que alzamos la vista para encontrar algo que nos ayude a proseguir en nuestro arduo camino hacia la felicidad, acabamos por apreciar la verdadera diferencia entre los que sólo pasan cerca de nuestra senda y los que nos apoyan, ofreciéndonos un ligero bocado de lo que conforma sus vidas y las nuestras al mismo tiempo.
Pero aterrados por la inusual sensación de soledad cuando ese apoyo no es suficiente, o en el peor de los casos, inexistente, acabamos por forjar una dura coraza que nos protege de la fría naturaleza de los seres que habitan a nuestro alrededor pero que no son verdaderos partícipes de nuestras vidas.
Resulta en un ciclo sucesivo de interés desaprensivo que refuerza aún más, si cabe, el caparazón de nuestra alma, cobijada en un rincón con el escaso amor propio que nos pueda quedar. De este modo fomentamos una desafortunada realidad donde la desconfianza, la inexistencia de actos desinteresados y la repulsión por actos de carácter social, terminan degradando nuestra calidad de vida.
¿Y cómo medimos la calidad de vida cuando la mayoría de las personas que nos rodean no pretenden otra cosa si no, hallar su propio estímulo para encontrar la felicidad?
A veces, y sólo a veces, aparecen ciertas personas que de un modo u otro logran establecer una conexión especial con nuestra psique de tal forma que ésta se vuelve un elemento común. Entonces al realimentar este vínculo comprobamos que esta aportación produce algo más que una simple conexión recíproca. Nos induce a tener sensaciones y pensamientos que otro modo serían imposibles, ideas que favorecen nuestros propios estímulos y en definitiva los de estas personas.
¿Por qué quedarnos a medio gas con una vida carente de estas sensaciones? ¿Por qué no intentar alimentar nuestros sueños y esperanzas con estos vínculos especiales? ¿Por qué no preservar esas ideas compartidas que dotan a nuestras vidas de un valor incuantificable?
Nunca dejéis de luchar por él. Alimentad vuestro amor.
Siempre que alzamos la vista para encontrar algo que nos ayude a proseguir en nuestro arduo camino hacia la felicidad, acabamos por apreciar la verdadera diferencia entre los que sólo pasan cerca de nuestra senda y los que nos apoyan, ofreciéndonos un ligero bocado de lo que conforma sus vidas y las nuestras al mismo tiempo.
Pero aterrados por la inusual sensación de soledad cuando ese apoyo no es suficiente, o en el peor de los casos, inexistente, acabamos por forjar una dura coraza que nos protege de la fría naturaleza de los seres que habitan a nuestro alrededor pero que no son verdaderos partícipes de nuestras vidas.
Resulta en un ciclo sucesivo de interés desaprensivo que refuerza aún más, si cabe, el caparazón de nuestra alma, cobijada en un rincón con el escaso amor propio que nos pueda quedar. De este modo fomentamos una desafortunada realidad donde la desconfianza, la inexistencia de actos desinteresados y la repulsión por actos de carácter social, terminan degradando nuestra calidad de vida.
¿Y cómo medimos la calidad de vida cuando la mayoría de las personas que nos rodean no pretenden otra cosa si no, hallar su propio estímulo para encontrar la felicidad?
A veces, y sólo a veces, aparecen ciertas personas que de un modo u otro logran establecer una conexión especial con nuestra psique de tal forma que ésta se vuelve un elemento común. Entonces al realimentar este vínculo comprobamos que esta aportación produce algo más que una simple conexión recíproca. Nos induce a tener sensaciones y pensamientos que otro modo serían imposibles, ideas que favorecen nuestros propios estímulos y en definitiva los de estas personas.
¿Por qué quedarnos a medio gas con una vida carente de estas sensaciones? ¿Por qué no intentar alimentar nuestros sueños y esperanzas con estos vínculos especiales? ¿Por qué no preservar esas ideas compartidas que dotan a nuestras vidas de un valor incuantificable?
Nunca dejéis de luchar por él. Alimentad vuestro amor.
Muerte y dolor
Fecha original: miércoles, 08 de septiembre de 2010
Hoy me veo obligado a alzar mi frustrada voz por todos los canales posibles, con la esperanza de que el eco de ésta resuene tanto en el infinito que logre apaciguar la furia de la bestia que en mi interior descansa, silenciosa, acechando el momento oportuno para salir.
Muchos de mis amigos y compañeros me han preguntado varias veces que por qué tengo la elegante costumbre de decir la frase que titula esta entrada, y es que, tras un breve análisis semántico, no se corresponde el orden de los factores de dicha sentencia con la oportuna realidad que precede a la muerte.
En mil intentos por hacerles ver que se trata de una cuestión de reducir la ira que me sobreviene en los momentos complicados, nunca les he explicado la verdadera naturaleza de tan casposas palabras. Hoy, día 8 de septiembre del 2010 en el que se celebra el día de Extremadura, voy a relatar la curiosa historia que se esconde tras éste enigma.
Y es que a veces es mejor no levantarse de la cama, porque da igual lo que tengas que hacer, lo que desayunes, si el aire que respiras es puro o más contaminado que el que sale directamente de los tubos de escape...hay días en los que te levantas con ese pequeño "clic" que te hace que todo te salga mal, y después de que piensas que no puede ir peor...otra cosa sale mal...y otra....y otra...y entonces...un intenso calor invade tus vísceras y se aproxima irremediablemente hacia la cabeza.Algunos lo descargan con el primero que se encuentran, otros, menos sutiles, golpean los objetos que más cerca tienen (véase el vídeo) hasta acabar con la ira que llevan dentro.
Yo, sin dejar de lado la no-sutileza de éstas prácticas, siempre he preferido despotricar acaloradamente aprovechando la gran cantidad de vocablos de carácter diabólico-demoníacos que pueden encontrarse en nuestra lengua (y alguna otra...)
De este modo y durante uno de estos arrebatos no lograba mediar palabra debido al atolladero de palabras que trataban de salir al mismo tiempo por el mismo sitio.
Entonces, sin quererlo, se entremezclaron todos los sentimientos evocados por una posible insidiosa muerte y los que precederían al más intenso de los dolores -> "Muerte y dolor"
Instantes después aparecía una familiar sensación de paz y calma. Es como si se hubiera presionado el botón de "reset" y todas aquellas ideas frustrantes hubiesen quedado atrás. La bestia había sido apaciguada.Son, cuando menos, curiosas las soluciones que inconscientemente buscamos para resolver estas situaciones, pero más curioso aún es saber que funcionan.
¿Acaso hay alguien que no haya tenido nunca un mal día?
Hoy me veo obligado a alzar mi frustrada voz por todos los canales posibles, con la esperanza de que el eco de ésta resuene tanto en el infinito que logre apaciguar la furia de la bestia que en mi interior descansa, silenciosa, acechando el momento oportuno para salir.
Muchos de mis amigos y compañeros me han preguntado varias veces que por qué tengo la elegante costumbre de decir la frase que titula esta entrada, y es que, tras un breve análisis semántico, no se corresponde el orden de los factores de dicha sentencia con la oportuna realidad que precede a la muerte.
En mil intentos por hacerles ver que se trata de una cuestión de reducir la ira que me sobreviene en los momentos complicados, nunca les he explicado la verdadera naturaleza de tan casposas palabras. Hoy, día 8 de septiembre del 2010 en el que se celebra el día de Extremadura, voy a relatar la curiosa historia que se esconde tras éste enigma.
Y es que a veces es mejor no levantarse de la cama, porque da igual lo que tengas que hacer, lo que desayunes, si el aire que respiras es puro o más contaminado que el que sale directamente de los tubos de escape...hay días en los que te levantas con ese pequeño "clic" que te hace que todo te salga mal, y después de que piensas que no puede ir peor...otra cosa sale mal...y otra....y otra...y entonces...un intenso calor invade tus vísceras y se aproxima irremediablemente hacia la cabeza.Algunos lo descargan con el primero que se encuentran, otros, menos sutiles, golpean los objetos que más cerca tienen (véase el vídeo) hasta acabar con la ira que llevan dentro.
Yo, sin dejar de lado la no-sutileza de éstas prácticas, siempre he preferido despotricar acaloradamente aprovechando la gran cantidad de vocablos de carácter diabólico-demoníacos que pueden encontrarse en nuestra lengua (y alguna otra...)
De este modo y durante uno de estos arrebatos no lograba mediar palabra debido al atolladero de palabras que trataban de salir al mismo tiempo por el mismo sitio.
Entonces, sin quererlo, se entremezclaron todos los sentimientos evocados por una posible insidiosa muerte y los que precederían al más intenso de los dolores -> "Muerte y dolor"
Instantes después aparecía una familiar sensación de paz y calma. Es como si se hubiera presionado el botón de "reset" y todas aquellas ideas frustrantes hubiesen quedado atrás. La bestia había sido apaciguada.Son, cuando menos, curiosas las soluciones que inconscientemente buscamos para resolver estas situaciones, pero más curioso aún es saber que funcionan.
¿Acaso hay alguien que no haya tenido nunca un mal día?
Congruencias asociativas
Fecha original: Lunes, 06 de septiembre de 2010
El curioso despertar de las sensaciones que sufrimos a diario y que nos dejan estupefactos ante la capacidad de nuestro cerebro para asociar todo tipo de conocimiento en apariencia disjunto, se antoja extraño cuando se observa atentamente.
Es por eso que nos cuesta decidir sobre lo que parece ser perceptible y lo que entendemos como "real", ya que el fino hilo que marca la diferencia no explica el por qué tales asociaciones tienen lugar dentro de un ámbito, nuevamente, en apariencia inconsistente o sin relación.
Paremos un segundo a reflexionar por qué algo tan nimio como por ejemplo, una nota musical determinada, estimula ciertas regiones de nuestra materia gris provocando amplias reacciones en cadena que postergan el conocimiento de la realidad y la verdadera naturaleza de ésta. Con un sencillo gesto de parasíntesis de pensamientos podemos descubrir la no-simplista verdad de dichos estímulos, y cómo nuestros sentidos rezan ansiosos por descubrir otros nuevos que conecten nuestras ideas ofreciendo así un reflejo semántico más completo.
Y es que la música resulta una fuente de inspiración ilimitada (véase http://amazings.es/2010/09/06/el-poder-de-la-musica/) que rompe todas las barreras idiomáticas y de comprensión universal, sin responder a prejuicios o cultos de índole cualquiera. Es sorprendente observar como la casi imperceptible sensación producida por un conjunto de notas musicales, evoca diferentes estados de ánimo y aptitudes que alteran nuestro ritmo diario, a veces a un nivel subconsciente, y a veces dibujando una sonrisa en nuestras caras que despierta la alegría colectiva de aquellos que nos rodean.
Pero sea como fuere no permanecemos impasibles ante la aplastante fuerza que ejercen estos estímulos sobre nosotros, que sin dejar se ser pequeños detalles forman parte de un entorno tremendamente cambiante que nos envuelve y nos absorbe en una fina burbuja de plegarias, risas, lamentos o momentos inolvidables.
Dicen que formamos parte de un todo, ¿y si ese todo formase parte de nosotros?
El curioso despertar de las sensaciones que sufrimos a diario y que nos dejan estupefactos ante la capacidad de nuestro cerebro para asociar todo tipo de conocimiento en apariencia disjunto, se antoja extraño cuando se observa atentamente.
Es por eso que nos cuesta decidir sobre lo que parece ser perceptible y lo que entendemos como "real", ya que el fino hilo que marca la diferencia no explica el por qué tales asociaciones tienen lugar dentro de un ámbito, nuevamente, en apariencia inconsistente o sin relación.
Paremos un segundo a reflexionar por qué algo tan nimio como por ejemplo, una nota musical determinada, estimula ciertas regiones de nuestra materia gris provocando amplias reacciones en cadena que postergan el conocimiento de la realidad y la verdadera naturaleza de ésta. Con un sencillo gesto de parasíntesis de pensamientos podemos descubrir la no-simplista verdad de dichos estímulos, y cómo nuestros sentidos rezan ansiosos por descubrir otros nuevos que conecten nuestras ideas ofreciendo así un reflejo semántico más completo.
Y es que la música resulta una fuente de inspiración ilimitada (véase http://amazings.es/2010/09/06/el-poder-de-la-musica/) que rompe todas las barreras idiomáticas y de comprensión universal, sin responder a prejuicios o cultos de índole cualquiera. Es sorprendente observar como la casi imperceptible sensación producida por un conjunto de notas musicales, evoca diferentes estados de ánimo y aptitudes que alteran nuestro ritmo diario, a veces a un nivel subconsciente, y a veces dibujando una sonrisa en nuestras caras que despierta la alegría colectiva de aquellos que nos rodean.
Pero sea como fuere no permanecemos impasibles ante la aplastante fuerza que ejercen estos estímulos sobre nosotros, que sin dejar se ser pequeños detalles forman parte de un entorno tremendamente cambiante que nos envuelve y nos absorbe en una fina burbuja de plegarias, risas, lamentos o momentos inolvidables.
Dicen que formamos parte de un todo, ¿y si ese todo formase parte de nosotros?
Permutaciones complejas
Fecha original: sábado, 28 de agosto de 2010
A medida que las personas avanzamos en el inescrutable y sinuoso camino del vivir, hayamos muchas formas de entender la propia naturaleza de las premisas que nos conducen a ver las cosas de una forma u otra, ofreciendo un función hiperbólica de aproximación a la realidad a medida que avanza el tiempo.
Se conoce como experiencia, aunque muchos no creen en ella y abortan todo tipo de intento de comprensión ante las típicas frases como: "cuando seas mayor lo entenderás", pues parece a simple vista que muchas veces ese sentido común del que tanto presumimos en algunos momentos, nos permite saltar por encima de los problemas cómo si no fuera con nosotros.
Por desgracia, la realidad nos arrastra a un círculo vicioso donde cada nuevo giro aporta una nueva cana a nuestro cuero cabelludo como consecuencia de las múltiples situaciones en las que el magnífico sentido común de algunos se impone ante la aplastante lógica de la propia situación. Suele ocurrir, sin embargo, que ni la aplastante lógica, ni el estrepitoso sentido común de un tercero, son fuertes mástiles para poner rumbo a una decisión acertada.
Es en este momento cuando entran en juego tal cantidad de variables, muchas de ellas aleatorias, que la resolución de un sencillo problema puede llegar a convertirse en un arduo inconveniente para los interrogantes venideros. Por consiguiente, acabamos por descubrir un auténtico universo de posibles decisiones erróneas pero que no arrojan un candidato claro como decisión "no tan errónea".
Si tratásemos de establecer un marco de objetos que nos ofrezcan una visión completa de la situación, romperíamos a llorar al descubrir que el número de permutaciones y el nivel de complejidad de éstas, no nos permite ver más allá de lo evidente y percibir el final.
Entonces recordaremos esas sabias palabras de consejo desinteresado que nos marcaban una pauta basada en la experiencia y que en su día, bacilando al destino, decidimos dejar en boca de aquellos que las pronunciaban. Y es que difícilmente alguna vez podremos decidir acertadamente sobre algo que ni siquiera comprendemos.
Una pena que sólo tengamos una oportunidad.
A medida que las personas avanzamos en el inescrutable y sinuoso camino del vivir, hayamos muchas formas de entender la propia naturaleza de las premisas que nos conducen a ver las cosas de una forma u otra, ofreciendo un función hiperbólica de aproximación a la realidad a medida que avanza el tiempo.
Se conoce como experiencia, aunque muchos no creen en ella y abortan todo tipo de intento de comprensión ante las típicas frases como: "cuando seas mayor lo entenderás", pues parece a simple vista que muchas veces ese sentido común del que tanto presumimos en algunos momentos, nos permite saltar por encima de los problemas cómo si no fuera con nosotros.
Por desgracia, la realidad nos arrastra a un círculo vicioso donde cada nuevo giro aporta una nueva cana a nuestro cuero cabelludo como consecuencia de las múltiples situaciones en las que el magnífico sentido común de algunos se impone ante la aplastante lógica de la propia situación. Suele ocurrir, sin embargo, que ni la aplastante lógica, ni el estrepitoso sentido común de un tercero, son fuertes mástiles para poner rumbo a una decisión acertada.
Es en este momento cuando entran en juego tal cantidad de variables, muchas de ellas aleatorias, que la resolución de un sencillo problema puede llegar a convertirse en un arduo inconveniente para los interrogantes venideros. Por consiguiente, acabamos por descubrir un auténtico universo de posibles decisiones erróneas pero que no arrojan un candidato claro como decisión "no tan errónea".
Si tratásemos de establecer un marco de objetos que nos ofrezcan una visión completa de la situación, romperíamos a llorar al descubrir que el número de permutaciones y el nivel de complejidad de éstas, no nos permite ver más allá de lo evidente y percibir el final.
Entonces recordaremos esas sabias palabras de consejo desinteresado que nos marcaban una pauta basada en la experiencia y que en su día, bacilando al destino, decidimos dejar en boca de aquellos que las pronunciaban. Y es que difícilmente alguna vez podremos decidir acertadamente sobre algo que ni siquiera comprendemos.
Una pena que sólo tengamos una oportunidad.
Primera entrada facebook
Fecha original: Martes, 17 de agosto de 2010
Si tuviéramos que datar de algún modo el principio del "momento facebook" sería bastante difícil discernir entre lo que realmente consideramos como el que fue el inicio de una de las mayores redes sociales de internet y el momento en el que empezamos a utilizarlo como herramienta de relación social.
Como punto de partida, valga la redundancia, podemos tomar el momento en el que cada cual se abre una cuenta, se registra, empieza a indagar, a subir fotos...
¿Pero cuál fue la motivación que le empujó a hacer tal cosa? ¿los amigos que le miraban raro por no tener facebook? ¿la vanal esperanza de encontrar a su media naranja en una red donde perdemos parte de nuestro pudor y sentido del ridículo?... Yo creo que es bastante más complicado que todo eso.
Existe la alta probabilidad de que todo empezara como una forma más de comunicarse, enriquecida por sus ámplias y ambiciosas posibilidades con la particularidad de que no se necesita un contacto directo con los partícipes de la comunicación, ese contacto directo que tanto tememos y que tan poco practicamos.
El caso es que cual enredadera se extiende por el jardín, este tipo de redes sociales fueron copando nuestras vidas aportando un espejo selectivo de nuestras personalidades donde cada uno disgrega las personas con las que se relaciona, la forma en la que lo hace y sobre todo la información que ofrece sobre sí mismo.
En la otra cara de la moneda están los "conspiranoicos" de la red, que se empeñan en creer que internet es un mundo donde las empresas han puesto todo su empeño para tener la mayor cantidad posible de información sobre todo el mundo y nos manipulan alegremente para que vayamos corriendo a comprarnos lo último que han sacado al mercado; por eso ocultan toda su información en una caja fuerte con la esperanza de que nadie les robe sus ideas.
Pero tal vez sea una simple cuestión evolutiva, tal vez sin quererlo estamos modelando una nueva sociedad donde cada persona aporta parte de lo que sabe, parte de sus experiencias y de sus ideas, tal vez ya no estemos en la sociedad de la información, sino en la sociedad del conocimiento.
Un conocimiento engendrado por las distintas generaciones de un mundo tan cambiante como confuso, donde la mentira esconde a la verdad, donde a pesar de la inmensa cantidad de "ruido" que puede encontrarse, siempre podemos encontrar esperanza.
Es en este punto, en el que satisfacemos nuestra curiosidad y capacidad de relacionarnos arropándonos con este conocimiento buscando una verdad, que en el fondo, nos define, para que sin volver al principio tengamos el momento necesario que encauce la razón por la que nos comunicamos a través de un teclado, un ratón y una pantalla.
Si tuviéramos que datar de algún modo el principio del "momento facebook" sería bastante difícil discernir entre lo que realmente consideramos como el que fue el inicio de una de las mayores redes sociales de internet y el momento en el que empezamos a utilizarlo como herramienta de relación social.
Como punto de partida, valga la redundancia, podemos tomar el momento en el que cada cual se abre una cuenta, se registra, empieza a indagar, a subir fotos...
¿Pero cuál fue la motivación que le empujó a hacer tal cosa? ¿los amigos que le miraban raro por no tener facebook? ¿la vanal esperanza de encontrar a su media naranja en una red donde perdemos parte de nuestro pudor y sentido del ridículo?... Yo creo que es bastante más complicado que todo eso.
Existe la alta probabilidad de que todo empezara como una forma más de comunicarse, enriquecida por sus ámplias y ambiciosas posibilidades con la particularidad de que no se necesita un contacto directo con los partícipes de la comunicación, ese contacto directo que tanto tememos y que tan poco practicamos.
El caso es que cual enredadera se extiende por el jardín, este tipo de redes sociales fueron copando nuestras vidas aportando un espejo selectivo de nuestras personalidades donde cada uno disgrega las personas con las que se relaciona, la forma en la que lo hace y sobre todo la información que ofrece sobre sí mismo.
En la otra cara de la moneda están los "conspiranoicos" de la red, que se empeñan en creer que internet es un mundo donde las empresas han puesto todo su empeño para tener la mayor cantidad posible de información sobre todo el mundo y nos manipulan alegremente para que vayamos corriendo a comprarnos lo último que han sacado al mercado; por eso ocultan toda su información en una caja fuerte con la esperanza de que nadie les robe sus ideas.
Pero tal vez sea una simple cuestión evolutiva, tal vez sin quererlo estamos modelando una nueva sociedad donde cada persona aporta parte de lo que sabe, parte de sus experiencias y de sus ideas, tal vez ya no estemos en la sociedad de la información, sino en la sociedad del conocimiento.
Un conocimiento engendrado por las distintas generaciones de un mundo tan cambiante como confuso, donde la mentira esconde a la verdad, donde a pesar de la inmensa cantidad de "ruido" que puede encontrarse, siempre podemos encontrar esperanza.
Es en este punto, en el que satisfacemos nuestra curiosidad y capacidad de relacionarnos arropándonos con este conocimiento buscando una verdad, que en el fondo, nos define, para que sin volver al principio tengamos el momento necesario que encauce la razón por la que nos comunicamos a través de un teclado, un ratón y una pantalla.
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